Óscar Muñoz
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Martes 9 de abril, 2019
Más allá de los objetivos precisados en los programas de educación básica respecto a la lectura, están las intenciones de algunas familia de conseguir que sus hijos sean “buenos lectores”. Habrá que aclarar que otras familias, la gran mayoría, están ocupadas en sus actividades de manutención o de sobrevivencia, por lo que no aparecen aquellas intenciones de lograr que sus hijos resulten “buenos lectores”.
Por lo general, estas familias que están ocupadas en sobrevivir, se contentan con que sus hijos asistan a la escuela y ahí aprendan lo necesario para su formación. Muchas veces, estas familias enfrentan una situación paradójica: las demandas de lectura y escritura de sus propios hijos a través de las tareas escolares. Sólo las familias “instruidas”, principalmente las de clase media, que llegan a tener algo de tiempo para con sus familiares, tienen la posibilidad de inducir en sus hijos el gusto por leer y hasta el hábito lector.
Entre las teorías y experiencias que circulan entre los promotores de la lectura, destacan las imágenes ideales de familias donde todos leen: los padres ante los diarios, revistas y novelas; los jóvenes con sus investigaciones, enciclopedias y libros de consulta, y los más chicos con sus libros de relatos favoritos. Sin embargo, a pesar de que esta imagen tiene mucha fuerza ideal, cada vez ha sido más difícil encontrarla en algunas familias. En los últimos años, los miembros de la mayoría de las familias que bien pudieran promover en sus hijos la lectura, pasan más tiempo frente la computadora o el teléfono móvil.
En realidad, las familias lectoras son contadas y pueden ser reconocidas a través de sus hijos, muchos de ellos personalidades de la literatura, el periodismo o la investigación. Por lo regular, en estas familias no sólo existen padres lectores y libros en casa; también cuenta mucho la formación o el nivel de escolaridad de los padres, quienes, además de tener algún título universitario, algunos contaron con instructores particulares o asistían a clases extra, ya sea de música o idiomas. Algunos ejemplos de estas personas destacadas con familias de este tipo son muy reconocidas por el público, como Carlos Fuentes o Jorge Luis Borges.
Si bien es cierto que la familia, antes que nada, necesita asegurar la manutención de sus hijos, también es necesario que ésta haga lo que esté al alcance de sus posibilidades para que sus hijos obtengan otro alimento complementario, el cultural, es decir, el que favorece el pensamiento, la imaginación y la creatividad. Co ello, la sobrevivencia no sólo sería exitosa, sino también serían abiertos caminos para la superación personal y familiar. Y por supuesto que habrá sacrificios y demás esfuerzos, porque no será tan simple ni fácil. Para ello, serán imprescindibles programas culturales y educativos que auxilien a las familias en esta empresa, como la promoción de la lectura familiar y otras opciones.
Más que instrumentar estrategias para que los padres acerquen a sus hijos a la lectura, habrá que plantear ideas para involucrar a los jefes de familia a participar con sus vástagos en programas especiales de lectura familiar. Por otra parte, habrá que encontrar el modo de que los padres de familia se acerquen a aquellas instituciones que puedan proporcionarles el servicio de la promoción de la lectura o les ofrezcan otras opciones para fomentar familiarmente la lectura.
Si bien todo individuo adquiere su lengua materna, que es la oral, en la familia, la lectoescritura será su segunda lengua, con otros códigos -en este caso gráficos-, y es aprendida fuera de la familia, en la institución escolar. Aunque las instituciones sociales, como la escuela o una casa de cultura, son responsables directa e indirectamente de la lectoescritura como segunda lengua, ello no significa que la familia sea liberada de toda responsabilidad para fomentar la lectura en la casa. De aquí la importancia de establecer vínculos entre las familias y las instituciones educativas y culturales para favorecer el fomento de la lectura en una sociedad tan afectada por el analfabetismo funcional.
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