Aída López
Durante el mes de junio recordamos que hace 35 años Jorge Luis Borges cambiaba de plano a los 86 años. En una ocurrencia comentó que sus conferencias recopiladas bajo el título Siete noches eran su testamento, ya que trataba de los temas que durante su vida lo habían obsesionado.
Las siete conferencias (o su testamento) se realizaron durante 1977 en el teatro Coliseo de Buenos Aires. Los temas en apariencia independientes se entrecruzan en ideas y referencias con su vida personal como en el caso del último La ceguera, donde reflexiona acerca de su condición y aceptación. Borges eligió hablar de su pérdida de visión en vez de los gnósticos de Alejandría como se había anunciado con antelación (él era agnóstico como su padre).
Leyó La divina comedia como lo hizo con otros libros menos importantes sólo por la emoción estética. Cada uno de los tres libros bilingües -inglés-italiano- cabía en su bolsillo, lo acompañaban en el trayecto a su casa cuando salía de la biblioteca del barrio de Almagro donde se empleaba. Descubrió que lo versos dantescos son mucho más de lo que significan: “son entonación, acentuación muchas veces intraducible”. Su genialidad le permitió asimilar el italiano por su semejanza al español hasta dominar la lengua y leer a otros autores.
Su padre era catedrático de sicología y despertó en Borges la curiosidad por los sueños y las pesadillas, releyó muchos libros para al final sentirse defraudado debido a que no hablaban “sobre lo asombroso, lo extraño del hecho de soñar”. Concibió la dificultad para examinar los sueños directamente, ya que lo único con lo que contamos es la memoria de ellos que posiblemente no se correspondan. Reparó en el diminutivo en español de la palabra ‘pesadilla’ que le quita fuerza, lo que no sucede en otras lenguas. Sus pesadillas recurrentes por experiencias de infancia fueron el laberinto y el espejo donde su imagen se fue difuminando hasta que su ceguera la desapareció.
El interés de Borges en la Historia lo llevó a adentrarse en el significado que tuvo para las naciones occidentales el descubrimiento de las orientales. Leyó a Heródoto, Plinio y Virgilio; los encuentros, las guerras y campañas de Alejandro Magno, entre muchas otras. Siendo un polímata estudió los elementos del budismo desde su creación antes de Cristo con Heráclito, Pitágoras y Zenón hasta llegar a Japón. Reflexionó acerca de la permanencia concluyendo que se debía a su esencia tolerante y que la transmigración del karma -estructura mental heredada- es infinita. “De los seis destinos que están permitidos a los hombres, el más difícil es el de ser hombre...”. Escribió poemas y penetró en el género literario desde su historia hasta la sonoridad de las palabras en los diferentes idiomas, considerando a la poesía una creación estética cuyas ambigüedades enriquecen el verso.
La cábala intrigó a Borges desde su conceptualización oriental y occidental, creyendo que los cabalistas estuvieron influenciados por los gnósticos, quienes crearon una criptografía en su afán de encontrar una conexión con la tradición hebrea. Ante la inutilidad de hallar fuentes originales leyó: “El simbolismo de la cábala” de G. Scholem donde se recrean las leyendas del Golem, un ser creado a partir de un terrón de tierra como Adán (el primer Golem para los cabalistas).
La influencia de su padre fue decisiva para la erudición, a los 15 años lo llevó a Ginebra para hacerlo ciudadano del mundo. ¡Vaya que lo consiguió!
Edición: Laura Espejo
"La industria cinematográfica estadunidense está muriendo rápidamente", justificó el mandatario
Europa Press
Las últimas actividades tuvieron lugar en el Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI
La Jornada Maya
Los melenudos cayeron 13-12 ante los locales
La Jornada Maya
La Semar y la Segey firmaron un convenio para erigir el proyecto educativo
La Jornada Maya