Huerto y milpa para turismo

Carlos Meade
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 09 de junio, 2017


Los campesinos mayas han cultivado la pobre tierra de la península yucateca desde tiempos ancestrales. La milpa y el huerto doméstico han sido los espacios tradicionales en los que las familias han generado sus medios de vida. El manejo y aprovechamiento de un enorme número de plantas y animales fueron la base para que se levantara una sociedad compleja y se desarrollara una de las más importantes civilizaciones de la antigüedad.

En estudios recientes se ha llegado a documentar más de 400 especies (plantas y animales) que las familias mayas actuales de Quintana Roo cultivan, crían, colectan o cazan.

La producción de alimentos genera con frecuencia excedentes, los cuales se intercambian con otros productores o se venden en las ciudades cercanas. Por ello, decir que la producción agrícola de las comunidades mayas es para autoconsumo no implica que no destinen parte de la misma a la venta o al intercambio.

Un producto que es muy común y está orientado al mercado local es la pepita de calabaza, que es de fácil cultivo y tiene buen precio. Es la base de muchos platillos de la gastronomía tradicional, como el sikil p’aak o los papadzules.

También es frecuente ver que algunos productos, sobre todo frutas, no alcanzan a ser consumidas por la familia y entonces se destinan a los cerdos. Pero podrían tener mejor destino si hubiera una estructura que permitiera su comercialización en las ciudades de la costa.

De hecho, una importante oportunidad para que las comunidades mayas reciban algún beneficio sustancial de la industria turística sería establecer la estructura productiva y comercial que les permita ser proveedores de productos frescos y orgánicos para hoteles y restoranes. Lo más importante ya existe: el conocimiento, las áreas productivas, la mano de obra calificada.

Simplemente organizando los excedentes ya se contaría con un volumen interesante de productos, pero se puede ir mucho más allá. Los campesinos intensificarían el aprovechamiento de sus solares, sabiendo que podrían obtener un beneficio del mercado.

En las comunidades de la zona maya de Tulum existen ya tres invernaderos que podrían adaptarse para la producción orgánica, de forma que ofrezcan un volumen significativo al mercado costero. Estos invernaderos emplean tecnología hidropónica usada en Israel, que permite un alto rendimiento y no requiere suelo sino sales minerales administradas por goteo. El problema es que este tipo de fertilizante químico es muy costoso y su manejo requiere de equipos automatizados sofisticados, que implican la capacitación de sus operadores. Además, las aguas residuales son muy agresivas al ambiente si se liberan sin el tratamiento apropiado.

Por estas circunstancias, los invernaderos no han dado los resultados esperados. Sin capital, estrategia de mercado y capacitación, son sólo elefantes blancos, sembrados en tiempos electorales. Pero no sería complicado adaptar esta infraestructura a la producción orgánica. Ya ha habido algunas experiencias de productores y comercializadores orgánicos que se han acercado a la comunidad de Hondzonot.

Un espacio necesario para mover la producción agrícola local es un mercado. La ciudad de Tulum debería contar con uno donde los productores puedan ofrecer sus productos frescos y a precios justos. Sería también un espacio para los artesanos y atractivo para el turismo.

Un destino sostenible empieza por voltear a ver a los pobladores locales, por buscar beneficios para ellos y activar la producción y el comercio local, de forma que la derrama económica permee en la sociedad y no sea acaparada por franquicias y cadenas que se llevan el dinero de consumidores cautivos.

Se ha hablado desde hace varios años sobre un proyecto de mercado municipal para Tulum pero, hasta el momento, no se ha concretado nada. Esperamos que muy pronto se ponga en marcha el proyecto y su enfoque favorezca a la población local.