Jhonny Brea
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya
Viernes 27 de marzo, 2020
El dichoso coronavirus nos está enseñando a sentir la esperanza. Sí, la esperanza de que algún día lleguen por televisión abierta los canales por los que supuestamente la SEP está poniendo contenidos educativos. Por más que he hecho, ni el 11.2 ni el 14.2 funcionan. A lo mejor sólo son para el valle de México.
Como comprenderán, estos días de sana distancia y distanciamiento social traen a los rapaces como leones enjaulados: nerviosos, estresados y hambrientos. Los entiendo, no dejan de ser niños y tienen batería para un buen rato; nada más que en casa no hay mucha manera de que saquen esas energías con alguna actividad física, aunque en una de esas son capaces de innovar en el parkour doméstico.
Supongo que también uno se tiene que adaptar a eso del jomsculing y jomofis. Para eso de aplicar las tareas en casa el primer resultado fue dos niños mandados a la oficina del Alto Mando (La Xtabay, of course) y un maestro suspendido por ingerir bebidas embriagantes en horario laboral.
Lo que sea de cada quien: estar encerrado en casa permite apreciar el trabajo que otras personas realizan, y alguna vez he dicho y ahora lo reitero: a los docentes no se les paga lo suficiente.
Pero ya necesita uno organizarse para todo, y para algunas cosas hay más voluntad que materiales. Y no me estoy refiriendo al desabasto en los hospitales, conste.
Resulta que para refugiarme del festejo de La Xtabay porque el príncipe Carlos está infectado de COVID-19 (acá entre nos, se encerró a gritar que se hizo justicia, que esa es la única corona que va a tener en su vida, que ojalá también caiga Camila, que eso fue por lastimar a Diana, entre otras lindezas que se interpretan como “te digo Carlos, para que entiendas, Jhonny”), me decidí a aplicar la sanitización de la casa, lo que al final salió mal.
Verán, mientras escuchaba la letanía de mi dulce tormento contra la monarquía, hice acopio de mi aplomo de macho omega grasa en pecho, espalda peluda, nalga de pescado, abdomen de lavadora y bebedor de cerveza light, me decidí a lavar ropa, toallas, sábanas y cuanto se pudiera; con tan mala fortuna que se gastó el agua del tinaco y así estuve dos días, porque no hubo suficiente presión. Y eso que me faltaron las hamacas y que los niños -y yo menos- se habían bañado.
La situación se resolvió con cubos. Con tanto acarreo puedo decir que hasta cumplí la cuota de activación física. La explicación que encuentro es que muchos estamos en casa y aprovechamos el tiempo para lo mismo. A fin de cuentas hacer limpieza es una medida preventiva contra enfermedades, pero como que la Japay ni se ha dado por enterada. ¿Será que su director tenga que esperar instrucciones del gobernador para que las bombas operen un ratito más? Seguro tendrá un plan para este tipo de contingencias. Además ya estuvo presumiendo reparaciones de gran calado en la red de distribución, así que vamos a contar con agua, ¿verdad, don Mauricio?
Por lo pronto, ya con la tribu tenemos un plan de limpieza de la casa. Eso sí, también está resultando momento de deshacerse de varias cosas que están saliendo de los clósets, como unos pantalones talla 30 que alguna vez utilicé… en el milenio pasado.
[b]Macho omega que se respeta[/b]
Llega la noche y quiero dormir cansado. Lo malo es que necesito un whisky, no vaya a ser que a alguien se le ocurra que la contingencia debe ir con ley seca porque entonces sí veo cómo ir a toser a la Plaza Grande. Aunque me condenen después a fabricar cubrebocas.
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