de

del

Editorial
Foto: Presidencia
La Jornada Maya

Miércoles 29 de mayo, 2019

Hace unos días apareció el Presidente en los medios explicando la racionalidad de las quemas agrícolas, desde una milpa en el municipio de Ocosingo, Chiapas. Para empezar, hay que dejar sentado que es refrescante, y digno de aplauso, ver a un Presidente de la nación de pie entre los surcos de una milpa, tocando de veras el maíz ya en rastrojo, y explicando de manera franca y llana lo que él considera una práctica agrícola ancestral, que es además responsable de la producción de buena parte de los alimentos que llegan a la mesa de la mayoría de los mexicanos.

Detrás de él, mientras explicaba su postura, se podía observar un lomerío aparentemente calcinado. La imagen y el discurso dan mucho qué pensar. Habría que considerar con seriedad y objetivamente qué tan cierto es que las prácticas tradicionales, por el hecho de serlo, resultan sustentables; sobre todo cuando encaramos en un mundo cambiante escenarios de emergencia, ruptura o crisis climática, generados a todas luces por actividades humanas vinculadas con la producción de bienes, y en general, por formas de vida del todo insustentables.

Así empezaba el viernes pasado la pieza que pensaba enviar a [i]La Jornada Maya[/i] esta semana, donde tenía la intención de continuar discutiendo qué tan sustentable puede resultar en la actualidad la producción agropecuaria que utiliza el fuego como herramienta, y qué tanto dificulta el cumplimiento de las metas de disminución de emisiones de gases de efecto invernadero y de abatimiento de la deforestación, comprometidas por el país y por los estados de la Península de Yucatán, para los años 2020, 30 y 50, cuando de pronto, el sábado por la mañana apareció la noticia de la renuncia de la maestra Josefa González Blanco Ortiz Mena de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

La vorágine de información desatada a raíz de esa renuncia, los comentarios en medios y redes, y las especulaciones me hicieron dejar de lado la discusión acerca del fuego agrícola y sus consecuencias, y abrir el alcance del análisis a la política ambiental nacional, a la luz de una circunstancia nueva, aunque no del todo sorpresiva. Lo cierto es que, después de los meses de virtual silencio de la titular de la Semarnat ante los severos recortes presupuestales, el desenfado con que se anuncian grandes proyectos de obra (Tren Maya, corredor transístmico, refinerías y demás) como ajenos a cualquier requerimiento de evaluación de impactos ambientales, y la ausencia absoluta del medio ambiente en el Plan Nacional de Desarrollo, la renuncia de la maestra Josefa, tal como fue presentada, parece un pretexto casi tan banal como pueril.

[b]Enderezar la marcha de la política ambiental[/b]

En realidad, el papel de Josefa como secretaria del medio ambiente siempre le quedó grande, y su renuncia era cuestión de tiempo. Ahora, el Presidente ha nombrado a una persona que –a juicio de muchos de quienes hemos estado durante toda nuestra vida profesional involucrados con el sector ambiental– sí puede resultar capaz, y bien capaz, de enderezar la marcha de la política ambiental mexicana: el doctor Víctor Manuel Toledo Manzur.

Cabe recordar que Víctor Toledo no ha sido solamente un destacado ecólogo y biogeógrafo, sino también un trabajador consistente y consecuente en favor de las causas campesinas e indígenas que reconocen en nuestro país los vínculos fundamentales de los pueblos originarios y la construcción del paisaje nacional. Su compromiso genuino con una propuesta profunda de ecología política, y una perspectiva de izquierda de toda la vida, no han impedido que sea una clara voz crítica de algunas decisiones de la 4T, que parecen brincarse a la torera tanto los requerimientos ambientales que demandan sus proyectos, como la necesidad de someter a consultas acordes con las directrices de la OIT aquéllos que inciden en territorios donde habitan los diversos pueblos originarios que han ido conformando nuestra nación.

El nombramiento del doctor Toledo ha traído nuevos alientos de esperanza para el sector ambiental y las preocupaciones que compartimos quienes formamos parte de él. Queda ahora pugnar para que tenga acceso a las herramientas y recursos adecuados y suficientes para cumplir de manera eficaz con las tareas que le han sido encomendadas; y nos queda a todos la labor de apoyarlo de manera crítica y proactiva, para sacar la política ambiental mexicana del marasmo en que se ha sumido a lo largo de los últimos tres lustros.

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