Los mundos de Rosely para el lector

Aída María López Sosa

En los libros habitan espíritus hechizados que despiertan al abrirlos. Cuando el libro encuentra a su lector, ocurre el hecho estético, dijo el filósofo y escritor estadunidense R.W. Emerson (1803-1882). Cada lectura, relectura y recuerdo de la misma, renuevan el texto. Esto es a lo que nos invita Rosely Quijano León en El lector y sus mundos (Disyuntivas Ediciones, 2019), a que revisitemos los artículos escritos en un tiempo y espacio distinto, para darles una reinterpretación a la distancia. No hay mejor manera de refrescarlos, que volver a ellos con una nueva mirada. 

A lo largo de casi 200 páginas, compila más de 70 artículos escritos en medios digitales e impresos desde 2008, actividad que con entusiasmo y compromiso continúa en su publicación quincenal: Eclosión de Letras. El valor que encuentro en el libro es el de ser un referente para comprender la cultura de Yucatán. Con textos breves y variados, la autora nos introduce a mundos diversos para divertirnos, recodarnos las efemérides, personajes, vidas y obras, también nos invita a la reflexión, donde las historias y la literatura van y vienen para despertar la imaginación e informarnos con inteligencia. 

Su expertise en las salas de lectura, es una herramienta valiosa, ya que como refiere: “Todos los textos han sido escritos con la finalidad de que quienes los lean sientan las ganas o el mismo entusiasmo que yo para leer los libros que comento… encontrar esos mundos que habitan en los libros y que he descubierto a lo largo de muchos años como lectora”.

La expresión clara e integral de Rosely en tópicos variados están resguardados en el El lector y sus mundos, a salvo de la fugacidad de la prensa o la virtualidad inconmensurable. Ejemplo de periodismo cultural en Yucatán, que agradecemos los lectores y algún día lo hará la historia, espejo del tiempo. 

El libro comienza con un texto alusivo al Día Internacional del Libro, donde coincide con Borges de que la lectura debe ser mucho más que un hábito, moda o discurso; debe ser un placer y el placer nunca es obligatorio. Coincido con ambos en disfrutar la luminosidad que nos proporcionan las palabras, ya que el leguaje también es un fenómeno estético. Cuando tenemos enfrente las palabras, podemos sentir su musicalidad, su peso, el valor que las dignifica. La vida que les da nuestra lectura. 

Con títulos atractivos como: Vampiros que incitan a la lectura, nos introduce a la tetralogía de Stephenie Meyer que tomó otro impulso desde el Conde Drácula (1897) de Bram Stoker. Asimismo, aborda la rivalidad entre escritores de todos los tiempos (¿consuelo?) en: Enemistades entre libros, haciendo una rememoración de las rencillas como la de Brecht y Tolstoi cuando demeritaron al poeta maldito de Las Flores del Mal, Baudelaire o cuando Nabokov consideró nulidades las obras de Cervantes. Ni la misma Sor Juana se salvó: “cabeza que es erario de sabiduría no espere otra corona que de espinas”. También se vale de la sicología inversa: Prohibido leer, misma que le aplicó su papá en la niñez, curiosidad que albergó hasta leer en el bachillerato: El fistol del Diablo de Manuel Payno. Metaforiza la lectura con los viajes en Leer y viajar, humaniza los libros en La piel del libro. Estrategias para atraer al lector. 

El deseo de los escritores es que sus libros tengan un mundo de lectores. Mi deseo, Rosely, es que El lector y sus mundos, sea uno de ellos.

Edición: Estefanía Cardeña