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Óscar Muñoz
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 2 de octubre, 2019

Recientemente el Librobús de Educal visitó algunas comunidades de Yucatán, como parte de un programa nacional que busca incentivar la lectura entre la población infantil y juvenil del país, sin embargo, nunca será suficiente con este tipo de visitas si no están acompañadas de un programa permanente que le dé continuidad a tales excursiones. Un camión con libros siempre será importante que llegue a lugares donde no hay una sola librería y donde las bibliotecas están echadas al olvido.

Habrá que subrayar que la lectura es un acto que implica un proceso continuo y permanente, si es que realmente se quiere que la gente lea. No bastará con visitas relámpago de un día; se requiere que, si bien la visita del Librobús podría ser el arranque generador que despierte el interés por la lectura, haya una serie de actividades que den continuidad a las diversas lecturas que la población infantil y juvenil podrían realizar a lo largo del año, en tanto el camión de libros regresa a estas comunidades. Tales actividades muy bien podrían ser dirigidas por personal local, ya sean los docentes, bibliotecarios o un equipo profesional que se haga cargo de esta gran tarea.

No habrá que olvidar, por otra parte, que se vive la era de la ansiedad generada por las nuevas tecnologías y las redes sociales. De acuerdo con lo pronosticado por el poeta inglés W. H. Auden, la gente ha perdido la oportunidad de sentarse para leer tranquilamente un libro o una revista o un diario, adentrarse en el texto y detener el tiempo para abrir otro diferente a partir de lo que la escritura sugiere. En estos días casi nadie puede desconectarse de los dispositivos tecnológicos para leer con la paciencia que exige el texto que se tiene enfrente. Ya es difícil hoy en día leer un texto, de principio a fin, sin desesperación, sin cansancio, sin interrupciones, sin distracciones y sin querer pasar con urgencia a otra cosa. Esta es la característica básica de la era de la ansiedad.

[b]Analfabetismo funcional[/b]

La tendencia actual es culturalmente preocupante: la Internet y la tecnología derivada han creado un nuevo analfabetismo funcional: las personas saben leer pero no leen tal como les exige el texto que tienen enfrente, es decir, no mantienen la atención suficiente en el acto lector y en consecuencia no son comprendidas cabalmente las ideas de lo escrito ni hay la abstracción necesaria para recrear lo sugerido en el texto ni las emociones que éste podría desatar ni los efectos estéticos de las obras literarias que pudiera generar.

Luego de que en los siglos XIX y XX la lectura se practicara en silencio y en soledad, en esta época las condiciones han cambiado drásticamente: el silencio ha sido sustituido por un ambiente ruidoso siempre presente y de fuentes diversas, que distrae sin lugar a dudas, y la soledad ha sido reemplazada por la compañía virtual de los demás (mensajerías y redes sociales), todo lo cual interrumpe la lectura en todo momento. Y esta situación, al parecer, es obviada por el programa que rueda a través del Librobús. Todo parece muy ingenuo.

La lectura ha sido considerada importante porque durante siglos, los libros fueron considerados almacenes de conocimientos diversos que estaban fuera de la memoria. Históricamente la escritura ha sido uno de los saltos civilizatorios de la humanidad con mayor relevancia cultural. Sin ella, de seguro que los humanos hayan cometido los mismos errores de los antepasados. Junto con la técnica, la escritura y la lectura son las dos herramientas fundamentales para el desarrollo cultural de cualquier sociedad.

Leer no es simplemente reconocer signos escritos y descifrarlos, implica entender con amplitud el sentido de lo que se lee, tanto su sentido literal como su sentido figurado, la utilización de cierta palabra en un párrafo, el mensaje que se quiso transmitir, el enfoque ideológico del escritor y demás aspectos que encierra un texto. Ante ello, los analfabetas funcionales de esta época tienen, en efecto, las habilidades necesarias para descifrar las palabras, pero no alcanzan a comprender el texto que las incluye. Es tanto como un desperdicio de todo aquello que fue invertido para aprender a leer.

Por lo anterior, será imprescindible diseñar programas permanentes que despierten, en efecto, el interés por leer y que den continuidad a la experiencia de la lectura, y no caer en la simulación de un programa relámpago, como llamarada de petate, y deje nuevamente en el abandono a los lectores potenciales. La población infantil y juvenil de Yucatán, y también del país entero, tiene el derecho a la lectura, pero en condiciones adecuadas para que ésta recupere su condición de herramienta estratégica para el desarrollo cultural del estado y la nación.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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