¿Un dólar en mano o cientos de pesos volando?

Ulises Carrillo
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Jueves 7 de mayo, 2020

En la pandemia del COVID-19, billones se han perdido en los mercados financieros y billones también se están invirtiendo en rescatar la economía. Son cantidades enormes, tan grandes que se vuelven difíciles de interpretar y traducir, incluso se pierden en los detalles del idioma.

Así, un billón de dólares en inglés, en realidad son mil millones en español latinoamericano y un millardo en francés o español ibérico. Hasta en eso hay que hacer bien las cuentas, por ejemplo: si Estados Unidos invierte 100 billones en algo -y lo leemos en inglés- en realidad son 100 mil millones en México y 100 millardos en Francia. De la misma forma, un trillón de dólares leído en inglés, es un billón de dólares leído en español en México.

Entonces, el rescate de la economía estadunidense será superior a los 2.3 trillones de dólares (si lo leemos en inglés) o los 2.3 billones de dólares si lo leemos en un texto en América Latina. Otro dato ilustrativo, para seguirnos mareando, es que el presupuesto del sector público mexicano es de un poco más de 6 billones de pesos, lo que -si lo dijéramos en inglés- serían 6 trillones de pesos en el mundo sajón. En fin.

Ante esas cifras colosales uno se pregunta ¿y todo ese dinero existe? La respuesta es sí, claro que existe en las contabilidades y la electrónica, pero en físico -en papel, en billetes y monedas contantes y sonantes- ciertamente no.

Tomemos el ejemplo de los dólares. De la oferta monetaria total, es decir lo que existe en dinero físico, más certificados líquidos, saldos en cuentas de banco, fondos de inversión y otras cosas de ese estilo (algo a lo que los economistas llaman M2, para hacerse los interesantes y sonar muy técnicos), únicamente el 11 por ciento existe en papel moneda o cheques de viajero (algo a lo que los economistas llaman M1). Para decirlo en cristiano, en “papelito que habla”, sólo existen 11 de cada 100 dólares.

Ahora bien, esos dólares que sí existen en el mundo físico tienen una distribución muy curiosa, pues uno pensaría que abundan y dominan los billetes de baja denominación, los de uno o cinco dólares. Nada más lejos de la realidad. Ni George Washington (en el billete de uno) ni Abraham Lincoln (en el de cinco) dominan en el mundo del dinero impreso, ahí la ley es Benjamín Franklin con su billete de 100 dólares.

Del total del valor de los dólares impresos, casi el 80 por ciento está acumulado en billetes de 100 dólares; uno podría decir que eso pasa por el simple valor nominal de cada pieza de papel, pero no es así. De hecho hay más billetes de 100 dólares circulando que billetes de un dólar. Sí, Franklin ve su rostro impreso más veces al año que el propio Washington. Y se pone más interesante: el 80 por ciento de los billetes de 100 dólares que existen no circulan en los Estados Unidos, sino en el extranjero.

Lo anterior ocurre porque el dólar, en un mundo de economías inestables, incertidumbre y devaluaciones, se ha convertido en una forma de guardar valor. Si uno quiere guardar valor en papel impreso, pues el dólar es la moneda favorita y de preferencia en papel moneda que resulte práctico desplazar, es decir, billetes de alta denominación.

En dólares físicos ahorran todos -tanto el gran empresario, como el hombre o mujer de a pie- cuando todo lo demás se ve tembloroso, frágil o hasta peligroso. Si las cosas se ponen feas y hay escasez de todo, tal vez nos rechacen pesos en una tienda, pero los dólares siempre serán bienvenidos. Eso sí, China está en vías de prohibir el pago en dólares en su territorio, porque está en una guerra de poderes con Estados Unidos y quien domina la moneda, domina el mundo.

Así que la próxima vez que vea un billete de 100 dólares, puede decir que es un billete de lo más común, nada de especial; puede decir también que alguien está nervioso respecto a cómo se van a poner las cosas. Eso sí, si llega a sus manos, guárdelo, porque el otro 89 por ciento del dinero verde es virtual, numeritos en la nube y nada más.


Nota: cálculos realizados con datos procesados por Púrpura Analytics.

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Edición: Ana Ordaz