Francisco J. Hernández y Puente
La Jornada Maya
Lunes 2 de diciembre, 2019
Nos podrá parecer exagerado o radical el tono de su texto, pero es el mismo que ha usado siempre, en campaña, y ahora como Presidente. Es el mismo discurso con el que ganó las elecciones y con el que ahora descalifica a sus detractores y críticos. Vaya, es el mismo lenguaje con el que gobierna.
Justo al año de haber tomado posesión como Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador entrega a los ciudadanos y la opinión pública una nueva publicación que resume su pensamiento y su concepción sobre el desarrollo económico y social de México. Esta vez, bajo el título Hacia una economía moral, en elque AMLO escribe su visión del país, como si no tuviéramos bastante con lo que piensa, dice y propone cada mañana en su reunión con los medios de comunicación y los miembros de su gabinete a los que toca el turno. En Hacia una economía moral no hay nada nuevo -es más de lo que ya nos ha dicho-, lo que hemos escuchado, leído, visto, discutido, rechazado, aceptado, a lo largo de este intenso, polémico y controversial primer año de un gobierno que pretende transformar a México.
Como sea, yo celebro y prefiero un Presidente que va contando parsimoniosamente los eventos relevantes de su gestión y su pensamiento, a aquellos que se mandaban hacer la crónica de su sexenio -en ediciones de lujo-, para lo cual ordenaban la apertura de fastuosas oficinas especiales al lado de la presidencia, con empleados que se dedicaban a escribir los discursos y las obras, las palabras y los hechos, las apologías cotidianas, a cambio de recibir sueldos de subsecretarios y directores generales.
[b]Benditas redes sociales[/b]
Otra ventaja más es que el texto está llegando por las redes sociales, cuestión que deberían aprovechar aquellos que se informan de los que acontece en el país mediante memes y fake news, que proliferan como información que sólo distorsiona y envilece el ambiente político nacional.
Dice el Presidente, en la introducción, que se trata de un texto íntimo que registra las acciones iniciales de un proceso con experiencias, en muchos casos inéditas, en la historia política de México, y que, en todo caso, lo que se propone es argumentar en torno del fracaso del neoliberalismo y explicar los fundamentos de su política, los fundamentos de lo que él mismo ha llamado, la Cuarta Transformación.
[b]El principal problema de México[/b]
Como lo ha hecho a lo largo de los últimos años, desde que inició sus andanzas y campañas por alcanzar la primera magistratura, López Obrador dedica el primer capítulo al tema de la corrupción, a la que siempre ha calificado como “el principal problema de México”. Con un recorrido histórico que comienza con los ejemplos de los moches desde la llegada de Hernán Cortés, siguiendo con los eventos de la época colonial y los primeros años del México independiente, concluye que la corrupción se instauró durante el porfiriato, período durante el cual se realizaron “jugosos negocios privados al amparo del poder público [...] -no desaparecieron en la época de los gobiernos posrevolucionarios- y fueron el principal distintivo de los procesos de privatización de bancos y empresas públicas durante el período neoliberal”.
Las anécdotas contadas de personajes como Gonzálo N. Santos y Carlos Hank González a lo largo del capítulo, ilustran la concepción que según él tenían los políticos mexicanos de la política y su sentido moral hasta 1982. De entonces en adelante, dice, durante el período neoliberal, “la corrupción fue indudablemente mayor que la de cualquier otro tiempo”. Al período privatizador de las empresas públicas que pretendió adelgazar al Estado para hacerlo más pequeño, y a la vez más eficaz -como reza el mandamiento neoliberal-, lo califica como un acto de confiscación que llevó a cabo un pequeño grupo que secuestró las instituciones públicas para su propio beneficio. “La corrupción se convirtió en la principal tarea del Estado”.
[b]Primacía del mercado sobre el Estado[/b]
La primacía del mercado sobre el Estado, dice el Presidente, fue el dogma en el que se fincó el diseño y la operación de las políticas públicas durante 36 años. El nacionalismo quedó atrás y la soberanía se volvió un concepto caduco frente a la globalización. Como doctrina fundamentalista se aplicó sin complacencias, a costa del crecimiento, el empleo y la distribución del ingreso. Las telecomunicaciones, la aviación, los astilleros, los ferrocarriles, los fertilizantes, las aseguradoras y los bancos, los ingenios azucareros, las minas, puertos, aeropuertos, autopistas, tierras ejidales, prácticamente todo se privatizó, lo que califica como el “parapeto para llevar a cabo el pillaje más grande que se haya registrado en la historia del país”, pero lo más importante de este diagnóstico es que para López Obrador este “bandidaje” es la causa fundamental de la desigualdad económica y social que hoy vive México.
