Colegio de Antropólogos de Yucatán, A.C.

José Luis Domínguez Castro
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Martes 12 de marzo, 2019

Hace 40 años un rector le expresaba al director de la escuela de antropología su preocupación por el campo de trabajo de “esos pobres muchachos que estudiaban antropología…” y que empezaban aún a emerger en el campo de las ciencias sociales. Acto seguido, le recomendaba que les enseñaran algo de artesanías o de folklore para que sobrevivieran al graduarse. Han pasado muchos años, han salido 40 generaciones de nuestra Escuela de Ciencias Antropológicas. Se han multiplicado las especialidades y se han anexado otras carreras afines. Y sin menospreciar el sagrado oficio de los artesanos, ni dejar de interesarnos por el folklore nacional, los antropólogos hemos salido adelante y hemos permeado el mercado de trabajo en los campos más diversos que pudiéramos imaginar. Hoy, es un hecho que los antropólogos tenemos un lugar ganado en la sociedad tanto en México, como en el mundo, la antropología ha aportado propuestas de solución a los grandes problemas nacionales. Y los antropólogos aquí y allá hemos encontrado un lugar, una trinchera desde la cual demostrar que lo aprendido en las aulas universitarias puede servir para algo en la sociedad.

Así, podemos encontramos antropólogos, lo mismo en el apoyo a las comunidades indígenas a lo largo de toda la geografía nacional, quizá sea ésta la imagen más extendida en nuestra identidad gremial, que, en programas educativos, de salud o de recreación de los tres niveles de gobierno. Antropólogos que nos hemos colado en las secretarias particulares de gobernantes, legisladores o rectores. Antropólogos ha habido que se desempeñan como artistas o estudiosos de las artes, como los hay empresarios y asesores de empresas. Y en los últimos años, hay que ver cómo nos buscan para los peritajes, los famosos peritajes: lo mismo peritajes forenses que en consejerías en torno a ciertas políticas públicas.

Y esto sin mencionar los campos ya clásicos de la arqueología, la lingüística y la huesería antropológica. La imagen de lo que somos los antropólogos depende mucho de lo que cada uno de nosotros haga o deje de hacer en favor de la sociedad. En Yucatán, es un hecho que los tiempos han cambiado y que ya ha cambiado la imagen de lo que hacemos: ya no somos aquellos antropólogos medio hipies que calzábamos alpargatas y vagábamos por los montes con el sabucán al hombro entrevistando campesinos. Pues ahora, además de seguir desplazándonos en el campo, y en la ciudad, nos preocupamos por los problemas derivados de un urbanismo desbordado, participamos en la toma de decisiones públicas que afectan los derechos elementales de los pueblos originarios; nos comprometemos con los derechos de las minorías, con las causas de las mujeres, nos pronunciamos ante las violaciones de los derechos de los migrantes, o ante la indiferencia de los legisladores ante ciertas actualizaciones urgentes de la ley , como lo es actualmente el caso de los matrimonios igualitarios en Yucatán. Y más allá de las diferencias de los partidos o de las creencias, se nos consulta a los antropólogos sobre muchos y variados temas: lo mismo sobre el derrotero del carnaval citadino que sobre el posible impacto ambiental y social de alguna empresa generadora de energía.

Y precisamente para poder dar una opinión sensata y un consejo útil, para poder tener una participación atinada, celebramos el hecho de tener un Colegio, el C.A.Y.A.C., un organismo conformado legalmente, al que podemos acudir y analizar en grupo las opiniones que hemos de ofrecer y las diferentes posturas que hemos de asumir. Celebro también que existan otros colegios de profesionales que, como el nuestro en los últimos años, se esfuerzan de acuerdo a la legislación vigente, por darle continuidad a su representación, manteniendo así su identidad profesional en favor de las demandas sociales. Saludo a la Federación de Colegios que nos acompaña esta noche a través de su representante… Y hago votos porque sigamos siendo un Colegio que sume esfuerzos a los otros existentes.

Agradezco a las autoridades de los distintos niveles de gobierno que nos acompañan, así como a los representantes de las organizaciones civiles y profesionales que acudieron y son testigos de honor de nuestro esfuerzo colegiado. Finalmente, gracias a los socios que acudieron a nuestro llamado y que con su presencia nos estimula a trabajar en equipo.

Hago también público reconocimiento a los colegas que me precedieron en las directivas del CAYAC, y que contribuyeron ene su momento a dar a conocer la especificidad de nuestra disciplina: a Luis Várguez Pasos, a Genny Negroe Sierra, a Gustavo Abud Pavia, a Efraím Poot Capetillo, a Miguel Güémez Pineda, y a Rodrigo Llánes Salazar y su equipo (Hiram Ventura, Pamela España, Tere Quiñones) con quienes colaboré en calidad de vicepresidente. Con estos últimos aprendí mucho de la organización colegiada y con el flamante equipo que me ha ofrecido su apoyo, espero poder dar continuidad a las metas que hasta ahora se han alcanzado, al tiempo que nos iremos trazando nuevos derroteros acordes con nuestros objetivos, que en su momento les daremos a conocer a los socios. Les agradezco a NIdelvia Canto Vela, Marta Medina Un, José Antonio Lugo Pérez, Elías Alcocer y José Miguel García Vales quienes integraran la directiva entrante, que hayan depositado su confianza en mí, para acompañarme en esta aventura.

Invitamos a los colegas que aún no se han afiliado a que se acerquen a los miembros de la directiva, a fin de firmar su hoja de registro al Colegio de Antropólogos de Yucatán, A.C.

*Discurso pronunciado durante la toma de protesta de la directiva del Cayac.


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