De comienzos y finales; el desarrollo compartido

La Jornada Maya
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Jueves 4 de abril, 2019

Origen es destino. El comienzo de algo dicta, en mucho, su final. Aquí en Yucatán lo hemos visto y vivido en primera fila.

En el 2007 el nuevo gobierno arrancó con ritmo vertiginoso y el final fue de vértigos. En 2012, la administración que inició apostando por la continencia moral terminó en la timidez política. El gobierno de Mauricio Vila empezó con seriedad y mesura, lo que puede augurar un final con resultados claramente medibles.

Un gobierno no es un espectáculo ni voluntarismo carismático o de discreción a ultranza; es una labor para construir equilibrios posibles y gestos concretos, antes que mediáticos. Sólo un desfasado, en estos tiempos, puede pedir un gobierno que sea espectáculo central y un gobernante acción principal de la comunidad, eso ya lo vivimos en décadas pasadas con caciques, caudillos e iluminados; conocemos los resultados.

El gobierno estatal parece tener claro que su tarea es ser, sobre todo, un agente facilitador de las potencialidades sociales: está para ayudar a hacer, no para hacer por nosotros.

Eso se llama un gobierno que empodera a la sociedad, antes que regirla o pastorearla, así muchos añoren pastores de otros tiempos.

El gobierno vertiginoso y de arrebatos sólo le puede interesar a los que gustan del pasado, de nota sensacional, de tendencias autoritarias o, peor, de prebendas para soplar en hogueras de vanidades. El estado no debe reinventarse cada seis años a capricho del nuevo líder; esas son fiebres nostálgicas.

Dicho lo anterior, el nuevo gobierno ha planteado qué rumbos va a recorrer, en el Plan Estatal de Desarrollo.

Piensa ser rector de los servicios y ver que los servicios públicos sean una fuerza del desarrollo: ahí está, como ejemplo, la nueva política de transporte, en la que ha tomado -sin timidez- el toro por los cuernos.

Reducir la tarifa no sólo tiene un beneficio social contante y sonante a las familias que viven en pobreza y pobreza moderada en Mérida; es presionar el botón de reinicio de la dinámica entre concesionarios y gobierno de forma más sana y hacia soluciones reales. Quien crea que el ahorro al usuario es poca cosa, o puro populismo, es porque en su torre de marfil los camiones no pasan. Que el transporte ayude y no estorbe parece el rumbo.

En equidad de género, el compromiso pinta en serio. Las mujeres pintan, pesan, se sienten en este gobierno. Después de décadas de ocupar puestos administrativos secundarios o decorativos, su presencia es real en los asuntos públicos. Falta mucho, pero no olvidemos que venimos de una situación de alerta de género. En seis meses la apuesta es clara: dar poder y espacios a la mujer es la mejor forma de empoderarla, la mejor forma de respaldar una equidad que la deje ser, hacer y decidir.

En seguridad, la apuesta es similar; reforzarla para que nos permita hacer más, para que las fuerzas productivas y creativas no sean estorbadas por la falta de paz social.

En materia de presupuesto lo mismo: no gastar menos sino gastar mejor, evitar el gasto ocioso para priorizar la inversión; sumar a la sociedad y dejarla hacer más y mejores cosas con el presupuesto de todos

En salud, la lógica se repite: médico a domicilio y otras estrategias para empoderar al ciudadano, liberar sus tiempos de traslado, colas y enfermedades catastróficas atendidas demasiado tarde. El gobierno quitando obstáculos para que los yucatecos podamos vivir una vida plena y con más alcances.

El festival de la veda es otro botón de muestra. Para dar más opciones a las comunidades de la costa y liberarlas de su dependencia de subsidios, programas de empleo temporal y hasta del agiotista de la esquina cuando es tiempo de cuidar los recursos naturales.

En adición a todo eso, una sólida y reforzada calificación a las finanzas públicas recién obtenida habla de un gobierno cuyo manejo financiero no será un riesgo o un problema para la sociedad, sino un referente de certidumbre en tiempos complicados y de río revuelto a nivel regional y global.

El que tenga ánimo moderno puede ver al gobierno de Yucatán actuando en decenas de frentes, de forma decisiva, invirtiendo para permitir que tomemos nuestro destino en nuestras propias manos, para quitarnos problemas; no ser problema y permitirnos hacer más.

Incluso en el combate a la corrupción y aclaración de puntos grises del pasado, no hay justicia vengadora, sino presentación de demandas; dejar que los procesos jurídicos sigan su curso, como debe ser en cualquier sociedad de leyes.

Pareciera que el lema de merecer más, mucho más, es con toda justicia merecer decidir más, merecer compartir y pesar en las decisiones, es tener un desarrollo compartido de certezas y trabajo liberador de redes clientelares y asistenciales del pasado.

Sin duda, habrá quienes extrañen al caudillo, al jalach uinik, al que con gestos y miradas hacia aparecer puertos, hospitales, torres y murallas y con esa misma mirada fulminaba carreras, empresas y voces; pero en el siglo XXI, Yucatán merece ser dueño de su destino, con un gobierno que dé poder para decidir a su comunidad y la haga partícipe, quite obstáculos que frustran vidas, iniciativas y fuerzas productivas. Un desarrollo compartido, cierto, mesurado y con intervenciones públicas efectivas y precisas.

Un inicio compartido puede augurar un futuro mejor para todos.

*El papel arde a los 233 grados centígrados, tal como lo hace en la inmortal novela de Ray Bradbury, [i]Fahrenheit 451[/i].

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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