de

del

Foto: Carmen Villoro

Te veo tan lejana

y estás en mis pupilas.

Hay en los movimientos de mi cuerpo

una pincelada

que aprendí de tu paso por el cielo.

Fragmento del poema “Estela” de Carmen Villoro.

 

Había una vez una estrellita que vivía en un blanco y bello lugar cerca del mar, su brillo era apacible como las suaves notas de un piano. Era la joya más preciada de la familia, desde su nacimiento la habían colocado dentro de un capelo y aunque su mayor deseo era salir y conocer el universo, sólo admiraba su inmensidad a través del cristal; pasaba horas observando aquel enigmático planeta llamado “Tierra” que, al parecer, era el único habitado en todo el sistema solar. Había algo que avivaba su curiosidad, esto era que las personas – los habitantes de la Tierra, seres de carne y hueso - estaban dotados de una energía especial, de un “alma”; que al parecer se infundía en ellos con un fin: llegar a la Tierra y cumplir una misión. La estrellita soñaba transformarse en un ser humano y experimentar la libertad. Un día,  decidida a hacerlo, tomó la forma de una mujer y bajó a la Tierra. Al llegar, fue recibida por dos alegres coyotes que chapoteaban en una fuente, aquel planeta superó sus expectativas y sus habitantes, los seres humanos, al conocerla quedaban prendados de su amorosa y celestial mirada. Con el paso del tiempo la estrella logró tocar las almas de muchos de ellos, sanarlos y ayudarlos a cumplir su misión. Al final, aprendió que aquella misión era la misma para todos los seres de la Tierra: SER FELICES.

Estela Ruiz Milán nació en Mérida el 7 de octubre de 1933. Es licenciada en Literatura Española y doctora en Psicología por la UNAM. Con un grupo de colegas, fundó  en 1972 la Sociedad de Psicoanálisis y Psicoterapia de la ciudad de México. Es autora del libro “Strindberg, una mirada psicoanalítica”. En 2011 recibió un reconocimiento en Uxmal de manos de la escritora yucateca Sara Poot y el 16 de marzo de 2013, fue homenajeada en el marco de la FILEY por su trayectoria profesional. 

Es madre de los reconocidos escritores Carmen y Juan Villoro. 

BGT.- Estela cuéntame, fuiste educada en casa y tomabas clases de piano ¿cómo recuerdas tu niñez en aquella casa de la avenida Colón?

En esa casa nací y viví hasta los 10 años, allí me daba clase una maestra que se llamaba Sarita Ruiz, me dio el 1o de primaria, luego segundo y tercero. Yo no iba al colegio, a donde sí iba era a clases de piano con el profesor José Rubio Milán que era mi tío y además un excelente músico, él había estudiado diez años en Alemania y cuando vino la guerra del ‘14 (primera guerra mundial) se fue a Portugal y ahí estudió con un discípulo de Franz Liszt. Tomé clases de piano desde los 6 años. Mi vida consistía en ir a clases de piano y leer, pasaba mucho tiempo leyendo cuentos, me gustaba la literatura desde entonces, bueno, eso me llevó a la literatura.

BGT.- Digamos que tuviste una infancia un poco parecida a la actual.

ERM.- Esta pandemia ha encerrado a los niños, no tienen vida social; yo estuve así diez años, para mi mamá esto era normal, era como educaban a las princesas, yo era de una clase social mediana pero me tenían como en capelo, fui la segunda hija y tuve un hermano nueve años mayor que yo; por ser la chiquitina era a la que mi mamá cuidaba y dedicaba su vida, también me encantaba el cine, íbamos mucho y era parte de mi educación.

BGT.-Una infancia feliz en Mérida.

ERM.- Pues no,  nada de felicidad, digamos que fue la parte más triste de mi vida, porque estaba muy sola. Claro, yo inventaba a mis amigos imaginarios, inventaba que iba a una escuela, inventaba cosas, surgía más la imaginación. Afortunadamente, tuve la suerte de que nos mudamos a la ciudad de México cuando tenía diez años,  ahí entré a 4º de primaria y hasta el final de la preparatoria; entonces ya tuve amigos, luego la adolescencia, las fiestas, los quince años, las amigas, los bailes, los enamorados.

BGT.- Conociste al filósofo español Luis Villoro, te casaste con él y formaron una “pareja deslumbrante”, ¿qué era lo que más admirabas en él?

ERM.- Era una pareja bonita la que hacíamos, la verdad, yo pensaba que él era guapo, pero no fue eso lo que me atrajo sino su comportamiento, a los dos nos interesaban mucho los problemas sociales, estábamos  muy conmovidos con toda la situación de la pobreza, de los indígenas; bueno, él escribió sobre el indigenismo en México y yo recuerdo haber tenido esa conciencia social desde los 6 años. Creo que eso fue lo que más nos unió, esa preocupación social. Lo mejor de mi vida ha sido tener dos hijos maravillosos, primero Juan y después Carmen, los dos escritores, Carmen también es poeta y psicoanalista, los dos son mis joyas.

