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Margarita Robleda Moguel
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Jueves 5 de diciembre, 2019

Diciembre llega con el impulso de la carrera loca. A partir de ahora el tráfico enloquece, las urgencias por verse antes de terminar el año se multiplican, surge la desesperación por deshacerse del aguinaldo; de regalar lo que sea; ¡de cumplir!

¿Dónde quedó Belem? ¿Dónde ese: “Paz a los hombres de buena voluntad”?

Los comerciantes tienen doctorado en mercadotecnia y nosotros apenas jardín de niños para defendernos. Desde hace años fueron sacando del escenario del festejo de diciembre la historia de José y María en busca de un refugio para el nacimiento de su hijo. La escena es demasiado conmovedora. Puede mover a la gente a pensar en los que menos tienen, en los miles y miles de inmigrantes que circulan por el mundo en busca de un espacio de paz para proteger a sus familias de la avaricia de los poderosos; de los que están solos y necesitan nuestra ayuda.

Eso no vende, no deja dinero. Es así como se apropiaron de San Nicolás, obispo de Bari, que en el siglo IV daba regalos a los niños en épocas decembrinas y poco a poco lo convirtieron en ese señor colorado que dice “jo, jo, jo” y que nos presiona a regalar y regalar lo que sea, teniendo como consecuencia un enorme hastío, ya que terminamos dando por dar y recibiendo lo que no sabemos dónde poner.

Los elementos de la época fueron convirtiéndose en objetos de consumo: árbol, esferas, campanas, renos, hombres de nieve… lejos de la imagen del pesebre donde el recién nacido recibe el amor de sus padres, están presentes los de corazón humilde y los animales que le dan calor.

Me encantó saber de una amiga que monta el nacimiento con sus nietos y la invitación es que lleven sus juguetes favoritos para acompañar al Niño. Este año, la vaca y el burro han sido cambiados por cocodrilos que son su actual interés.

En estos tiempos cruciales en la vida del Planeta Tierra, urge despertar y hacer consciencia de las toneladas de basura que generan las fechas. Millones de árboles talados para hacer el papel que durará un rato antes de ser destrozado, los 10 años que le toma al árbol crecer para morir en un mes en la sala de tu casa… ¿sigo?

[b]Recuperar el sentido de las fiestas[/b]

Toca recuperar el sentido de las fiestas. Detener la prisa y escuchar las voces internas que nos piden silencio, paz, gozo profundo, contacto con lo real.

Más allá de nuestras creencias, Navidad quiere decir nacimiento. Nacimiento del hombre nuevo que pide posada en nuestros corazones. Hombres y mujeres nuevos que nos ofrecen zurcir la esperanza de que todo tiene sentido mucho más allá de correr, competir, consumir. Letra C que nos invita a convivir, compartir y comprometernos con nosotros mismos, con los otros, con el planeta. Porque, como están las cosas, los únicos que ganan son los comerciantes y la cuesta de enero nos llegara con deudas, decepciones y desesperanza.

Urge renovar esa paz a los hombres de buena voluntad. Entonces sí, en familia, en la unión y alegría que nos brindan los cocodrilos y los villancicos, alrededor de una mesa en la que todos participen y compartan: ¡Feliz Navidad!

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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