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Óscar Muñoz
Foto: Lilia Balam
La Jornada Maya

Martes 21 de enero, 2020

Varios libros que pasan a lo largo de la vida de una persona se transforman en una especie de fotogramas que permiten ser recordados por algún detalle relevante, impresionante, memorable. Aunque casi siempre estos fotogramas corresponden hoy en día al mundo audiovisual y el universo informático, no impide que sean benéficos para fomentar la lectura entre la población infantil. Lo que importa es que la oferta de lectura sea amplia y diversa.

Nunca será suficiente que sea impulsado un plan nacional o estatal de lectura si no se considera que el plan incluye necesariamente la capacitación de los docentes para asegurar el éxito del programa. Asimismo, tampoco resultará relevante un plan de lectura en el país si la selección de libros a incorporar en los programas no son ubicados en las áreas de aprendizaje propias de la lectura, como serían las de lengua y literatura, además que introducirlos de modo transversal en las demás asignaturas escolares.

También será imprescindible que en los hogares ocurra la lectura como una experiencia, precisamente con un carácter educativo familiar, por lo menos con un sentido de entretenimiento. Junto con las bibliotecas, los hogares podrían contribuir exitosamente en cualquier plan de lectura que sea diseñado para todos los niños del país, con el apoyo de los docentes, los bibliotecarios y los padres de familia. Habrá que crear varios frentes promotores de la lectura para lograr los objetivos de cualquier plan.

[b]Redes sociales[/b]

Los medios tradicionales de comunicación y las redes sociales podrían contribuir de modo extraordinario en cualquier plan nacional de lectura. A través de la radio y la televisión, de videos y textos ilustrados por la Internet habría los apoyos adicionales que un programa de promoción de la lectura requiere siempre. Y junto con ello, habría que rescatar del olvido la función de cuentacuentos que tuvieron en otro tiempo los abuelos, sin que importe mucho que los relatos sean orales. Escuchar una historia potencia gratamente a los niños para que busquen cuentos parecidos en los libros y diversos materiales de lectura, como las historietas o los cómics, entre otras opciones.

La realidad que rodea actualmente a la población infantil respecto de la pobreza lectora obliga a todos los gobiernos, y la sociedad en general, a buscar estrategias para la lectura, las cuales no aparecen por ninguna parte. Todo parece una gran simulación: se lanzan al aire las intenciones, pero sin ningún programa integral concreto. La realidad actual es impresionante: se lee muy poco y muchos no están motivados a hacerlo. Y no sólo para la comprensión de lo escrito, sino también por el placer que puede generar la lectura.

Para conseguir que un plan de lectura funcione como debe ser y alcance los objetivos que se proponga con éxito, habría que integrar un consejo asesor que no sólo participe en la selección de los materiales de lectura a integrar en los programas derivados del plan, sino que establezcan estrategias viables y concisas para asegurar las metas trazadas.

¿Dónde ha quedado aquel Programa Nacional Salas de Lectura, luego de 25 años de creado? ¿Qué hacen hoy los mediadores de lectura en sus espacios? ¿Dónde está el reimpulso del Plan Nacional de la Lectura? ¿Qué actividades relevantes son realizadas en las casi 4 mil salas de lectura?

No habrá que olvidar que, para que un plan tenga el soporte suficiente y las estrategias precisas, habría que diseñar desde un principio encuestas estatales, regionales y nacionales que permitan conocer el estado actual de la lectura en la población, no sólo escolar sino también extraescolar. Asimismo, será importante establecer un intercambio de información sobre la lectura con otros países, de modo que la información de otras naciones contribuya en el diseño del plan nacional o estatal de lectura. No es posible sólo suponer que el país o una entidad en particular está mal en lectura, hay que saber qué tan mal está.

Ojalá no tarden mucho las autoridades de los sectores educativo y cultural, principalmente, y las demás áreas de los gobiernos nacional y local, para comenzar a realizar las tareas fundamentales que conduzcan a un plan de lectura con estrategias auténticas -no simuladas-, para fomentar el gusto por leer. Y sin olvidar que las familias, las bibliotecas y las empresas, fundamentalmente de comunicación e información, contribuyan en la realización de las acciones de su competencia para apoyar dicho plan. Sí, ojalá no tarden más tiempo.

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