BGT.- Estela, con una licenciatura en literatura española regresaste a la universidad, ya separada y con dos hijos aun pequeños estudiaste la carrera de psicología y después el doctorado. Cuéntame sobre esta época de tu vida. 

ERM.- Así es, psicología la terminé estando ya separada, luego hice el doctorado y luego todo el entrenamiento en psicoanálisis que fueron cinco años y medio, estuve estudiando siempre pero sin descuidar a los hijos porque para mi lo principal era la educación y afortunadamente salieron bastante bien; buenos, trabajadores, honestos, con preocupación aprendida en casa, austeros y generosos; todo eso se logra con educación y trato cercano, siempre estuvieron conmigo, también el teatro ayudó. Fíjate que me tocó ser directora del Centro de Teatro Infantil del Instituto de Bellas Artes cuando mis hijos tenían 7 y 9 años, fue justamente cuando me separé y fue muy lindo, ellos aprendieron muchas cosas del teatro; a hacer una obra, a hacer títeres, en fin, de ese mundo que es muy enriquecedor en el arte y eso los educó mucho. 

BGT.- El teatro es catártico, hablando de este tema, has estudiado durante muchos años a dos grandes personajes suecos, Auguste Strindberg e Ingmar Bergman, del teatro y el cine respectivamente ¿Te hubiera gustado tenerlos como pacientes? ¿Qué les habrías preguntado?

ERM.- No se me ha ocurrido (ríe), porque simplemente ¡me quedaría muda y escuchándolos! Siento una gran admiración hacia ellos. Cuando vi por primera vez La Señorita Julia  (de Strindberg) me llamó la atención de una forma que me dije, ¡necesito conocer toda la obra de este autor! Compré todos los libros sobre Strindberg, y hay algo que te voy a decir, La Señorita Julia me movió el alma porque en Suecia, donde se realiza la puesta en escena, es donde sucede la obra misma, eso hubiera podido suceder en Yucatán, es algo tan universal que yo me sentí muy identificada en mi propia vida con los problemas suecos. Lo mismo me ha pasado con Bergman, una de las formaciones que tuve -por un lado formación y por otro “deformación”-  fue la iglesia, yo iba a la doctrina a la Catedral (de Mérida)  y ahí cumplía con el viacrucis y cosas así, tremendas, yo fui una católica ortodoxa cuando era muy niña y sentía el temor al infierno, el castigo de dios y todas esas cosas, eso es Bergman. Son suecos que me hacen palpitar el alma en una forma en la que los siento muy cercanos, de una tierra tan fría y lejana, digamos que es totalmente lo opuesto a Yucatán y sin embargo fue ahí  donde se me dio un paralelismo con los personajes suecos. En un par de ocasiones fui a tomar unos cursos del idioma y esos viajes fueron encantadores. Fui a la ciudad de Upsala (fundada en 1477) que es el lugar donde está la universidad más antigua de Escandinavia. Me gusta mucho el pensamiento y la manera de ser de la gente de ahí, me gusta como punto geográfico, me gusta lo alemán, lo sueco, lo danés.

BGT.- Probablemente en alguna otra vida fuiste escandinava.

ERM.- Ándale, yo digo que soy sueca de Yucatán (ríe).

BGT.-  Dime, ¿a qué personaje de la actualidad te gustaría psicoanalizar?

ERM.- A Bergman, y fíjate que él me recordaría mucho a Luis Villoro, porque también Luis tenía una formación religiosa muy fuerte, jesuítica, el mismo tipo de pensamiento, creo que los identifico. Aunque nos divorciamos, siempre nos seguimos tratando  con mucha educación y cercanía, por los hijos y por respeto, era diferente el no querer vivir juntos a estar peleados, nunca peleábamos, simplemente había mucha diferencia de sentimientos, no de pensamiento. En sus últimos diez años de vida nos llevamos como nunca antes, como dos buenos amigos y te puedo decir que él murió estando conmigo, me quedé en la casa porque estaba delicado de salud, me llevé muy bien con su última mujer y le dije: yo me quedo con Luis para lo que se ofrezca y lo que se ofreció fue su muerte. Yo pensaba: el día que se muera quiero estar con él.  Creo que él también esperó que yo estuviera para morir. Hubo un cariño muy profundo que no tiene nada que ver con un matrimonio que no se llevó muy bien a cabo. Pienso que habiendo hijos es muy importante que ellos sientan que los padres no son enemigos, pues precisamente ellos son producto de las dos mitades, padre y madre, sería ponerlos en conflicto interno. Somos sus dos pedazos.

