Ocupaciones impropias

Jhonny Brea
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 14 de febrero, 2017


“Jhonny, ¿a dónde me vas a llevar por San Valentín?”, me preguntó [i]La Xtabay[/i], haciendo que del susto rompiera uno de mis guantes, que me estaba quitando después de lavar las parrillas de la estufa. Ustedes saben, las labores propias de mi sexo.

Después de un largo suspiro, tuve que admitir que no tenía nada planeado, obligado por las circunstancias. “Corazón, ¿no ves que ese festejo es exclusivo para solteros? Desde que tenemos hijos la quincena se termina el día 12, así que para el 14 no queda nada. Al tal San Valentín se le debió de ocurrir otro día”, fue lo que alcancé a argumentar en mi defensa.

De entrada, entre pagos del predial, reemplacamiento sin descuento, seguro del auto, y además inscripciones de mis dos demonios –si así me ahorro organizar la brigada familiar para acampar afuera de la escuela, con el riesgo de no encontrar cupo, además del de la salud física y mental de todos, lo pago–, esas sí con promoción, desde el día 10 estoy operando en ceros. Además, en las escuelas también andan promoviendo el consumismo en esta fecha, haciendo que los papás terminemos comprando para un intercambio de chocolates, o alguna otra actividad, como una salida colectiva al cine.

Además de la falta de liquidez, salir en pareja es una hazaña, que inicia con los trámites para que los engendros se queden en casa de sus abuelos. ¿A poco creen que a estas alturas sus abuelos se tragan las caras de perritos desamparados que ponen [i]El Kisín[/i] y [i]La Cutusa[/i] cuando van a quejarse por un regaño? Ya saben que no son los angelitos que aparentan ser.

Lo malo de este día es que todo cuesta, y el amor –en todas sus expresiones– tiene un precio. Digo, como pareja de adultos en mutuo acuerdo, podríamos irnos directamente a uno de los hoteles del periférico. Lo malo es que desde que empezó el mes hay reservaciones, así que uno tiene que esperar su turno y después de una hora te llaman para que desocupes el cuarto porque ya hay fila de autos en la entrada… Al menos eso me han contado.

Y bueno, eso de lanzarse directamente también tiene sus inconvenientes, sobre todo cuando se está en la dinámica del trabajo, atender a los [i]dzirices[/i], administrar el abasto de la casa, las tareas de limpieza, en fin, ustedes lo saben mejor que yo, así que un poco de cortejo viene muy bien, es un pequeño reencuentro de la pareja.

Acá entre nos, [i]La Xtabay [/i]es una mujer de recursos cuando se trata del cortejo. Tiene sus detalles. Todavía me acuerdo de cómo me enamoró. Andábamos tomando un café, ella me servía la taza, y de repente se me acercó al oído y susurró “ven a la casa, te voy a preparar unas empanadas de queso de bola”. Me ericé todito, ahí fue cuando me dije “ésta es la mujer de mi vida”. Claro, ahora que lo pienso estoy casi seguro de que las fue a comprar porque no ha vuelto a hacerlas.

Pero bueno, para la noche, espero poder repetir la vez que le preparé una cena con el mínimo de elementos. Hace unos años coincidieron dos hallazgos, un vino español que me salió en 10 pesos –se llamaba Jordán, era un espumoso semidulce y sólo encontré dos botellas en el súper, y la verdad, estaba bastante potable; nunca lo volví a encontrar– y dos filetes de pescado que se me ocurrió saltear en mantequilla y acompañar con una ensalada.

Pero de verdad, si van a querer mi dinero, la fecha no funciona. Por eso digo que no puedo comprar el amor.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]