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Saberes, haceres, deberes y pensares mayas

Ir a la universidad permite conocer otras culturas
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Dos universitarios conversando; E1 viene de otro país, E2 es de una comunidad cercana a la universidad:

E1. Vamos a salir de vacaciones por Semana Santa, María, ¿qué vas a hacer?

E2. Lo de siempre, Pedro, voy a ayudar a mi papá en la milpa y a mi mamá en los quehaceres de la casa.

E1. Algo había escuchado, que en estas fechas muchos estudiantes no piensan en ir a la playa o viajar, sino que se quedan en su comunidad a ayudar. Es diferente de donde vengo. Pero, María, ¿no tienes miedo de ir al monte con tantos peligros, animales insectos, calor?

E2. Voy al monte desde los 6 años, primero me llevaban mis papás, pero desde los 8 años podía ir sola por leña o por plantas que me pedía mi mamá. Puedo usar el machete para defenderme, pero no lo necesito.

E1. No entiendo, ¿cómo le haces?

E2. Te voy a explicar. Tú vienes de una cultura diferente a la mía, con otras habilidades que seguramente a mí me parecerían como a ti te parece lo que piensas que puedo ir al monte sola.  Cuando me llevaban de chica, prácticamente mis papás no me explicaban nada, me dejaban hacer cosas, pero vigilaban mis movimientos, yo me sentía segura. 

Con el paso del tiempo me di cuenta poco a poco de que me llevaban para que yo aprenda por mí misma; entonces en forma natural aprendí a observar y de ahí fui construyendo conocimientos, fui aprendiendo, entendiendo cosas que después me permitían practicar para saber si las había aprendido bien. Por ejemplo, cuando vamos al monte, mi abuelo, papá, mamá, o mi abuela, caminan frente a mí; de vez en cuando hablan, chiflan o mueven la hierba con el machete como avisando que ahí estamos. Aprendí que la mayoría de los animales huyen ante nuestra presencia, no es necesario atacarlos. Por eso no tengo miedo a las culebras o incluso tigres, pero siempre estamos preparados, ya sea con el machete o con el rifle, para defendernos.

Aprendí que ciertas plantas, frotadas en la piel o sobre la ropa, sirven para repeler mosquitos. Las puedo identificar y las uso.

Aprendí a distinguir las lianas que tienen agua y cómo cortarlas para beber cuando hay urgencia.

Aprendí a distinguir una liana de una serpiente colgada que se mimetiza entre la vegetación. También a desarrollar un sexto sentido.

Experimenté que no hay mejor sustento alimenticio para la jornada en el monte que el pozole, a mí me gusta un poco agrio.

También a hacer la quema de la milpa, a leer el viento y a identificar cuando la vegetación cortada está lo suficientemente seca para una buena quema, rápida, que no queme el suelo. Aprendí a hacer el fuego para que corra en la dirección que se necesita y cómo cuidarlo con guardarrayas.

Aprendí a sembrar, a cosechar y a tener el gozo interno de disfrutar el fruto de mi esfuerzo, 

No, Pedro, no tengo miedo de ir al monte. Voy sin que me obliguen, me gusta trabajar y cooperar con mi familia, no es fácil, pero se aprende a hacer las cosas bien con el menor esfuerzo. Confío en mis conocimientos y observo que poco a poco voy incorporando nuevos e innovando los que aprendí desde niña. 

Vengo a la universidad porque quiero entender lo que hago en forma natural en mi cultura, pero desde la perspectiva de otra cultura. Espero encontrar respuestas. Mi habilidad de observación, mi interés por practicar y guardando los valores que aprendí con mi familia, también me permitirán salir adelante en la universidad.

Saberes, haceres, deberes, pensares... Así han creado y transmitido conocimiento nuestros antepasados. Siguen siendo fuente de inspiración, prestos para construir un mundo intercultural, no sólo multicultural.

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Edición: Estefanía Cardeña 


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