La determinación del Instituto Nacional Electoral (INE) sobre la obligación de los partidos políticos de postular al menos tres mujeres como candidatas a las gubernaturas en los estados de Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Tamaulipas y Quintana Roo es una decisión tomada en la capital con efectos peninsulares inmediatos y profundos.
En un país con enormes pendientes en la equidad de género, la obligación de postular a una mujer a una gubernatura complica todas las ecuaciones de los partidos, dominados hasta el tope por cuadros masculinos. Así, el disponer de una candidata -mujer- electoralmente rentable en un estado tan emblemático como Quintana Roo abre la baraja nacional a Morena para construir con mayor comodidad y holgura candidaturas en otros estados. La ganadora regional en esa ecuación de equilibrios nacionales es la alcaldesa de Benito Juárez.
Ahora bien, el primer dilema para una candidata a la que se le alinean los astros es empezar a dibujar una narrativa ganadora para que el escenario no la rebase. El drama es que Morena viene de una estrategia que dio resultados relativamente pobres respecto a las expectativas creadas, una estrategia construida sobre la idea de esconder a los candidatos (a diputaciones, alcaldías y gubernaturas), minimizar las propuestas y apostar todo a la marca de la 4T y del presidente de la república. Lo anterior, entre otros descalabros, ocasionó que la identidad de los candidatos no se desarrollara plenamente, ni se curtiera y blindara.
La contienda por la gubernatura quintanarroense será diametralmente distinta. No se puede repetir la idea de que los candidatos son irrelevantes y las propuestas ociosas; los partidos y campañas que quieran ganar deberán involucrar al ciudadano, no solo a la base militante, en la contienda. El carisma personal, el récord de gobierno y las ofertas atractivas y ejecutables en el corto plazo van a ser esenciales. Alguien que ya ha gobernado casi la mitad del electorado estatal en la ciudad más importante de Quintana Roo, tiene un enorme escaparate para construir y proponer, aunque el tiempo sea muy escaso y la competencia interna cerrada.
Los temas taquilleros en Quintana Roo son muy claros, pero no por ello sencillos: seguridad, economía, salud, transporte, calidad y equipamiento de viviendas, desarrollo urbano y medio ambiente, además de un tema que puede parecer secundario, pero que sí es de preferencias intensas y de gran alcance: la violencia de género. Las soluciones que se puedan construir en esos frentes o los resultados que se puedan ofrecer en esas trincheras, combinados con el papel central del candidato o candidata, van a definir la elección del 2022. Será una elección mucho más intensa que la que vivimos hace unos meses, por lo que cualquier ventaja legítima y legal que pueda construirse en las conciencias ciudadanas, desde este momento, puede resultar crucial.
Quintana Roo ha probado una y otra vez que –como en todo estado lleno de jóvenes, migrantes internos que llegan a construir un patrimonio, con una economía de servicios (turismo, comercio y especulación inmobiliaria), sumados a la penetración amplia de las redes sociales– las lealtades partidistas a prueba de fuego no existen. El electorado vota por agendas, propuestas y personalidades. Quintana Roo tiene votantes más sofisticados que la media nacional y, por ende, las estructuras partidistas sufren más allá de ciertos límites.
Los estudios de cultura cívica muestran que Quintana Roo es una sociedad hambrienta por liderazgos. Es cierto, es un estado con enorme potencial económico, cuantiosas inversiones y un bono demográfico y educativo muy interesante, lo que pareciera que ha faltado es capacidad para conducir todos los hilos de forma clara e incluyente.
En cualquier caso, está por iniciar un nuevo ciclo y la personalidad va a ser esencial para convencer, tal vez hasta la solución a la complicada ecuación que logre que Quintana Roo despegue definitivamente. Así, no es ocioso anotar que por decisiones de 3 y 3 en el INE nacional, tal vez la siguiente etapa política del estado está apuntando hacia un rostro femenino. Sería una señal llena de augurios en un estado que tiene pendientes muy claros en la agenda de género.
Ya iremos tema por tema.
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