Con todo, los datos que usa en el segundo capítulo del libro para documentar el fracaso del neoliberalismo son contundentes, y además ampliamente divulgados y conocidos: entre 1983 y 2018 la economía creció a una tasa de 2 por ciento en promedio anual, PEMEX cayó en quiebra técnica y hoy sólo produce 1.6 millones de barriles diarios, cuando al inicio del siglo su producción rebasaba los 3 millones de barriles al día. México es el país petrolero que más importaciones hace de gasolinas porque dejamos de invertir en nuevas refinerías y el dinero de las reconfiguraciones de las existentes se esfumó. Los salarios mínimos registraron un deterioro del 70 por ciento, la pobreza no pudo contenerse y “se encuentra por todos lados”, creció el tamaño de la economía informal a niveles sin precedente y la migración a Estados Unidos alcanzó sus picos más altos. El 10 por ciento de los más ricos concentran el 64 por ciento del ingreso nacional.
[b]Hacia la transformación[/b]
El capítulo tres está dedicado a la exposición de las políticas públicas puestas en marcha para alcanzar, según su autor, la transformación propuesta para México. Es, a mi juicio, la parte medular del texto, a pesar de lo cual tampoco ofrece nada novedoso, de no ser lo que ya ha planteado desde su toma de posesión, en el Plan Nacional de Desarrollo y en diferentes eventos con distintos sectores de la sociedad.
Sin embargo, tal vez valga decir que lo que ahora nos entrega en este libro, muestra claramente, y en términos generales, que lo que está haciendo es consecuente con el diagnóstico, y que, en todo caso, lo relevante y lo cuestionable radica en cómo está intentando resolver los problemas de México. Me parece que ahí es en donde el Presidente ha encontrado las mayores críticas y desacuerdos.
Es el modo, la forma, como está haciendo las cosas lo que disgusta a distintos sectores de la sociedad. Nadie duda de que la Ciudad de México necesita un nuevo aeropuerto, o de la pertinencia de que el dinero para los sectores vulnerables efectivamente llegue a los que verdaderamente lo necesitan, o de que hay que disminuir los índices de inseguridad y de violencia en México. El punto es si para ello era necesario cancelar el aeropuerto de Texcoco y construir el de Santa Lucía, si había que desmantelar los programas sociales del pasado, o sí los nuevos programas y la Guardia Nacional van a terminar pronto con la criminalidad que vive el país.
Dice, por ejemplo, que la corrupción es la causa fundamental de la desigualdad, de la inseguridad y la violencia, pero, según lo señala, no se detendrá en castigar a los responsables del pasado. Para él, lo central es evitar los delitos del porvenir, y por eso ahora se ha legislado al respecto y se tipifica esa práctica como delito grave.
Señala en el primer apartado de este capítulo que el tráfico ilícito de combustibles, el lavado de dinero, la evasión y elusión fiscales, el tráfico de armas, entre otras acciones, conforman un conjunto de prácticas que hoy se combaten con nuevas políticas puestas en marcha, con el correspondiente respaldo que les da la modificación que se ha realizado al marco jurídico en cada materia.
[b]Austeridad republicana[/b]
Enseguida se refiere a la política llamada de la austeridad republicana que, como lo ha señalado, se inspira en la figura y el pensamiento del Presidente Juárez. Aquí, da cuenta de lo que a lo largo del primer año de su gobierno ha puesto en práctica en el ámbito de la burocracia gubernamental, comenzando con la revisión a la baja de los sueldos de los servidores públicos, -iniciando con el suyo-, la cancelación de plazas y oficinas innecesarias, la cancelación de seguros y otras prestaciones de los servidores públicos, la concentración y control de las licitaciones públicas, la eliminación del cuerpo de élite del Estado Mayor, la puesta en venta del avión presidencial y otros medios de transporte , entre otras medidas. Reitera que los dispendios y la opulencia característica del aparato gubernamental “han llegado a su fin”.
