Aída María López Sosa
Entre las sincronías de la existencia se inscribe el nacimiento del estadunidense William Moulton Marston -creador de Mujer Maravilla- hace 128 años en vísperas de la celebración del Día de la Madre. Sicólogo graduado en Harvard, vislumbró el potencial educativo de los comics, reflejo de los cambios que ocurren en un país. Otra coincidencia es el lugar de nacimiento del inventor, Boston, donde se dio en 1865 la primera manifestación que estableció la celebración a la madre, oficializándose hasta 1914.
Moulton vivía el poliamor con dos colegas, reconocía el poder femenino y la ausencia del prototipo en los superhéroes. Inspirado en la mitología griega, creó a la Mujer Maravilla, hija del conquistador Zeus y de la reina de las amazonas, Hipólita, quien había sido enviada a la isla Themyscira –vetada al sexo masculino- por la diosa Afrodita, después ser seducida por Hércules y perder sus poderes.
La Mujer Maravilla irrumpió al mundo en 1942 durante la Segunda Guerra Mundial, para combatir a los nazis. A la muerte de Moulton, un lustro después, la personalidad de la heroína se desdibujó adoptando personalidades débiles acordes al espíritu de la década, alejada de la lucha por los derechos civiles y la igualdad de las mujeres. Durante los años cincuenta se domesticó, hasta se enamoró y llegó a dar consejos matrimoniales. Abandonó sus poderes y su vestuario para dedicarse a trabajar en una tienda de ropa y practicar artes marciales. Por primera vez lloró por los hombres, algo inaceptable para el movimiento feminista que se gestaba a principios de los sesenta, abanderado por la periodista Gloria Steinem, quien le devolvió sus poderes y el progresismo que caracteriza al personaje original.
La mujer maravilla del siglo XXI no da vueltas para cambiar sus ropajes, sino para cumplir con las labores del hogar, familiares, laborales y sociales. Se le celebra un día, pero cumple los otros 364 desempeñándose en cada una de las esferas de la vida. Jornadas agotadoras y no siempre bien remuneradas y reconocidas. Si bien el término “mujer” significa mullida, suave, la resistencia para enfrentar y superar los retos lo contradice.
Leyendo biografías y entrevistando a personajes del arte y la cultura, llama la atención la influencia del padre -a veces positivas, otras, negativa- entonces me asalta la pregunta: ¿Dónde estaba la madre? Seguramente con los otros hijos, en cuarentena después de parir o limpiando los desfiguros en la recámara, la sala y la cocina después de terminar la comida y servirla.
En México, el movimiento feminista tuvo un impacto tardío. El año en que un partido político solicitaba reconocer los derechos políticos de la mujer, en Inglaterra la reina Isabel asumía el trono. Tan cerca de los Estados Unidos y sin lograr que la mujer mexicana tuviera sus derechos políticos como varias décadas atrás en aquel país. El año que finalmente se logró el voto femenino en México, en Estados Unidos Marilyn Monroe aparecía sin vestimenta en la portada del primer número de la revista Playboy.
Si bien el tema político fue considerado a la par del país vecino, la revolución no hizo justicia al género y se eligió no abordarlo durante el Primer Congreso Feminista de Yucatán en 1915. La mujer en las urnas significaba una amenaza para la familia.
La lucha por la igualdad continúa. La mujer maravilla actual tiene el don de la ubicuidad, magia para cumplir con el rol asignado y, todavía, vivir más años que el “sexo fuerte”.
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