Reporte 8 AM

Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Carlos Ramos Mamahua
La Jornada Maya

Miércoles 4 de enero, 2017

Brindamos con un cóctel de verdades incompletas y de mentiras veladas; mitad y mitad, agitado, no revuelto. Nos dijeron, clarito, que con la reforma energética el precio de la gasolina iba —incluso— a bajar. Como por arte de magia. Nosotros, ingenuos, nos lo creímos, pensando en esa panacea. Nos comimos la mentira completita, con la aceituna. ¿Y si el dólar continúa avanzando? No importa, ya que la propuesta del presidente Enrique Peña Nieto contemplaba esos naturales vaivenes. ¿Y si gana Trump? No hay problema; los mercados mexicanos son fuertes. Y para sostener esa mentira se dijeron otras siete. Y por cada una de estas, de nuevo otras siete; setenta veces siete.

Hasta que nos inundaron, bíblicamente, las falsedades.

La verdad se abrió camino y vio la luz con el año nuevo, y las consecuencias a los cambios aprobados por la mayoría de los diputados y senadores se comenzaron a sentir. Un tenebroso coronel Kurtz nos esperaba en la gasolinera: «¡El rigor! ¡El rigor!». La gente, indignada, comenzó a salir a la calle y a bloquear carreteras; las redes sociales se convirtieron en un hervidero de malestar. Y mientras todo esto sucedía, mientras las ciudades ardían, el presidente Peña Nieto jugaba golf. O hacía como que jugaba golf. Quizás es esta la mayor crisis de su atribulado sexenio, pero no fue motivo para que suspendiera su descanso. A estas alturas de su administración, Peña Nieto se ha convertido en el chivo expiatorio incluso de su gobierno y partido. Sobre él recaen todas las críticas, que recibe, pareciera, incluso con alegría.

Y no. El político mexiquense no es sadomasoquista; plagió su tesis, no [i]Las cincuenta sombras de Grey[/i]. Peña Nieto únicamente está cumpliendo al pie de la letra el papel de mártir que le impusieron. Este episodio nos confirma que se ha convertido en un pararrayos, en un parapeto del proyecto del que él ya sólo es la cara bonita. Después de su silencio vacacional, dio la cara, no para hablar sobre el supermegaultragasolinazo sino para alienar a uno de los artífices de esta marejada social. Sí. El mensaje que robó la atención fue el regreso de Luis Videgaray, en la banca desde que invitó a Donald Trump a que nos la mentara en nuestro suelo. El pasado, exultante de mentiras, no existe, al igual que el presente. Lo que cuenta es el futuro.

Que el presidente siga siendo el [i]punching bag[/i], el rey de los “memes”, la suerte, al fin y al cabo, está echada. Sus posibles sucesores han tomado caminos distintos, y se alejan cada vez más de quien, se supone, es su jefe. Miguel Ángel Osorio Chong, el imperceptible y a la vez omnipresente secretario de Gobernación, está recubierto de un poderoso teflón por el que resbalan todas las críticas; no se mete en batallas difíciles, como esta, la del aumento de precios. Videgaray, cuyo paréntesis fue de poco menos de cuatro meses, vio desde afuera del gabinete cómo su sucesor, José Antonio Meade, paleaba la tormenta… Y naufragaba.

Ahora que las alzas ya se asimilan —al fin y al cabo estamos configurados para sufrir aquí, pensando en el premio de los justos que nos espera al morir— el artífice de las sharias fiscal y energética regresa para pactar con Trump pequeñas victorias pírricas, para crearse la imagen del único líder capaz de coexistir con el presidente electo estadounidense. Peña Nieto, convertido en el cordero que da la vida por Osorio y Videgaray. Y por López Obrador y Margarita Zavala. Y por Gamboa Patrón y Ávila Ruz. Por Ochoa y Anaya… Se sacrifica por toda la clase política, por el sistema. Eso significa cada vez que se le nombra y apunta como causante de todos los males de México. Algo tan maniqueo como infantil.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]