Abatida la economía chetumaleña

Normando Medina Castro
Foto tomada de https://www.turimexico.com
La Jornada Maya

La descomposición política de nuestro país ha caído en niveles alarmantes en los que la incredulidad y desconfianza se han generalizado de manera peligrosa y han minado la fortaleza y pertinencia de nuestras instituciones que costaron mucho esfuerzo y sangre de miles de mexicanos que nos antecedieron.

Y es que la mentira es la moneda de cuño corriente en la actualidad. Es apabullante la enorme cantidad de mentira que vierten todos los días los personajes de la vida política mexicana. Entre todos, destaca de manera muy clara el presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Ochoa Reza, quien con cara dura afirma que casi la totalidad de los priístas son honestos y honorables, cuando los escándalos de corrupción en que están involucrados desde el Presidente de la República y su gabinete, gobernadores, presidentes municipales, legisladores hasta dirigentes emanados del PRI, están a la orden del día, además con casos suficientemente documentados y difundidos.

En el colmo del cinismo no tiene empacho en afirmar en todos los medios de comunicación que se lo permiten que a todos los priístas “los indigna la corrupción”. En este contexto vale citar al gran Miguel de Cervantes Saavedra en su excelsa obra Don Quijote de la Mancha: “Hoy es el día más hermoso de nuestra vida querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo…”.

Como si fuera un guión acordado los priístas y sus aliados, insisten en repetir una y otra vez la misma cantaleta patética surgida en el Partido Acción Nacional (PAN) durante el desgobierno del hoy multimillonario Vicente Fox, de que Andrés Manuel López Obrador “es un peligro para México” y si ganara las elecciones presidenciales gobernaría como el difunto Hugo Chávez. Durante un simposio organizado por The New York Times, realizado en la Ciudad de México hace unos días, el premio Nobel de Economía 2008 Paul Krugman afirmó, contrario a lo que opinan los poderosos de México y de los Estados Unidos de Norteamérica, que Andrés Manuel López Obrador no tiene semejanza con Chávez, sino con Luiz Inácio Lula da Silva, a quien calificó como buen gobernante. La nota fue publicada por algunos medios nacionales, entre otros por el Portal www.proceso.com.mex el 18 de este mes. Precisamente en una reunión con ricos y poderosos empresarios mexicanos y extranjeros con inversiones en sectores clave de la economía mexicana, José Antonio Meade Kuribreña , secretario de Hacienda y Crédito Público de México hizo la misma identificación, un tanto disimulada, Chávez-AMLO del PRI-PAN para descalificar al político tabasqueño sin decir su nombre. Esa reunión denominada Foro México Cumbre de Negocios, en su décimo quinta edición, de la cual da cuenta La Jornada en línea el martes 24 de este mes, tuvo como tema preponderante las elecciones de 2018 en la República Mexicana. En su intervención, el empresario Carlos X. González, presidente de Kimberly Clark, ex presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios y asesor de inversiones extranjeras de Carlos Salinas de Gortari durante su mandato presidencial, expresó de manera abierta su animadversión hacia AMLO. Cito textual la nota de La Jornada: El empresario Claudio X. González Laporte en alusión a López Obrador, dijo a los asistentes que “en el 2018 le tenemos que ganar todos. Aquí ya no se vale sentarnos para atrás. Ya llegó el momento y tenemos que entrarle duro. Aquí he hablado de quién no (debe ganar). Pero debemos decir quién sí, porque tenemos alternativas viables y las existen”, añadió para acotar. “No sé si en este salón está el candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional, pero sí sé que aquí tenemos, y lo puedo decir con mucha convicción , que aquí está uno de los más fuertes”, añadió Claudio X. González, mientras Meade apuraba una botella de agua.

Los movimientos de los actores políticos de Quintana Roo que pretenden contender por algunos de los cargos de elección popular que se disputarán en 2018, se intensifican. El horno no está para bollos. Por doquier hay fuego cruzado. Proliferan las páginas y portales apócrifos que llegan a las redes sociales para ensalzar o denostar a alguno de los que levantan la mano y manifiestan sus aspiraciones y querencias. Uno de los personajes de la política quintanarroense que busca usar su puesto actual como trampolín para brincar a una diputación federal es el presidente municipal de Othón P. Blanco, Luis Torres Yáñez. El día 19 del mes en curso circuló profusamente en las redes una página apócrifa que, algunos de quienes hicieron comentarios en la misma publicación le atribuyeron a empleados del mismo gobierno municipal que encabeza Torres Yáñez. En la publicación se afirmaba que el alcalde chetumaleño se perfila fuertemente para una diputación federal o, mínimo, a su reelección. La andanada de comentarios ofensivos que recibió, con nombre y apellido la mayoría, son dignos de ser tomados en cuenta. El descontento reflejado dista mucho del triunfalismo oficial. Definitivamente los reclamos de nulo avance en el municipio capitalino deben encender por lo menos luces amarillas. De poco ha servido difundir una imagen populista de un presidente municipal que poda césped de camellones, toma su pala y bachea, cava zanjas y limpia las alcantarillas o que comparte los tacos de carnitas con los más humildes trabajadores municipales. La humildad y cercanía con la gente son en definitiva altamente positivas, pero es fundamental gestionar obras, inversiones y acciones que generen más empleos y mejor pagados. La economía de la capital de Quintana Roo está deprimida. La imagen urbana capitalina está bastante lastimada también.

Definitivamente la ética y los valores no son monocromáticos. Es más, carecen de color partidista. En todos lados se cuecen habas. Ojalá impere la cordura y la humildad para que se reoriente lo que haga falta reorientar. Definitivamente el horno no está para bollos.

¡Hasta la próxima!

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