Siglo XXI: cuidar nuestra reserva estratégica

El hospital de campaña, por llamarle de algún modo, que se ha montado en el Centro de Convenciones Siglo XXI, es nuestra reserva estratégica en el esfuerzo definitivo para contener y manejar adecuadamente la pandemia del COVID-19 en Yucatán. 

Como toda reserva estratégica debe usarse en el momento correcto, ni antes ni después. 

La historia está llena de batallas que se perdieron porque alguien usó las reservas antes de tiempo y éstas no pudieron dar el golpe final que se supone debían garantizar. En ese marco, cuando la ocupación hospitalaria en instituciones como el IMSS-Yucatán no ha llegado ni al 50 por ciento, es obvio que ese momento NO ha llegado. 

En Yucatán, con menos de 300 pacientes hospitalizados con padecimiento efectivamente confirmado de COVID-19, todavía hay mucho espacio en instituciones públicas y privadas para manejar de forma correcta y, sin sobrecargar infraestructura o personal regular, los retos que la pandemia traiga. 

Además, mientras menos dispersos tengamos los centros de atención a enfermos de la pandemia, mejor. Se ahorran costos, se simplifica la administración médica, se utilizan mejor materiales y equipo, se reducen traslados, puntos de contagio y sello sanitario. 

Es cierto, existe evidencia relativamente creciente de pacientes, familias desesperadas, que señalan que hospitales del Imss e Issste les han negado atención. Sin embargo, ese es un problema de coordinación institucional y trabajo social incorrecto, uno que debe remediarse dentro de las mismas instituciones. No es un problema de saturación que deba solucionarse abriendo Siglo XXI.

Los mejores hospitales, los que darán la atención más integral a un paciente con COVID-19, una enfermedad que presenta síntomas impredecibles, que ataca de forma errática y hasta aleatoria distintas funciones orgánicas, siempre serán los hospitales ya existentes y preparados para atender padecimientos diversos y complejos. 

Así, antes de abrir Siglo XXI debemos usar, hasta lo prudente, la mejor capacidad hospitalaria que ya existe. Habrá que esperar a que Imss e Isste, por poner un ejemplo, lleguen a niveles del 70 o 75 por ciento de capacidad utilizada, antes de activar los anexos hospitalarios construidos exprofeso para la emergencia. Ojalá ese momento nunca llegue. 

Únicamente cuando la capacidad hospitalaria tradicional llegue a un punto que arriesgue la saturación, es recomendable que Siglo XXI entre a fungir como la válvula de escape que baje la presión excesiva y garantice que Yucatán no tenga que enfrentar el colapso hospitalario y, por tanto, cerrar su actividad en un duro semáforo rojo, con el consecuente y brutal costo social y económico. 

Los problemas en los hospitales del sector público que, según la promesa presidencial, atenderán a quien lo necesite sin preguntar si se es derechohabiente o no, parecen ser tan menores como -y solo por dar un ejemplo- guardias de compañías privadas que cuidan las puertas y están mal coordinados con los administradores médicos. Urge resolver ese tema menor en su origen, pero que puede costar vidas y forzar decisiones estratégicas incorrectas. 

Sería absurdo comprometer la reserva final de Siglo XXI, de zonas militares y otros anexos hospitalarios, cuando la situación es manejable dentro de los canales normales. Esa reserva estratégica existe para darnos tranquilidad a todos, para garantizar que la economía puede empezar a reactivarse de manera sostenida, para que Yucatán no pare y no se pierdan vidas por falta de infraestructura adicional. No debe perderse esa perspectiva. 

El 18 de junio de 1815, a las 4 de la tarde, Napoleón ganaba la batalla de Waterloo y, en ese contexto, el Mariscal Ney decidió usar precipitadamente las reservas de la caballería francesa. Fue demasiado pronto y no logró el golpe decisivo que se buscaba. A las 7 de la noche se pagó el precio de la premura y la historia que todos conocemos estaba escrita. 

Yucatán no puede lanzarse a comprometer su as bajo la manga antes de tiempo. Este combate por la vida, la salud y el bienestar de todos lo tenemos que ganar. Equivocarnos no es una opción. 

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Edición: Emilio Gómez