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Jaquelyn Rosado Puerto
La Jornada Maya

Domingo 8 de marzo, 2020

El Día de la Mujer tiene orígenes inciertos. Por un lado, está la versión estadunidense que cuenta que el 8 de marzo de 1908, un grupo de mujeres se reunieron en la fábrica textil Cotton de Nueva York para declararse en huelga. El dueño las encerró con llave y prendió fuego al edificio, donde más de 100 fallecieron. Las telas que fabricaban eran de color violeta, por lo que desde entonces es el color representativo del movimiento feminista.

Por otro lado, la desmitificación: El 8 de marzo de 1908 fue domingo, día de descanso, por lo que no hubo ningún incendio ni huelga. El único incendio documentado en una fábrica textil, la Triangle Shirtwaist Co., fue el 25 de marzo de 1911, donde murieron muchas mujeres, en su mayoría inmigrantes.

También está la versión rusa: El 8 de marzo de 1917 miles de mujeres rusas se amotinaron en contra del hambre causada por el régimen zarista, dando inicio al proceso revolucionario.

Ya sabemos que desde la II Guerra Mundial los acontecimientos históricos se disputan en logro por parte de dos potencias opuestas: Rusia y EU. La llegada a la luna, la derrota de la Alemania nazi, el desarrollo de las tecnologías, y por si fuera poco, la lucha por los derechos humanos, entre éstos, los derechos de la mujer. Lo que sí puede afirmarse es que todas las versiones apuntan hacia un origen colectivo, donde mujeres marchan en unidad para exigir lo que les corresponde en igualdad de condiciones.

Las mujeres continuamos siendo botín político del oportunismo de quienes se dicen a favor de nuestros derechos. Nos cosifican en anuncios comerciales, en telenovelas, en canciones y poemas, en relaciones, en campañas políticas; y cuando ya no les servimos, nos desechan sin ningún miramiento. Es indignante cómo el descaro de grupos políticos conservadores enarbola la bandera violeta para promover su ideología, que resulta contradictoria a las causas feministas. Dicen estar a favor de la mujer, pero legislan en contra del derecho a decidir por nuestros cuerpos, no tiene una agenda de género clara y determinante, continúan promoviendo antivalores feministas a través de medios de comunicación, instituciones religiosas, escuelas y, cuando llegan al poder, no hay un cambio hacia la igualdad sustancial. Cinismo el de agrupaciones empresariales apoyando un paro que busca visibilizar nuestros derechos laborales, mismos que no respetan. Iniciando por entrevistas de trabajo donde prevalecen las preguntas hacia nuestra vida personal, nuestra edad y planes reproductivos. Continuando con el acoso laboral y sexual, la explotación, humillación y malas condiciones que sufren muchas mujeres en sus centros de trabajo. No hablemos del outsoursing o de la discriminación por género. ¿Con qué calidad moral se atreven a “darnos permiso” para nuestra protesta? Risible e indignante también que instituciones religiosas que han manifestado estar en contra de nuestros derechos por decidir sobre nuestro cuerpo y nuestra libertad sexual, digan apoyar nuestra causa. Tintes fascistas que ensucian un movimiento legítimo.

Pero eso ya no es problema para nosotras, hemos aprendido un valor inquebrantable que nos hace mantenernos unidas a través de la historia, valor que hoy ya tiene un nombre: la sororidad. Una nueva alianza entre mujeres que nos hace vernos en espejo, como hermanas, como aliadas que no están dispuestas a competir más. Ni por un puesto, por un hombre, por ser la más linda o la más preparada. Muy por el contrario, colaboramos para que cada una alcance sus metas, nos alegramos por nuestros triunfos, nos acompañamos en nuestras luchas y servimos de bálsamo en cada derrota. Una madre consolando a una hija que sufrió una decepción personal, una amiga visitando a otra en la enfermedad, una vecina yendo por los niños a la escuela pues su madre tuvo que trabajar hasta tarde, una abuela trenzando los cabellos de su nieta mientras le cuenta historias infinitas, un par de desconocidas apoyándose en la calle cuando una de ellas es acosada por un hombre. La sororidad ha estado siempre presente en la historia. Ha sido protagonista de todas las victorias a favor de nuestro género. Hay mujeres que son referentes de estas luchas, pero no fueron solas, cada una ha recibido el respaldo de otras mujeres, y sin ellas, difícilmente se visibilizarían sus acciones.

Campañas como #Yosítecreo #Noestássola #MeToo entre otras, manifiestan que estamos más unidas que nunca y que no daremos un paso atrás por hacernos escuchar para exigir justicia e igualdad. La alianza entre mujeres, ese vínculo inquebrantable que se fortalece a través de los tiempos, es un valor que promueve el feminismo. Hace que una seamos todas, hace que el Yo se vuelva Nosotras. Nos hace más fuertes ante el oportunismo de aquellos grupos que quieren, nuevamente, utilizarnos para resurgir de sus tumbas. Pero fracasarán en su intento, porque las mujeres tenemos conciencia de género y nos tendemos la mano con el saludo que nos identifica: “Sororidad, hermana.”

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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