BGT.- Estela hablando de la mujer y de su rol en la sociedad,  ¿cuál es tu opinión acerca de la fuerza que ha tomado la lucha femenina en nuestro país?

ERM.- Me da mucho gusto que las mujeres estemos manifestando la fuerza que es implícita en la mujer, la mujer es más fuerte que el hombre. Me gustaría que hubiera un partido femenino, un partido político de mujeres, porque sería un cambio total y creo que hay mucho más fuerza en el grupo de mujeres feministas que están ahora saliendo a las calles, luchando y esto es en todo el mundo, sería muy bueno en México que existiera un partido sólo de mujeres, yo sería la primera en apoyarlo. En muchos países, Angela Merkel por ejemplo, le ha hecho bien no sólo a Alemania sino a toda Europa, esto de que somos el “sexo débil” (ríe), bueno, eso es en brazos y piernas, nada más, incluso en tórax y abdomen somos mucho más fuertes, los hombres nunca tendrían un hijo y si lo tuvieran ¡nunca volverían a tener otro parto! (ríe) Tenemos una gran fuerza, resistimos el dolor, el hombre se quiebra más ante el dolor.

BGT.- “Si uno tiene una razón de vivir puede soportarlo casi todo”, como dijo Nietzche, ¿cuál ha sido tu razón de vivir?

ERM.- Siempre lo he tenido muy presente: ayudar a los demás, eso es para mi una necesidad verdaderamente, en un tiempo lo hice profesionalmente como psicoanalista pero lo que me llevó a esa profesión fue el deseo de ayudar; a las amigas, a la gente, a quien pueda, a quien se ofrezca.

BGT.- Y a los animales, me han dicho que eres adoradora de ellos.

ERM.- ¡Ay sí! Yo digo que no hay como la compañía de los animales, ellos tienen una cercanía, no nos dejan nunca, no nos abandonan, he tenido perros y gatos, hace poco se murió Tito, el gato más querido que he tenido, conservo sus cenizas.

BGT.- Hace algunos meses, al hacer el análisis de El Séptimo Sello de Bergman  te refieres a estos tiempos como “apocalípticos” ¿Crees verdaderamente que lo son?

ERM.- Yo creo que estamos empezando a percibir la destrucción, no digo del planeta, pero sí de una era. Ya han habido eras en otras épocas como la del hielo, épocas en las que cambia el planeta; se acabaron los dinosaurios precisamente con el aerolito que cayó en Yucatán, la estructura del planeta cambia. Yo pienso que para el año 2050 tal vez se acabe todo, bueno hasta cierto punto, porque siempre queda la esperanza y siempre resurgió algo, resurgirá una nueva era, pero ésta se está acabando, y ojalá que aprendiéramos a cuidar más la naturaleza pero ni siquiera viendo con tanta evidencia el problema lo hacemos, es el egoísmo tan grande que existe en la gente, aun siendo gente preparada e inteligente muchas veces sólo le importa el momento presente y su vida personal e individual,  no piensa en los demás; que como te digo, para mí, ese es el sentido de mi vida, ayudar a los demás. 

BGT.- ¿Crees que para el año 2060 nuestra especie pertenecerá al pasado?  ¿qué opinas?

ERM.- Tal vez existirá otro tipo de personas, no el homo sapiens, sino el homo con inteligencia artificial y cosas así, la tecnología que para mi, bueno qué te digo, no tengo ni celular estoy ahora en la computadora de Juan (Villoro), no soy tecnológica, los avances que me gustan son mi teléfono (ríe), el tren, el barco, pero muy pocas cosas. Yo creo que volver a la naturaleza sería muy bueno. Quizá cuando se acabe casi todo habrá un resurgir, un brote en la naturaleza, yo pienso que podría ser alguna tribu como las originarias, que vaya poblando otra vez el planeta. No creo que el planeta se destruya, pero sí el tipo de vida que tenemos y que la hemos destruido los humanos. Una de las cosas que ya es inminente es que se acabe el agua y cuando se acabe el agua hay que irse a Yucatán. Y cuando se acabe el mundo nenita me voy a Yucatán (dice con acento yucateco).

BGT.- Estela, dime ¿qué aconsejarías a la humanidad, como ser humano y como psicoterapeuta?

ERM.- Pienso que los consejos sirven cuando la persona ha asimilado la noción de lo que uno le aconseja. La paz del mundo, el pensar en los otros, el poder ayudar a los que más sufren, eso es lo que aconsejaría porque es lo que más me gustaría hacer. Si  renaciera me encantaría ser parte de Médicos Sin Fronteras, me parece sensacional, llena todo el sentido de una vida, las personas que se dedican a ello entregan su alma y su vida. Que hubiera amor entre la humanidad pero un amor más que fraterno, a veces el fraterno no es suficiente, un amor al otro, una empatía, un sentir lo que el otro está sintiendo.

 

Edición: Laura Espejo


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