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La Jornada Maya
Foto: Gobierno Federal

Viernes 29 de mayo, 2020

Uno de los puntales de la comunicación es que el emisor y el receptor necesitan compartir un código, un lenguaje común, para que un mensaje sea comprendido tal y como era la intención del primero. El gobierno federal parece no tener una estrategia para conseguir que su comunicación sea efectiva en temas de equidad de género.

Esta vez, organizaciones feministas y cientos de miles de mujeres exigen el rediseño de la campaña [i]Cuenta hasta 10[/i], alegando que individualiza el problema de la violencia de género durante el confinamiento, pues lo reduce a un tema de paciencia y temperamento personal, sin reconocer que es un tema de prejuicio y discriminación social bien enraizado.

Además, la campaña desplegada nos deja un sabor a vieja y mal adaptada copia de una campaña transmitida en la década de los 80 en contra del maltrato infantil.

Sobre la campaña original, hasta Polo Polo la utilizó para un chiste en su repertorio. Ahora, al igual que entonces, el mensaje tiene al agresor como destinatario y lo invita a sacar la bandera blanca.

No habla de la víctima, ni la dignifica y mucho menos le da trato de igual, lo cual es el meollo de la violencia de género, no ver lo obvio y lo que es justo: hombres y mujeres son iguales y, por tanto, pedirle al hombre que “le tenga paciencia” a la mujer es denigrante de inicio, pues confirma el prejuicio de la falsa superioridad de uno sobre la otra.

Tal vez sea necesario reconocer que no se está compartiendo el lenguaje de un tema que por décadas hemos querido maquillar en la doble moral de la sociedad mexicana. Por un lado, insistimos, la campaña carece de claridad en su objetivo y eso la condena al fracaso; por otro, el mensaje tampoco es uno que las mujeres en sentido amplio estén dispuestas a escuchar.

La cápsula que motivó la exigencia de rediseño está protagonizada por diferentes personas, incluso por una mujer como potencial agresora de un adulto mayor al que se le caen los platos. Con esto, cambia el foco de hacer frente a la violencia contra las mujeres dentro de los hogares y se vuelve una enredada campaña contra la violencia doméstica.

Peor aún, la violencia doméstica, si aceptamos que la campaña es únicamente sobre ese tema, se vuelve un asunto de simple control de temperamentos y no de cambiar actitudes culturales y sociales que ya no son aceptables en una sociedad que aspira a la igualdad y a la inclusión en muchos frentes.

El Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) ha reconocido que el contenido de [i]Cuenta hasta 10[/i] se concentra en la convivencia familiar y que la campaña será complementada con mensajes dirigidos específicamente a la violencia contra las mujeres. Ya no queda claro, pues, qué es [i]Cuenta hasta 10:[/i] ¿un primer capítulo de una campaña larga? ¿Una campaña modular? ¿Una campaña contra la ansiedad de la cuarentena?

En cualquier caso, queda claro que hacer una campaña para específicamente combatir la violencia de género no es la intención o prioridad. Aquí hablamos de esa violencia vergonzosa e inaceptable que se da contra las mujeres por el simple hecho de ser mujeres; en casa, en el trabajo, en todos los espacios sociales.

Tomando en cuenta el momento en que se lanza esta campaña -cuando la pandemia, la contingencia y el confinamiento se dieron prácticamente una semana después de una protesta mundial en contra de la violencia contra las mujeres, que incluyó Una jornada sin ellas -el orden de los factores sí altera el producto; el primer mensaje debió atender esos reclamos y después enfocarse en otras violencias que también es necesario hacer visibles.

Sin embargo, incluso si la primera cápsula hubiera estado dedicada a la violencia contra las mujeres, un mensaje de “No pierdas la paciencia: respira y... cuenta hasta 10” dirigido al agresor (y aquí sí, mostrando a un hombre) carece de fundamento sobre su efectividad, justo como la copiada campaña de hace 40 años.

Algo de razón tiene Nadine Gasman Zylbermann, titular del Inmujeres: en el confinamiento todos estamos estresados por muy distintos factores, principalmente la crisis económica que ya toca a la puerta; pero responder al problema de la violencia de género e intrafamiliar con una campaña tan falta de imaginación, paternalista, que confirma prejuicios y quiere volver amables y pacientes lastres de comportamiento que deben ser erradicados, no contribuye en nada al trabajo que se recomienda hacer para disminuir la carga emocional de nuestra circunstancia.

Es increíble que tantas y tantos involucrados en la concepción, diseño y producción de la campaña no hayan visto lo obvio. Podemos contar hasta diez, podemos contar decenas de explicaciones por una campaña errada, podemos hasta contar y contar ovejas, pero eso no hará que con esta clase de mensajes obsoletos se vaya el insomnio… ni el monstruo con el que muchas duermen.

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Edición: Ana Ordaz


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