La guerra contra el sargazo

Otto Von Bertrab
Foto: Juan Manuel Valvidia
La Jornada Maya

Lunes 13 de mayo, 2019

La semana pasada se anunció oficialmente que la Marina será quien dirija el combate al alga de sargazo que sigue llegando a nuestras costas sin descanso ni tregua, poniendo en riesgo al atractivo turístico del Caribe mexicano y la salud e integridad de los millones de pobladores que habitan en la zona, cuya gran mayoría viven directa o indirectamente del turismo.

Llevamos tres años siendo víctimas de los continuos embates de la naturaleza, pero este año viene más fuerte y más intenso que nunca; incontables islotes flotantes de alga se acercan por el Mar Caribe, como “kamikazes” dispuestos a perder la vida con tal de causar el mayor daño posible. Cuando el alga está en el mar, vive y se multiplica a un paso acelerado, pero muere una vez que llega a la orilla; en su proceso de descomposición emite gases, substancias y aromas indeseados que no sólo afean el paisaje sino que ponen en riesgo la salud de los ecosistemas costeros de los cuales los humanos formamos parte.

Los científicos están desconcertados: no acaban de entender a ciencia cierta las causas y efectos de este fenómeno, pero se presume que es la manera en que la naturaleza se está curando de la contaminación vertida hacia los océanos por parte de la actividad humana. Esta alga se nutre de nuestros desechos vertidos en ríos y océanos, y la naturaleza los está regresando a nuestras costas como bombas putrefactas de materia orgánica.

Esta guerra apenas comienza; la primera línea de combate han sido los sargaceros, hombres fuertes y mal pagados que, por 5 mil pesos al mes, se han roto las espaldas rastrillando y apaleando a mano kilos que se convierten en toneladas de alga recalada en las playas de los hoteles. Ante el inminente fracaso de esta rudimentaria estrategia, la táctica de los más pudientes pasó a colocar barreras en el mar y así impedir que las islas de alga lleguen a la playa, pero de poco ha servido este multimillonario esfuerzo ya que las enormes cantidades de material han rebasado las boyas y diques. Se presume que con inteligencia de imágenes satelitales, complementada con información de sobrevuelo de drones y aviones podríamos dirigir a grandes barcos con redes y así capturar al alga en el mar, pero esta tarea implicaba importantísimos recursos que nadie sabe de dónde sacar.

La propuesta del Presidente ha sido confiar a la Marina para que lidere este monumental esfuerzo. Afortunadamente, en México no tenemos guerra y por eso podemos y debemos usar las capacidades de nuestros ejércitos para combatir los embates de la naturaleza. Esta circunstancia no se debe de tomar a la ligera, el anuncio ha sido bienvenido, pero el alga sigue llegando incansable, arrastrada por las corrientes y los vientos. Si queremos seguir siendo una potencia turística hay que defender la reputación de nuestras hermosas playas.

Con esta decisión, AMLO ha demostrado su liderazgo como “comandante en jefe”: la guerra está declarada, esperemos poseer las capacidades técnicas para enfrentar a este enigmático enemigo, pero lo más importante será desarrollar rápidamente la inteligencia necesaria y dejar de dañar al medio ambiente, si no lo hacemos hay que tenerlo por seguro que la guerra está perdida. De la naturaleza tendríamos que ser amigos, cuidarla y protegerla, en lugar que lidiar una batalla en su contra. Pero por lo pronto, en el corto plazo no nos queda de otra más que intentar proteger nuestras playas a como dé lugar.

[b][email protected][/b]