Doña Paz

Antonio Martínez
Foto: Raúl Angulo Hernández
La Jornada Maya

Viernes 4 de octubre, 2019

Para conmemorar el fin del terrible conflicto conocido como la Guerra de Castas, el Cabildo de la Villa Blanca decidió plantar una estatua frente al edificio de los Correos, conocida como el monumento a la Paz de Castas. Es una imagen de la Pax Castrensis, la paz militar o impuesta por la fuerza, y por ello la helénica figura muestra una espada envainada, para que no se nos olvide. Si vis pacem para bellum.

Desde entonces nada ha cambiado. Esto se ha hecho aparente con recientes acontecimientos en La Villa Blanca, declarada con bombo y platillo como la capital de la Pax Confusa. Después del empacho de paz que sufrimos la semana pasada -semejante a un atracón de panuchos-, entramos en un periodo Post Pax, donde retornaremos a nuestro diario batallar aún más confundidos. Para tratar de paliar estos efectos nocivos en los habitantes de la Villa Blanca y evitar que vayamos a pensar que la paz es una sola, el Cabildo emitió el Bando Pax Confusa villalbensis, redactado por el escribano don Primitivo Pérez y el cronista don Orondo Batallas, donde se describen los diferentes tipos de paz, para que cada quien encuentre la que le corresponde por ley y nadie se confunda:

Pax (I, latín). Etapa en la que un imperio logra imponer su hegemonía sobre otro pueblo. La paz negativa, impuesta, la paz como ausencia de conflicto ostensible.

Pax (II, maya). Diecisieteavo mes del calendario Haab. En maya yucateco: música, atabal, tambor, tamboril y pandero. No tiene nada que ver con la otra pax, o quizás sí.

Pax (III). Abreviación para referirse al pasajero en el lenguaje de las aerolíneas. Se refiere al viajero reducido a la cualidad de bulto o problema. No tiene nada que ver con las otras, o quizás sí.

Pax Emerita. Obtenida a cambio de dinero o bienes. Paz comprada.

Pax turística. La única que importa.

Pax imperatrix. El imperativo categórico del billete verde.

Pax narcotica. La paz opiácea, preferida de la infalible madre Iglesia. También conocida como Pax illusoria, o Pax vanna; no confundir con Pax narconegociatoribus, La paz del silencio. Omertá. Ni hablar.

Pax venerea. Refiere al asunto de la sexualidad, que no nos deja vivir en paz. Tal cosa no existe en Yucatán. Dios nos libre. Gracias a quinientos años de evangelización, que aún continúa. Peccare et Precare, pecar y rezar. Todo infra tabula.
Pax porci. La paz escatológica. La paz de los tocinos que financian la paz. Muy recomendable.

Pax sepulchrae. La paz de los sepulcros, la única que le gusta a quienes mandan y debemos obediencia. También llamada Pax nulla, Pax ignota, Pax maculata, Pax impossibilis. Paz construida sobre la desmemoria de los caídos, desde Nachi Cocom hasta Efraín Calderón Lara, pasando por Jacinto Canek, Venancio Pat, Manuel Antonio Ay, Cecilio Chi, Jacinto Pat, José Venancio Pec, Florentino Chan, María Uicab, Felipe Carrillo Puerto y sus hermanos y tantos otros. Paz de olvido.

Pax aristocratos. La paz de los blancos, o Pax vera. Incluye patrullas nuevas, cámaras de video, armas de alto calibre, drones y helicópteros. Tecnología de punta. Muros, alambres y calles cerradas. Si es necesario, que uno de cada cinco habitantes sea un policía.

[b]Quedan avisados[/b]

Gustaba mi abuela de repetir la máxima de “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”, lo cual me viene a la memoria porque hay que aceptar que cuando tanto hablamos de paz es porque sencillamente no la hay. Y remataba con otro sabio refrán que también aplica: “De dinero y caridad, la mitad de la mitad”.

San Francisco de Asís, que se dio cuenta de que la paz sola no basta, prefería la expresión Pax et bonum, la paz y la bondad sean contigo. Grandes problemas nos devienen de no escuchar a los antiguos. Por supuesto que el Cabildo tampoco ha escuchado la voz de los mayas, ¿para qué empezar ahora?

Agotada tras una larga jornada cuidando ninios blancos en la colonia Mansiones del Norte, Doña Paz desciende de la guagua en el parque Eulogio Rosado y se detiene un segundo a recuperar el hálito bajo la sombra de un laurel. Aún ha de pasar a Fantasías Simbad a comprar unos botones, a Electrocruel a pagar el ventilador, y a Prenovias a abonar el vestido de su hija. El día ha sido extenuante, porque la señora, doña Nancy, ha andado todo el día fuera, ya que consiguió entradas preferentes para la Cumbre de la Paz Confusa y sus hijos son unos kisines con serios problemas de conducta, ya que Doña Paz es la única que les provee de afecto.

Piensa Doña Paz, mientras mira a la estatua de la Paz de Castas, tan salpicada de palominos la pobre, que si los dzuloob, en vez de tanto latín, supieran hablar la lengua maya, lo podrían entender mejor. Paz, en maya yucateco, se dice Ets’aan, que es cosa que está firme y fija, sosiego, paz y consuelo. También se usa Hets’el, de la raíz hets’, que significa sopesar la carga que uno lleva, aliviar la carga, afirmar, asentar y apoyar con firmeza. Y quizás la más hermosa de todas, Hun ol: literalmente, de un solo corazón, de una sola voluntad.

Pero nadie pregunta. Nadie escucha. Doña Paz levanta su sabucán y sigue su camino de regreso a Mayalandia por el Paseo de las Bonitas. La estatua de la Paz de Castas la ve alejarse y perderse entre el gentío y los tricículos, el ruido de las guaguas y los puestos de tortas de asado.

Dicen que en las noches en que el polvo de las hadas de la ceiba duerme a toda la ciudad, la mujer griega desciende del pedestal, suelta la pesada espada de la paz y se desprende de su vestido para bañarse en el estanque bajo la luz de la luna llena y lavar sus trapitos con pétalos de flor de mayo. Que es cosa digna de verse, pero solamente la han visto algunos teporochitos del mercado. Dichosos ellos. Pax et bonum vobiscum.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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