Trump tiene razón: el TLC no nos sirve

Manuel Martín Castillo
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Jueves 9 de febrero, 2017


Los idealistas han insistido en que lo que creemos que es la realidad depende de nuestras ideas. Con frecuencia se utiliza el ejemplo de un río. Algunos creen que éste separa a las dos orillas, es decir, lo ven como obstáculo; en cambio para otros es un medio para llegar de una orilla a la otra. Donde unos ven peligro, otros ven oportunidad. Los chinos tienen la ventaja de tener ambos puntos de vista, porque “crisis”, en el idioma chino, se escribe con dos ideogramas; uno que significa “peligro” y otro que significa “oportunidad”. Ambas ideas están en la mente del observador.

Unos ven a Trump como un peligro, pero otros lo vemos también como una oportunidad. El Tratado de Libre Comercio (TLC), entre México, Estados Unidos y Canadá, se ha convertido en un mito y como tal tiene cosas sin sustento histórico. Si medimos su importancia en cuanto a comercio exterior, podríamos creer que ha sido un éxito: las exportaciones pasaron de 50 mil millones en 1993 a casi 400 mil en el 2014. Pero si lo medimos por su impacto en la economía nacional, su importancia se reduce enormemente y podemos afirmar que aferrarse a él es absolutamente innecesario.

Después de más de 20 años, la tasa promedio anual del crecimiento de la economía mexicana no llega ni al 3 por ciento, frente a las tasas superiores al 10 por ciento de la economía china o la de Corea del Sur en sus momentos de aceleración. En cuanto a empleo, el 60 por ciento de la población ocupada en México está en el sector informal. Los salarios reales han caído: de acuerdo con datos de Coneval, el ingreso laboral per cápita real bajó de mil 900 pesos en el 2006 a mil 700, en 2016; si se aplica el índice de precios de la canasta alimentaria, el ingreso laboral bajó de 2 mil 100 pesos en 2006 a mil 600 en 2016. Los niveles de pobreza apenas han disminuido. Los campesinos mexicanos están sumidos en la pobreza. Las remesas de los migrantes crecieron de 4 mil millones de dólares en 1994 hasta 25 mil en 2015. Las importaciones de gasolina representan más del 50 por ciento del consumo nacional y pasaron de 600 millones de dólares en 1995 hasta 19 mil millones de dólares en 2012 y unos 12 mil 500 millones en 2015, debido a la caída de los precios internacionales. ¿Para qué queremos un TLC que no le sirve a los mexicanos? Tiene razón Trump: el TLC ha afectado a los trabajadores norteamericanos, pero también a los trabajadores mexicanos. ¿Quiénes se han beneficiado? Los promotores de la firma del TLC: las grandes empresas automotrices.

Si Trump ya no quiere el TLC, nos hace un favor. Ciertamente habrá un período difícil para la economía mexicana, pero no tanto como creemos, porque así como el aumento de las exportaciones apenas impactó positivamente en el crecimiento de la economía nacional, de la misma manera la reducción de las exportaciones tendrá un efecto negativo similar. ¿Qué Trump quiere imponerle un impuesto del 20 por ciento a las exportaciones mexicanas para financiar su muro? La devaluación del peso frente al dólar supera el 50 por ciento, eso permitiría absorber el impuesto y mantener competitivos los precios de las exportaciones.

Los ciudadanos podemos y debemos usar nuestro poder de compra como dice la soberanía del consumidor de la teoría económica estándar: por ejemplo, podemos dejar de comprar vehículos de marcas estadunidenses. ¿Caerá el empleo en esas empresas automotrices ubicadas en México? Tal vez, pero si compramos vehículos europeos, japoneses, coreanos, estas empresas ubicadas en México aumentarán su producción absorbiendo el desempleo generado. Y eso puede generalizarse. Deberíamos comprarle a Estados Unidos estrictamente aquello que nos sea imposible adquirir.

El gobierno puede y debe iniciar, inmediatamente, la construcción de refinerías. Importar gasolina cuando tenemos petróleo es una estupidez económica. Cuando importamos gasolina de Estados Unidos creamos empleo e ingreso en ese país. El efecto multiplicador de la construcción y el funcionamiento de las refinerías fortalecería enormemente el mercado interno. Eso es lo correcto, no seguir aumentando el precio del combustible bajo el pretexto de que es muy cara en el mercado internacional.

Seguro que gritará la burocracia política: “no hay dinero”. Falso. Tenemos más de 170 mil millones de dólares de reservas internacionales. Una pequeña parte de esas reservas puede ir refinerías y no sería a fondo perdido, se trataría de una inversión productiva y las reservas se recuperarían reduciendo las importaciones de gasolina. En el peor de los casos podemos pedirle prestado a los chinos con tasas de interés bajas. Tenemos ingenieros y técnicos capacitados para hacerlas funcionar.

Un efecto colateral sería la recuperación del tipo de cambio, pues los inversionistas verían con mejores ojos a México. El problema no es la falta de dinero sino la ineptitud y corrupción de la clase política mexicana. ¿Por qué los gobernantes mexicanos de los últimos 40 años no han invertido en refinerías? No ha sido por falta de dinero: en los últimos 15 años ingresaron al país más de 500 mil millones de dólares por exportación de petróleo, todo terminó en gasto corriente y en los bolsillos de políticos corruptos y empresarios rentistas.

Lo único que necesitamos en México para salir adelante es una clase gobernante inteligente y decente, interesada realmente en el bienestar de los mexicanos. Se debe hacer lo que se hace en cualquier país avanzado: el gobierno debe renunciar y debemos convocar a nuevas elecciones. ¿Por qué esperar dos años? Nada de otro mundo, eso sucede frecuentemente cuando un gobierno pierde legitimidad; lo vemos en Reino Unido, en España y en muchos otros países.

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