El ''diamante de cuidado'' es una joya social

Aída López

Hablar de los estragos de la pandemia es atravesar por varias capas que se han ido agregando. Ante la polémica por la decisión presidencial de retornar a las aulas a unas semanas del próximo ciclo escolar, la polifonía social no está exenta de intereses personales. Algunas parejas han modificado su rutina al encontrar opciones para transferir el cuidado de sus hijos en familiares que se ocupan de sus necesidades básicas y tareas escolares que dejan en la virtualidad, ya que la mujer ha comenzado a trabajar al no tener la responsabilidad de llevar e ir por los niños a la escuela. Sin embargo, no todas tienen esa posibilidad y han comprometido las horas de sus días no solo a cuidar a los hijos, a veces también a los padres cuando están imposibilitados por alguna enfermedad o por la edad. 

La realidad es que la carga doméstica atribuida al sexo femenino se ha intensificado a costa del sacrificio de este sector que “dona” de su tiempo para que la economía continúe funcionando. El escritor uruguayo Eduardo Galeano cuestionó cómo viviríamos en la actualidad si Eva hubiera escrito la primera noche de amor de la humanidad. Lo cierto es que las mujeres dividen su tiempo entre el trabajo productivo y las responsabilidades familiares en jornadas fatigosas que van en detrimento de su salud física y sicológica.

La distribución sexual del trabajo es inequitativa, a las labores domésticas se agregan los cuidados no solo de los hijos, sino de los padres. La mujer no tiene la opción de decidir cómo hacerlo por la imposición de lineamientos culturales que dictan lo que significa ser “buena madre o buena hija”. A lo largo del país no se ve con los mismos ojos a los hijos que llevan a sus padres a casas de reposo para el cuidado de la vejez. Cada estado tiene sus ideas respecto a la atención de los adultos mayores. En la cultura zapoteca los muxes, hombres que asumen el rol social y familiar como mujeres, son los que se encargan de las labores del hogar y del cuidado y atención de los padres en la vejez.

No hay duda que existe un déficit de políticas públicas de cuidado, la responsabilidad recae directo en las mujeres, entendiendo el cuidado como el trabajo destinado al bienestar de las personas. El “Diamante de Cuidado” es un modelo que involucra cuatro agentes: estado, iniciativa privada, sociedad y familia. La responsabilidad de la vejez es de las cuatro puntas del diamante: el estado con instituciones dignas, la iniciativa privada con estancias a precios accesibles, la sociedad con la asistencia social de las ONG´s y la familia extendida, incluso, amistades y vecinos. La red de apoyo dejará tiempo a la mujer para cuidar de sí misma: “me cuido para cuidar”.

Las licencias parentales como derecho laboral para hombres y mujeres abonan a la división del cuidado de los hijos, a la vez que equiparan ambos géneros en el momento de la contratación al no existir diferencia respecto al tiempo que se ausentarán después del parto. En sociedades avanzadas se otorgan permisos de dos años al papá y a la mamá para la equidad de la crianza durante la primera etapa del desarrollo. En la atención de los adultos mayores hay países en los que el gobierno asigna sin costo un cuidador. 

La liberación de la carga doméstica y familiar va más allá del discurso feminista, es un derecho legítimo. Urge una reconceptualización del rol y de las tareas impuestas considerando que la mujer está inserta en el mercado laboral y la economía familiar. 

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Edición: Estefanía Cardeña