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Óscar Muñoz
Foto: Reuters
La Jornada Maya

Jueves 5 de marzo, 2020

Ha sido claro para muchos que dominar la lectura y la escritura es un rasgo de civilización de cualquier sociedad, lo que permite comprender el desarrollo de una comunidad. Asimismo, esta cultura escrita ha determinado la posición de los individuos de una población en el entramado de las relaciones sociales. Sólo a través de los registros escritos -sean estos de corte histórico, periodístico o literario-, ha sido posible conocer el pasado de una sociedad y su desarrollo evolutivo en el tiempo. Además, al saber el pasado social, los individuos de una comunidad podrán proyectar hacia dónde ir, y tendrán la oportunidad de diseñar el futuro de la sociedad a la que pertenecen.

Lo anterior sólo es posible si se cuenta con una cultura escrita sólida y democratizada, en la que todos los ciudadanos sepan leer y escribir y, más allá de ello, comprendan los textos y desarrollen una capacidad crítica ante los registros escritos de la realidad histórica y las ficciones literarias (que son las metáforas de la propia historia social). De ahí que sea primordial desarrollar la capacidad de leer y escribir entre la población para democratizar la cultura escrita en la que participan los instrumentos determinantes de la educación. Leer y escribir, además de ser aprendizaje en sí mismo, es una herramienta para aprender otros conocimientos y habilidades.

[b]Ambientes idóneos[/b]

No cabe duda de que las escuelas son los ambientes idóneos para la lectura y la escritura; sin embargo, los usos y los diversos tipos de lectura se han diferenciado en los últimos tiempos, lo que ha generado una multiplicidad de situaciones en que se lee, ya sea en materiales físicos o digitales: libros, revistas, periódicos, blogs, posts y demás. Es por ello que habrá que dar cabida a la lectura en otros espacios, tiempos y funciones, para asegurar que la cultura escrita sea una herramienta para aprender de manera continua y crecer como personas civilizadas y ciudadanos responsables de su propio contexto social.

Nadie duda de que la evolución de la cultura escrita ha participado activamente en la formación de los lectores actuales y que la escolarización ha resultado esencial en ello. Para que esta situación continúe -y continúe como tiene que ser-, habrá que asegurar que las escuelas cumplan su papel en el proceso cada vez mejor siguiendo las exigencias del proceso lector: comprensión, crítica y expresión. Y todo ello a través de una democratización de la cultura escrita, dado que ésta es uno de los recursos indispensables de los que se valen las políticas culturales.

Así pues, las instituciones responsables de generar y desarrollar una cultura escrita deben ser la educativa y la cultural. No por tener la escuela la obligación social que promover la lectura y la escritura como aprendizajes en sí mismos y como herramientas para otros aprendizajes, debe quedar ahí.

También la institución cultural debe ser responsable de promover la lectura como forma de interpretación de las expresiones culturales y artísticas.

Y ni qué decir de la familia como institución social tan responsable como la escuela y las instituciones culturales. Es en este espacio donde habrá el recogimiento ideal para disfrutar la lectura en plenitud. Es en el hogar donde se tiene más tiempo libre y sin tantas condiciones como en la escuela para practicar y gozar la cultura escrita.

No se trata sólo de leer, sino también de expresar por escrito la valoración de lo leído, las ideas que han sido generadas por la lectura y la propuesta de nuevas visiones de lo que haya sido interpretado en los textos.

Junto con estos espacios, algunos con ciertas condiciones disciplinarias y otros sin tantas exigencias, habrá que considerar las bibliotecas públicas, donde será posible extenderse en nuevos títulos y temáticas, lo que permitiría ampliar el aprendizaje de nuevos conocimientos, interpretar otras formas culturales y disfrutar el placer de la lectura. La escuela, la institución cultural, la casa y la biblioteca, sin olvidar la Internet, serán los mejores espacios para democratizar la cultura escrita y formar ciudadanos libres y críticos, propositivos y creativos.

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