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[i][/i]Martha Adriana Morales Ortiz, [i]Colibrí[/i] y César Daniel González Madruga, [i]El Siervo[/i]
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Martes 30 de julio, 2019

A lo largo de mi vida en la lucha por la sustentabilidad me sigo despertando cada día pensando en nuevas formas de contagiar a más gente, a tomadores de decisiones y de buscar testimonios que me acerquen la certeza de que será posible alcanzarla a pesar de estar frente a un escenario de la realidad verdaderamente pesimista.

En estos años he visto con frustración cómo la inmensa mayoría de las metas que nos trazamos como humanidad para no comprometer nuestra existencia en el planeta simplemente han resultado estériles y hemos estado lejos de cumplirlas. Por ejemplo, en la COP16 en el año 2010 se firmó en consenso de todas las naciones que no podíamos “nunca jamás” rebasar las 350 particular de GEI por millón, para ello se implementaría una serie de acciones que nos permitieran no cruzar esa línea mortal, sin embargo, hace poco más de dos meses rebasamos las 420 partículas por millón.

Lo mismo sucedió en el caso de la agenda 21 que marcó la ONU que a pesar de que los gobiernos invirtieran grandes cantidades de recursos para su cumplimiento, esta agenda distó mucho de lograr sus objetivos. Así podría enumerar un largo etcétera.

Como síntesis a lo anterior, resultan atinentes las palabras de Carlos Monsiváis cuando sostenía “no es que sea pesimista, es que la realidad es pésima”.

[b]Sustentabilidad como moda[/b]

En este tiempo también he descubierto cómo la sustentabilidad se convirtió en una moda en el discurso, pero que en su mayoría es demagogia pura; es decir, empresarios, políticos y reporteros usan la sustentabilidad como un concepto del que llenan sus discursos, slogan o escritos, pero a la hora que se debe de “aterrizar” acciones equilibradas entre el bienestar social, la armonía con la naturaleza y la viabilidad económica (los tres componentes de la sustentabilidad) es cuando las cosas se ponen complicadas, porque la búsqueda de este equilibrio no es tarea fácil y sobre todo porque cuando verdaderamente se hace, se llegan a “pisar muchos callos”.

Sirva de ejemplo el municipio de Tulum, en Quintana Roo, un destino que se convirtió en uno de los favoritos por un segmento que valora la naturaleza como la máxima percepción del lujo pagando precios muy altos, y muchos hoteleros que supieron entender esta dinámica crearon cientos de desarrollos “ecológicos” o que al menos así se anuncian, pero que al meterse a las entrañas de su funcionamiento varios son lo que en marketing se le llama “pintaditas de verde” o “Green Wash”, es decir, se anuncian como sustentantes pero sólo es una fachada. Allí compiten deslealmente con quienes sí están haciendo inversiones y esfuerzos muy importantes por la sustentabilidad de sus comercios, por ello la Secretaría de Turismo del gobierno de México ha comenzado a implementar acciones para que no se juegue con las confianza de los turistas.

Otro caso a destacar es el conflicto que existe en el municipio de Calakmul, Campeche, que de acuerdo al Inegi cuenta con 90 por ciento de la población en situación de pobreza, por lo que la mayoría de ellos tanto en su cabecera municipal, Xpujil, y las más de 80 comunidades que lo conforman, han buscado siempre opciones y alternativas para su desarrollo. A pesar de que han hecho esfuerzos loables, siempre se han topado con muchos ecologistas no sustentables que soslayan los aspectos sociales de la población.

[b]Confianza recuperada[/b]

Sin embargo, en estos momentos en particular he recuperado la confianza porque he descubierto a cientos de personas que desde su ámbito de competencia, de corazón y por convicción, han dejado la palabrería para pasar a las acciones. Por ejemplo, Enrique Rodríguez, director de turismo de Calakmul, quien impulsa modelos de turismo rural y ecoturismo en su municipio; o Arnold Ricalde, uno de los más destacados activistas para eliminar el plástico en México y particularmente para la concientización del manejo de los residuos en Tulum; o Gemma Santana, quien actualmente funge como Directora General de la Agenda 2030 de la oficina da presidencia a cargo de Alfonso Romo, quien ha logrado contagiar de manera inteligente a muchos de sus colegas funcionarios de la importancia de llevar acciones coordinadas para lograr los Objetivos del Desarrollo sostenible en México.

La tarea es mucha, el reto gigante, los riesgos enormes, pero las convicciones de los seres de luz despiertos es de una grandeza de espíritu tal que no tengo la menor duda que México logrará ser un vórtice de sustentabilidad en el mundo.


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