Quiero mi empréstito

Jhonny Brea
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Viernes 19 de Julio, 2019

Ya los vi y ni modo, de envidia también peca uno. Buena parte de mis contactos en Facebook ya están publicando fotos de sus pies entre los hilos de una hamaca, y el fondo parece ser el mar de Chicxulub. Qué más quisiera uno, pero las vacaciones de esas que uno se va a otro lugar a tomar las aguas mientras sostiene en el amplio abdomen un tazón de náncenes se me han quedado en el anhelo. Porque además todavía estamos en época de huayas, en nance y el zaramullo vienen después.

Mientras, no queda otra que patear la pared –desde mi hamaca, por supuesto, mis emociones todavía no hacen explosión a tal grado– en lo que se acumula la tensión de las vacaciones de mis engendros. Lo bueno es que ambos llegan ahora por la tarde y se echan una siesta de tres horas. ¡Bendito curso de verano del Seguro! Fue una medida un tanto desesperada, pero resultó económica, ven varias actividades físicas para evitar eso de que suban cuatro kilos si permanecen encerrados en casa, y lo mejor es que dura un mes. Como sea, es preferible tener niños cansados a cartera exhausta por tanta compra de comestibles.

A todas éstas, como solución, estoy pensando promover una iniciativa ciudadana para que todas aquellas familias trabajadoras de Yucatán disfruten de La Temporada como debe ser: estancia de un mes en cualquier playa comprendida entre Celestún y El Cuyo. Para eso, vamos a necesitar de un empréstito, y hay que platicarlo en el Congreso.

Por supuesto, habrá que hacer acopio del aplomo de macho omega grasa en pecho, espalda peluda, nalga laminada, abdomen de lavadora y bebedor de cerveza light para visitar a los diputados de todas las bancadas, menos a los de Morena porque esos votan en contra hasta los estatutos de su partido.

Pero imaginen esto: Hacemos la estrategia [i]Yucatán Renovado[/i], consistente en que a cada familia residente en el estado se entregue una tarjeta de [i]Bienestar en verano[/i], con una cantidad de dinero, un traje de baño acorde a la edad y sexo (así como reparten chamarras a los rapaces en invierno), un vale de descuento en paseos por la ría, por cada integrante.

La lana, para el alquiler del espacio temporal de residencia; lo demás, ya es disfrute. Y es más, ni siquiera tendría que verse como un crédito. Es una inversión en nuestra seguridad y preservación de la cultura. Bien visto, ni será necesario andar organizando festivales por la veda del mero.

Porque mientras, uno anda en la angustia entre si sale un fin de semana o va fondeando los útiles escolares para dentro de seis semanas. Y en el caso de mis engendros, hay que ver también uniformes y zapatos. Por cierto, el otro día, mientras andábamos tendiendo la ropa –ustedes saben, las labores propias de mi sexo– [i]La Cutusa[/i] me preguntó si su tío [i]Nani[/i] había pasado a la casa a cambiarse después de la marcha del orgullo LGBT en Progreso.
-Para nada, corazón. ¿Por qué lo dices?

-Es que mira este bóxer, sólo lo acercas un poquito a la luz y está todo transparente. Pensé que lo usó en el desfile.

-¡Es mío, mentecata rapazuela! Contesté arrebatándole la prenda. Uno como sea sobrevive, pero ellos van con sus uniformes completos, y ropa interior también.

[b]Macho omega que se respeta[/b]

Puedes haber tenido la peor jornada, sentirte una piltrafa y vivir que tu autoestima es directamente proporcional a la cantidad de dinero subsistente en la cartera; pero si logras ganarle a la lluvia y descolgar la ropa seca, serás el héroe del día.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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