En días de contingencia

Jhonny Brea
Foto: Afp
La Jornada Maya

Viernes 20 de marzo, 2020

¡Señor, señor, con mi pago restringido puedo hallar en calles el sustento, para comida nada más te pido, y en la cocina ya veré qué invento! Mas La Xtabay, dueña de quincenas mías, dispuesta para entrar en cada tienda, me hace, al despertar todos los días, sacar de más para pagar la cuenta.

Con el canijo coronavirus rondando, mi cartera entró en estado catatónico. El pasado fin de semana estaba haciendo la lista para ir preparado al super (ustedes saben, las labores propias de mi sexo) cuando para mi sorpresa la tribu se declaró lista para ir en expedición a la compra.

“Corazón, no vamos a hacer compras de pánico; pero ten en cuenta que si nos vamos a tener que aislar, vamos a consumir más cosas en casa”, fue la explicación de mi dulce tormento. La preocupación es entendible. A fin de cuentas, hay días en los que nada más sale uno a la calle y ya se gastó por lo menos 300 pesos. Sabedor de que lo que no se va en gasolina termina yéndose en otra cosa, respiré profundo y comencé a decirme que íbamos en una misión.

Por supuesto, antes de lanzarnos hice que vieran que en casa hay gel antibacterial y hasta un paquete de 36 rollos de papel higiénico con olor manzana-canela que me obligaron a adquirir en diciembre. Luego levantamos un inventario de comestibles no perecederos y preparamos una nueva lista.

Por primera vez en mucho tiempo, me estaba sintiendo satisfecho, luciendo el aplomo de macho omega grasa en pecho, espalda peluda, nalga de cebolla, abdomen de lavadora y bebedor de cerveza light, pensando que esta vez no iba a gastar mucho. Sin embargo, el gusto no duró.

“Necesitamos pasar a La Europea por vino bueno. Con ustedes no se puede estar en confinamiento y sin alcohol”, lanzó La Xtabay cuando ya estábamos a medio camino. Y aunque podemos estar de acuerdo en que para estar los cuatro enjaulados, los mayores requieren de algún anestésico, hay un problema en lo que mi adorada entiende por buen vino. Para ella significa cualquiera que no se encuentre en el anaquel de promociones. Por mí, me aplico en el Centro de Atención Naturista y Terapia Integral a la Neurosis Ansiosa (Cantina por sus siglas en inglés), pero con eso de que también hay amenaza de que cierre por la contingencia y se concentre a su personal médico en otras instalaciones, entendí su alerta. Lo malo es que con el abastecimiento que logramos terminaremos propensos a la sobredosis.

Ya en el super, los rapaces se lucieron. El carrito estaba listo, pero ya que nos dirigíamos a pagar, La Cutusa comenzó a decir que necesitaba surtir su té Bigelow (reserva especial de la patrona), y además tenían que ser dos cajas. Por su parte, El Kizín insistió en que la mostaza de Dijon à l’ancienne es un producto de primera necesidad. Regresó del anaquel con un frasco más grande de lo acostumbrado y además una botella de vinagre balsámico… sólo así come vegetales el méndigo. Por lo menos nos ahorra los corajes a la hora de comer ensaladas.

No sé por qué, pero presiento que la contingencia se va a sentir peor que la cuaresma.

[b]Macho omega que se respeta[/b]

Eso del home office no es para mí. Imaginen que además de estar al pendiente de lo que hay que hacer en la chamba también hay que preparar la comida y trapear porque al Kizín se le derramó el refresco que intentó preparar. Además, como sea, la computadora que tengo en la oficina está algo lenta, pero nada más. En cambio, en casa tengo que usar a HAL-9000 que responde lo que quiere y cuando le da la gana.

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Edición: Elsa Torres