José Juan Cervera
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Lunes 13 de marzo, 2017
El destino de una letra es aprender a vivir en comunidad para atribuir significados promisorios a sus límpidos orígenes.
Las palabras articulan núcleos de signos y de voces, mientras llevan de la mano modestas partículas que deslumbran cuando pasan a habitar universos insondables.
El diseño vocal conduce la exhalación, y en apacible acto abre puertas y ventanas que terminan cegadas si no logran sumar fuerzas para perdurar sobre el vacío.
Al cobrar vida el texto, transmite su soplo a destinatarios ubicuos, cuando en su trayecto llega a palpar el esmerado circuito de la tipografía.
El libro emana señoríos, aunque oculte miserias si extravía su linaje en el torbellino que fundan el oropel y el hastío.
Destino es vocablo confuso cuando impone a la dicha máscara de solemnidad, si suplanta el encuentro y abruma el retozo.
Por amar la plenitud, no es existencia vicaria la que acoge el espíritu de un símbolo insumiso para poblar la comarca de los misterios esenciales.
[i]Mérida, Yucatán[/i]
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