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Giovana Jaspersen
Imagen: [i]El gigante Gargantúa[/i], Gustave Doré.
La Jornada Maya

Viernes 3 de marzo, 2017


El gigante Gargantúa nació después de 11 meses de gestación y vino al mundo a través de la oreja izquierda de su madre. Se dice, tenía buen aspecto, casi 18 papadas y que al nacer no pidió alimento, sino que con carisma dionisiaco exclamó: ¡A beber, a beber!

El enorme glotón fue, junto con Pantagruel, personaje icónico de la producción literaria de François Rabelais (Alcofribas Nasier en anagrama), en causa y consecuencia, también de la llamada literatura carnavalesca. Victor Hugo, lo llamó el gran poeta de la carne y el vientre, otros lo comparan con Cervantes, y en el extremo contrario, muchos critican lo escatológico, crudo y satírico de sus textos desgobernados. Lo cierto es que el análisis más claro y exhaustivo se lo debemos a Bajtin, quien además de acercarnos a su obra, la desmenuza como documento imprescindible en el estudio de la cultura popular de la Edad media y el Renacimiento.

La llamada fiesta de la carne, antecede a la vigilia; desde su origen tuvo como característica la permisividad, la risa y el descontrol. Sus referentes más tempranos se han fijado hasta hace 5 mil años en Siria y Egipto, pasando posteriormente por las fiestas paganas de Baco y las saturnales. La tradición se extiende y consolida en Europa, teniendo relación directa con el calendario cristiano, pero siendo un espacio social, fuera de la Iglesia y el Estado. Según el mismo Bajtin, no hay espectadores en el carnaval, pues al carnaval no se asiste, sino que se vive, en su tiempo no hay otra vida fuera de este. No se puede escapar de él; al no tener frontera espacial ni conceptual, durante la fiesta la única ley es la libertad.

Hoy, en muchos sitios, el carnaval sigue usando la risa y la sátira de la política desde una postura crítica; en otro extremo, hay escenarios en donde se ha politizado de tal forma, que ha dejado de ser liberación para transformarse en escenario de capital social con objetivo estatista. Lo cierto es que aún con sus acotaciones espacio-temporales o políticas, continúa siendo marcado diagnóstico de la sociedad.

En el siglo XXI, la nota periodística juega las veces de lo que fue la literatura carnavalesca, narrando el presente. Así, sabemos -por ejemplo- que el país más audaz y activo en la denuncia de la política internacional fue Alemania, y que en sus carnavales la primera ministra británica apareció disparándose en boca abierta con la pistola del Brexit, en una ruleta rusa en la que le deseaban suerte; Angela Merkel se transformó en un mamut que intentaban cazar desde la oposición; y la Libertad tuvo escenas continuas con el presidente estadounidense: ella sonriendo con un ojo morado y el lema América resiste inscrito en el pecho, mientras sostiene la cabeza de él su mano; él penetrándola materializando su discurso en el acto; y ambos en un aula de clases donde también aparece Putin celebrando que el rubio arrastre del cabello a quien fue su contrincante demócrata.

Se mostró también el andar cotidiano del famoso blondo, al convertirlo en un enorme elefante destruyendo tazas y platos a cada paso, nunca en la historia el dicho “como elefante en cristalería” había sido tan gráfico en un discurso político internacional y en Alemania lograron llevarlo a las calles. El presidente del país del norte fue también el disfraz más vendido y su representación hizo que pelucas y máscaras se agotaran, fue el rey feo en Brasil y en Veracruz generó que en pleno desfile ardiera un muro, como protesta y símbolo.

En respuesta a él y al contexto internacional, el carnaval fue también marco para levantamiento de voces feministas que cortaron corbatas masculinas y tomaron el congreso, pintaron de rosa las calles subrayando la urgente equidad en los caminos. Desde la misma diversidad, trascendió en Canarias la gala drag queen con una representación de la virgen y la crucifixión muy poco convencional, que causó que el obispo dijera que "la frivolidad blasfema" de aquel evento hizo que fuera el día más triste que había tenido, implorando que la libertad tenga límites -por irónico que ello suene. El líder eclesiástico agregó que antes de carnaval, su mayor tristeza había sido el accidente del vuelo JK5022 de Spanair en el que perdieron la vida 154 personas, pero que Drag Sethlas había superado tal compunción. Es discutible la jerarquía de valores humanos del líder eclesiástico, pero tan reveladora en relación al tiempo que vivimos como la presentación de la hoy muy famosa Drag.

Frente a este escenario, Mérida nos dijo que fue incluyente favoreciendo el acceso a personas con diferentes capacidades motrices, que existieron “paraderos” rosas para las mujeres y que el carnaval generó 130 toneladas de basura, eficientemente atendidas por un cuerpo de 300 trabajadores, a raíz de sus casi 600 mil asistentes. Sin embargo, la pregunta va mucho más allá. En programación, hechos y registros ¿Qué dijo este carnaval de nosotros? ¿Cuál sería la travesía del gigante glotón en dicho escenario? El tiempo de reflexión tradicional que prosigue al carnaval, nos invita a pensar, y hay que hacerlo.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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