La víctima no es culpable

Paul Antoine Matos
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Miércoles 18 de enero, 2017

Era cuestión de tiempo. Lo sabíamos. Desde hace años, el monstruo se había asentado en Playa del Carmen. También en Cancún, Tulum; en fin, la Riviera Maya. Quintana Roo con un asesino latente, esperando a despertar. Ni siquiera era un secreto a voces, ya todos lo sabían.

Ir de fiesta al Caribe mexicano era mucho más que ir por las playas blancas, el mar celeste y la naturaleza. La fiesta son las drogas. Y el monstruo del narco se encontró con un festín. Jóvenes extranjeros sin temor a las leyes, porque las leyes mismas son aplicadas por el monstruo. Y los mexicanos en su Gomorra paradisíaca.

Pero no es culpa de los consumidores. ¿Que sin demanda no hay oferta? Sí. Pero también la drogadicción –y la violencia que ésta genera- es un problema que va más allá de quien consume.

El uso de drogas está relacionado con lo privado, con lo personal, lo familiar y las amistades del usuario; es un problema de salud pública y mental. El consumidor es propenso a volverse adicto, se olvida de sí; necesita ayuda y apoyo, principalmente dentro de su círculo cercano.

Pero la sociedad mexicana parece estar rota, quebrada por años de corrupción, pobreza y desigualdad. La familia y los amigos del consumidor en muchas ocasiones también están dentro del caos del país, no por elección propia sino por inmersión involuntaria.

Ante la necesidad de sentirse parte de algo o de escapar de su realidad o de ganarse la vida, aun de manera ilegal, ante la falta de oportunidades de trabajo, fueron llevados a las fauces hediondas. No lo eligieron pero, poco a poco, entraron al monstruo.

No se puede victimizar a los usuarios, tampoco a los muertos en Playa del Carmen, Acapulco o Tijuana. Comentar que los consumidores de drogas son también de la violencia porque compran, o preguntar “¿cuántos muertos costó tu fiesta?”, es negar una realidad del México de hoy.

Las víctimas –consumidores o no- no merecen ser estigmatizadas por usar drogas. Fueron asesinadas en un momento en el que se estaban divirtiendo, escuchando música y bailando. No sabemos si los asesinados usaban drogas, tampoco si los que estaban dentro del Blue Parrot. Si alguien ofrece una mordida a un policía o un funcionario público y aporta a la corrupción del país, ¿merece ser asesinado por ello?

Nadie les dijo que alguien entraría a disparar por una disputa entre cárteles o particulares.

El monstruo está dentro de nosotros. El momento en el que vemos a los asesinados como criminales, ellos dejan de ser personas. Y nosotros nos deshumanizamos, señalando los problemas y no las soluciones para una situación que involucra a todos los mexicanos.

[b]¿Pronto en Mérida?[/b]

La pregunta no es cuánto falta para que llegue a Mérida. Porque el monstruo ya está; en 2008 mostró sus cabezas en la avenida Colón. El consumo de mariguana es generalizado en la ciudad, y las drogas más fuertes -cocaína, tachas- se encuentran en antros, fiestas, graduaciones y en la playa. Lo sabemos, las autoridades lo saben.

La pregunta es ¿qué chispa detonará una masacre? ¿Un narcomenudista enojado porque no lo dejaron entrar a Tequila a vender, ya que es plaza de otro [i]cártel[/i]? Un pequeño cerillo puede incendiar a una ciudad y un estado.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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