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La Jornada Maya
Foto: Silvia Barbotto

Lunes 17 de junio, 2019

Hay números que obsesionan. El número uno, el primero. El número diez, el cien y, claro, el mil. Algo tienen los unos y los ceros que, hasta el lenguaje del futuro presente -el de las computadoras- se escribe con ceros y unos.

En la antigüedad, cuando empezamos a contar, decir mil era otra forma de decir infinito. Mil cosas de algo era difícil de imaginar. No existían muchas cosas en conjuntos de mil, sólo los granos de trigo, arroz o maíz. No existían mil problemas y nadie tenía mil millones.

Después, en los inicios de la civilización, para describir una flota naval de tamaño increíble, se decía que tenía mil barcos. Agamenón, citando de forma literal a Homero, partió con Aquiles, Ulises y "más de mil barcos" para derrotar a Troya y someter nuevamente a Helena.

Una imagen vale más que mil palabras, es otra forma de decir que mil es casi infinito, que con mil signos apenas se puede intentar describir lo casi indescriptible.

El que fabrique mil cigüeñas de origami en un día, dice la mitología japonesa, podrá pedir el deseo que quiera a una cigüeña. Obvio, no se clarifica qué cigüeña, ni si el pedirlo significará obtenerlo.

Sobre todo, mil noches son todas las noches del mundo. Mil y una noches es la forma de decir “todo el tiempo del mundo y después un día más”.

Esa es precisamente la unidad de tiempo que le tomó a Scheherezada enamorar al sultán Shahriar. Pocos caen en la cuenta que ella sólo contó mil historias, porque en la noche mil y uno ella adquirió el estatus de esposa. [i]Hezar-afsana[/i] es, en traducción estricta del persa, el libro de [i]Los Mil Mitos[/i].

Mil son los goles que, aseguran, anotó el Rey Pelé a lo largo de su carrera; mil son los imparables que debe conectar un bateador para tener un lugar en la memoria del Rey de los Deportes y esa también es la cifra de victorias que ha superado Roger Federer en la historia del tenis.

Así, mil es lo que toma conquistar Troya, mil es lo que se necesita para intentar igualar una imagen con palabras y mil es lo que toma conquistar el corazón del más despechado de los gobernantes o de los más renuentes aficionados.

[b]Ejemplar número mil[/b]

El número mil dejó de ser una abstracción para convertirse en una meta. Éste es nuestro ejemplar número mil.

Mil barquitos de papel y tinta, de tamaño tabloide, con los que hemos intentado describir -con mil prisas cada media noche, para mandar todo a la imprenta- la realidad vibrante, cautivadora y, a veces, espeluznante de esta Península que es nuestra casa.

Una Península (con mayúscula) de más de mil cenotes, mil ciudades mayas, mil playas, mil hazañas y, también, mil agravios y pendientes sociales, ambientales y de género. No bastarían mil palabras para describir su historia, su presente y sus anhelos. No hay infinito tan grande.

En [i]La Jornada Maya[/i] mil ejemplares es nuestro comienzo, es la forma de estar para quedarnos en esta Península tan grande, que en ella caben tres patrias: Campeche, Yucatán y Quintana Roo, en estricto orden de oeste a este, de izquierda a derecha, como si le tomaran una foto a esta inmensidad geográfica.

No les vamos a contar de las angustias, apuros, bordes de abismo y quiebra que hemos visto pasar para salir cada día en tinta y papel, en el internet, en el canal de comunicación que se pueda.

Dice una frase aciaga que "una mentira repetida mil veces se convierte en verdad". En esta casa editorial diferimos en absoluto. Aquí estamos seguros que una verdad merece ser leída mil veces para convertirse en historia.

De historias está hecho el periodismo y para contarlas hacen falta penas, no sólo alegrías. Hace falta coraje, no sólo curiosidad. Hace falta disciplina, no sólo inspiración. Sin embargo, eso es irrelevante, lo que cuenta es lo que llega a manos del lector, a manos tuyas, a manos de varias decenas de miles cada día, por mil veces ya.

Hemos aprendido mucho: que la noticia es moneda devaluada, hoy hace falta contar historias y visiones. Que una realidad más compleja exige contenidos propios, trabajados a pulso y seleccionados con la humildad de quien al final sirve y trabaja para el lector, no para el medio. Que hay que escribir sobre los tiempos, que nuestra razón es el paisaje social, no el día a día; que un periódico no tiene que morir y renacer cada 24 horas. Que la historia sí juzga y rara vez absuelve.

Qué fácil es levantar la voz, gritar, difamar, inventar, repetir, sazonar, pontificar, dar sermones y lecciones morales. En cambio, qué difícil -qué brutalmente difícil- es ser caja de resonancia, es ser voz de otros y de todos.

Esa es la humildad con la que asumimos esta ya milenaria tarea de hacer periódico, en tiempos del amor por las redes sociales.

Hoy se cumplen los primeros mil, ha sido un [i]mil-agro[/i], sin embargo, mañana serán mil y uno y esperamos que entonces decidas quedarte con [i]La Jornada Maya[/i], para que nosotros, tu equipo, podamos seguir contando sobre el mundo que tu voz, opinión, letra y esfuerzo, construyen, protagonizan y harán realidad en el presente y en mil futuros más.

Mil gracias, lector jornalero.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]


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