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En los siguientes tres apartados vuelve a explicar sus postulados respecto de la separación del poder político y el económico, el de la democracia participativa y los principios de la política exterior que, de acuerdo con lo que ha dicho, recupera la tradición diplomática del Estado mexicano expresada en la Constitución. Tres asuntos sobre los que, sin duda, es notorio el cambio respecto de los gobiernos anteriores, con lo que ha implantado un nuevo estilo personal de gobernar.
Más adelante dedica varias páginas a explicar su concepción de la política económica y de las medidas que se han puesto en práctica en el primer año de su administración. Da cuenta del abandono del campo y de la producción agroalimentaria en la que incurrieron los gobiernos precedentes como causa fundamental de la migración a los Estados Unidos, así como las acciones, programas y políticas emprendidas por su gobierno.
En un claro deslinde respecto del neoliberalismo reivindica al Estado como promotor del desarrollo, destacando las medidas orientadas al fortalecimiento del mercado interno, el papel de la banca de desarrollo, la inversión en infraestructura y el desarrollo regional. Sin embargo, y en contraposición a ese deslinde, en materia de finanzas públicas, el Presidente defiende su política de superávit primario, un concepto y una política que se constituyó durante los últimos 36 años en uno de los dogmas más preciados del fundamentalismo neoliberal.
El denominado ajuste estabilizador que permitió reducir la inflación a niveles del 3 por ciento, a costa del crecimiento de la economía y del empleo. López Obrador defiende aquí su tesis de que acabando con la corrupción y reduciendo el gasto superfluo del gobierno, se puede financiar el presupuesto, sin recurrir a nuevos impuestos y a mayor endeudamiento. Una medida que, por cierto y a diferencia de la mayoría, ha sido bien recibida por los mercados, los organismos internacionales y el sector empresarial.
Aunque a lo largo del año ha sido evidente que los recursos del combate a la corrupción no han alcanzado para financiar el presupuesto, para 2020 se ha aprobado ya un paquete económico que reivindica de nueva cuenta una política fiscal restrictiva, aunque la prioridad ya no sea el combate a la inflación, sino que la economía crezca. Es decir, no hay ninguna posibilidad de emprender una política anticíclica desde el gobierno y se reitera el afán estabilizador.
El ejercicio fiscal de 2019 sobre el que nos habla el Presidente, ha puesto en evidencia que el combate a la corrupción no pone a disposición recursos suficientes para hacer frente a las necesidades de gasto del gobierno y del país, al menos no con la inmediatez que se requiere. La austeridad impuesta en el aparato gubernamental, si acaso, ha alcanzado para dotar a los programas sociales de un presupuesto inicial para ponerlos en operación, pero es evidente que la novatez y, en no pocas áreas del gobierno, la ineptitud de los servidores públicos, junto al compromiso del superávit fiscal, resultó en un ejercicio presupuestal desordenado y con nulo impacto en el crecimiento de la economía, situación que se reflejó esencialmente con la caída de la inversión pública.
[b]Cargas tributarias[/b]
La decisión del Presidente -reiterada ahora en su libro-, de no crear nuevos impuestos y de no recurrir a más endeudamiento, pudo verse al principio de año como una opción correcta, mientras se llevaba a cabo la revisión de las estructuras de gasto para eliminar lo superfluo, lo discrecional y de dudoso impacto. Sin embargo, a poco tiempo de cerrar el año fiscal, y dados los resultados en materia de crecimiento, cobra cada vez más importancia la necesidad de llevar a cabo una reforma hacendaria que fortalezca fiscalmente al gobierno.
Esta última idea, por cierto, no está en el libro del Presidente, ni una palabra respecto de esa posibilidad. ¿Cómo construir entonces un país con bienestar y seguridad para sus ciudadanos, que es lo que nos propone en la parte final del libro? ¿Cómo reconstruir instituciones fiscalmente fuertes que sean la base del Estado de bienestar que propone el Presidente? ¿Puede el Estado garantizar la paz y la seguridad de los mexicanos con instituciones técnicamente quebradas?
[i]*Profesor del CEPHCIS-UNAM [/i]
[b][email protected][/b]
Dependemos en demasía de la electricidad; ¿qué pasa con esos rincones del mundo que viven en penumbra?
Rafael Robles de Benito
El instituto electoral deberá emitir una resolución al respecto
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La censura intenta destruir la curiosidad humana, pero en los rebeldes, la alimenta
Margarita Robleda Moguel