Dos lecturas antagónicas: la superficial y la profunda

Si bien, el internet ha resultado una tecnología que ofrece importantes beneficios a la humanidad, algunos aspectos de esta herramienta globalizadora han perjudicado algunos procesos fundamentales como la lectura y sus implicaciones. Por ejemplo, cualquier cibernauta puede encontrar todo tipo de información. Sin embargo, la mayoría de las veces dicha información es breve y superficial, lo que desfavorece la lectura profunda y crítica. Por una parte, existe en el internet una gran cantidad de información y de todo tipo, pero la brevedad de los textos y la velocidad de su transmisión dificultan realizar una lectura pausada y reflexiva.

Algunos investigadores sobre la relación entre los contenidos y su presentación en el internet y sus efectos en el pensamiento, como Nicholas Carr, afirman que los individuos “intercambian profundidad por amplitud, contemplación por estimulación”, lo cual crea cierto desbalance en la información procesada: demasiada información vs. poca comprensión. Debido a que las redes sociales, por ejemplo, responden a un diseño predeterminado en el manejo de la información, la cantidad y la velocidad es privilegiada por sobre la calidad y la eficiencia del pensamiento.

Por lo anterior, es posible afirmar que ha surgido un nuevo tipo de analfabetismo funcional: el acto de leer se ve despojado de tiempo suficiente para la reflexión y de la calidad informativa que favorecería el conocimiento. Además, dicho analfabetismo, debido a las condiciones en que la Internet difunde la información, es generado cuando el cerebro no puede procesar los fragmentos informáticos y transformarlos en conocimiento, lo cual estimularía un pensamiento profundo. La forma en que los individuos navegan en el internet sólo fomenta una lectura superficial y, en consecuencia, un pensamiento insustancial.

No hay que olvidar que las redes sociales nacieron para establecer contacto entre las personas y establecer conversaciones entre ellas, aunque superficiales. Pero, debido a una combinación de manipulación informativa por parte de ciertas agencias sociopolíticas o publicitarias y de una especie de flojera por parte de los cibernautas, las redes sociales se han transformado en un lugar para el debate público de cualquier tema, aunque todos banales. Esta circunstancia ha sido aprovechada para enaltecer, según Nicholas Carr, “la emoción sobre la razón y el pensamiento grupal por encima del crítico”. 

Cabe destacar que las redes sociales no tendrán marcha atrás. No hay dudas de su gran potencial, aunque habrá que advertir lo que promueve: información sin calidad (incluso desinformación) y una lectura superficial (y hasta insustancial). Ante ello, habrá que advertir la utilización adecuada de esta herramienta tecnológica. Una posibilidad de orientar con eficacia sobre el uso del internet sin riesgos sería considerarla como una ventana por donde es visible un jardín amplio y diverso y asomarse más y con el tiempo necesario para alcanzar una lectura profunda y crítica. 

Será fundamental que los sectores educativo y cultural del estado y la federación consideren estos aspectos riesgosos de la Internet con miras al diseño de estrategias pedagógicas y culturales destinadas a la población infantil y juvenil. Las nuevas generaciones son las más vulnerables ante las circunstancias de riesgo que fomenta la información de internet. Los niños y jóvenes aún no desarrollan su pensamiento crítico, por lo que es imprescindible contar con programas que favorezcan la lectura profunda y crítica desde el salón de clase y la biblioteca pública.  

Edición: Estefanía Cardeña