Bicho de la irreflexión

En su artículo La masa irreflexiva Christopher Clavé nos invita, ¿sacude?, con la siguiente reflexión:

“Menos palabras y menos verbos conjugados implican menos capacidad de expresar emociones y menos capacidad de procesar el pensamiento. Los estudios han demostrado cómo parte de la violencia en las esferas públicas y privadas proviene directamente de la incapacidad de describir las propias emociones a través de palabras. Sin palabras para construir el razonamiento, el pensamiento complejo se hace imposible. Cuanto más pobre es el lenguaje, más desaparece el pensamiento”. 

El que no tiene palabras, golpea, mata. No tiene capacidad de expresar: frustración, enojo, desgaste, miedo, desesperación… ni de pedir ayuda, porque: “al psicólogo sólo van los locos”. ¿Qué hace? Explota. Niega la realidad y estalla con un; “me vale las consecuencias”, que incluye atiborrar aeropuertos y playas o votar por un violador. 

Rebanadas de la punta del iceberg.

Como una ola invasora, millones de personas cantan y bailan al son sabroso y repetitivo del reguetón, que fomenta desconectar la de pensar;  nuestros cuerpos responden a la cadencia del ritmo que nos impide descifrar la letra y cómo ésta se cuela por las entrañas contaminando todo de lasciva inmediatez donde la puntuación y la lógica no existen.

“Eres sabrosura me llenas de calentura toda una diablura haciendo mil locuras”

“Bañada en sudor mientras rozo tu cintura al ritmo del bum bailemos hasta perder la locura”

“Sólo déjate llevar lentamente manosear esta noche serás mía aunque no lo quieras aceptar”

“Y tu cuerpo rico sé que no se toca pero ya no aguanto más te comeré toda la boca”

¿Se dará cuenta lo que dice el que lo canta? ¿Comprenderá lo que le ofrecen la que escucha?

Muchas editoriales, en su afán por vender, cambian la literatura por libros objetos: los libros deben de ser más ligeros, nada de sufrimientos que sacudan, que nos confronten, menos que nos hagan pensar. Si tiene muchos dibujos, mejor.

Qué pena que las nuevas generaciones no disfruten el placer de la palabra que nos ofrece los calambures. Esos donde cambiando el orden, todo se transforma.

“Si el Rey no muere, el Reino muere”

Uno de mis favoritos lo escribió Xavier Villaurrutia dentro del poema “Nocturno en que nada se oye”.

“Y mi voz que madura / y mi voz quemadura / y mi bosque madura / y mi voz quema dura.
Y este otro donde un acento, transforma todo".

[…] el latido de una mar en el que no sé nada / en el que no se nada. 

Urge recuperar la literatura-espejo que genere pensamientos, ensanche horizontes, enriquezca, sacuda, rete; nos enfrente a los dragones del miedo y la neblina blanda de la mediocridad. Despierte la empatía y la ternura, nos sorprenda y regale preguntas para replantearnos todo y nos agasaje con el disfrute de la palabra.

Ante lo anterior, Andrés, Flor, Oscar, Alicia, Katia, no nos queda más que seguir insistiendo:

“En la plaza vacía, nada vendía el vendedor.  /Y aunque nadie compraba, no se apagaba nunca su voz…”

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Edición: Ana Ordaz