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Carlos Bonfil
Fotograma de la cinta [i]La vida de calabacín[/i]
La Jornada Maya

Lunes 10 de abril, 2017


La infancia herida. Primer largometraje del suizo Claude Barras, [i]La vida de calabacín[/i] ([i]Ma vie de courgette[/i]), es un estupendo trabajo de animación en [i]stop[/i]-[i]motion[/i], con marionetas y decorados en plastilina –todo realizado a mano–. Su sorpresivo arranque es particularmente violento. El protagonista, el retraído niño de nueve años y cabellos azules Icare (apodado [i]Calabacín[/i]), mata accidentalmente a su madre alcohólica cuando ella pretende subir por él para castigarlo al ático donde se refugia y juega con su papalote.

Luego de interrogarlo y tratar de disipar sus sentimientos de responsabilidad por el fallecimiento de su madre, un policía benévolo que alguna vez perdió a su propio hijo, lo conduce a un centro de reducación para huérfanos y niños difíciles, se encariña con él, y decide no perderlo de vista y permanecer atento a su suerte.

Basada en la novela [i]Autobiografía de un calabacín[/i], (Ed. Maeva, 2004), del francés Gilles Paris, la cinta de animación de Barras tiene un guion de la escritora y cineasta Céline Sciamma ([i]Tomboy[/i], 2014), quien también ha colaborado con André Téchiné en [i]A los 17 años[/i] (2016), cinta aún inédita en México.

Cuando en la novela de Paris, el niño dispara sin querer un revolver contra su progenitora, lo único que acierta a decir el niño es: "Ya está, acabo de matar a mi madre y la envío directamente al cielo". Su experiencia es tan dura como la de sus nuevos compañeros en el albergue infantil: Ahmed y el líder de la banda Simón, hijos los dos de presidiarios; o la niña Camille, testigo del suicidio de su padre luego de que éste asesinara a su esposa. Naturalmente entre [i]Calabacín [/i]y Camille surgirá una complicidad instantánea y la primera chispa de una relación sentimental.

Claude Barras consigue en su primer largometraje un acercamiento original al tema de la inadaptación social de niños con experiencias duras, tomando una franca distancia con las convenciones del filme de denuncia y con un sentimentalismo fincado en el patrocinio moral de los adultos. Los niños en el albergue al que llega Calabacín son todos avispados, tienen una intensa vida propia, aunque no exenta de conflictos mal resueltos. Como señala el director: "Los adultos nos comportamos hoy de un modo cada vez más esquizofrénico, les proponemos a los niños valores que luego nuestra conducta contradice totalmente. Deseo ofrecer a esos niños películas que los ayuden a entender y enfrentar esa contradicción" (Film Comment, 24/II/17).

Todos los elementos de un buen relato infantil están presentes en la cinta de Barras, incluidas las villanías oportunamente derrotadas por la solidaridad y la bondad, y también la realidad del multiculturalismo europeo. Una película de animación para adultos y niños con el coeficiente en común de la inteligencia.

Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional. 12 y 17:30 horas.

[b]Twitter: @Carlos.Bonfil[/b]


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