Literatura para niños, en el olvido

Óscar Muñoz
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 30 de mayo, 2017


Por lo general, la literatura escrita para niños ha sido considerada un género menor. Pareciera que escribir para niños es como participar en un juego, en el que se cuentan historias a los pequeños, sin más propósito que entretener; sin embargo, debido a que los niños se encuentran en un proceso formativo importante, la literatura puede permitirles enfrentar sus miedos y sus alegrías, sus anhelos, y sus frustraciones, sus descubrimientos y sus hipótesis; entre otros asuntos. Un niño, por ejemplo, que escucha un relato de misterio o de horror pone a prueba sus miedos; mide hasta dónde es capaz de soportar un susto.

Por otra parte, la literatura que se escribe para los niños podría abrir con mayor amplitud las puertas de su imaginación y asomarse a mundos diferentes. Esto les permite reconocer que muchos de los héroes o antihéroes de sus libros pueden estar en su mundo real, con otra configuración. También les permite integrar valores y hacer juicios sobre hechos bochornosos, lo que les llevaría a conformar una visión básica de justicia. Asimismo, fomenta el ser críticos, ante formas de vida o sistemas indeseables. Muchos niños lectores de mitopeyas, como [i]El Señor de los Anillos[/i], integran un sistema básico establecido entre los bueno y lo malo, que les servirá para mantener una visión firme de justicia.

En efecto, la literatura infantil tiene una gran fuerza formativa, pero sin caer en aquella literatura didáctica, ampulosa y falsa. Las historias ligeras, sencillas y hasta cierto punto inocentes, bien podrían tener un impacto descomunal. Hay estudios, como el de Nicholas Tucker, que afirman con contundencia que es un género que humaniza a los lectores, los hace más abiertos, participativos y los prepara para la vida. Es innegable reconocer que los pequeños que más consumen literatura son más seguros en lo que hacen y dicen, son más atrevidos en poner a prueba sus hipótesis y sus creencias; en suma, son niños más abiertos al aprendizaje.

Esta literatura provoca en los niños una empatía con los protagonistas que los hace participar en sueños, aventuras, juegos, que impulsan el desarrollo de la imaginación, la creatividad y el afecto. Todo ello, a través de la palabra y su estética mágica, que tarde o temprano conducirá a los niños hacia la apreciación del arte, en general, y de la literatura, en particular. Un niño que se deja llevar por las aventuras de sus protagonistas, como el caso de Historia sin fin, al grado que siente que es uno de los personajes, puede llegar a tener que pensar soluciones alternativas a las de la historia, ante una situación de conflicto. Esta circunstancia le permitirá como futuro ciudadano proponer alternativas a problemas de carácter familiar, social y político.

Sin embargo, en las instituciones públicas y privadas en Yucatán no se ve interés ni voluntad por impulsar la literatura infantil. Si bien la Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán promueve el Premio estatal de literatura infantil Elvia Rodríguez Cicerol, en dos categorías, no hay una creación destacada en diversidad y suficiencia de textos literarios para niños. Respecto de los estudios de tesis, sólo hay tres investigaciones universitarias relacionadas con el tema, y sólo una de ellas referida a la obra de Francisco Hinojosa. Tampoco existe un programa serio de fomento a la lectura literaria entre la población infantil, por parte de ninguna institución, pública o privada.

¿Acaso hay asuntos más importantes que la formación integral de los niños como los futuros ciudadanos de este estado y de este país?

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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