¿Dónde estaban las mujeres en los momentos más importantes de la humanidad? Esta pregunta, en apariencia simple, no se pudo (o no se quiso) responder con rigurosidad hasta la segunda mitad del siglo XX. Fue hasta que las mujeres accedieron a las instituciones educativas que se comenzó a indagar “en un pasado que las marginaba y en una historia que las ocultaba”, como explica Esther Rubio Herráez en su artículo académico sobre Historiografía Feminista.
La historiografía feminista es una mirada transversal sobre los estudios de las ciencias que ha incorporado nuevos marcos metodológicos para “la recuperación de la agencia de las mujeres y su historia, ocultas en la historia tradicional”. Pero no sólo eso: también ayuda a cuestionar cuál es la causa de esas omisiones y sus consecuencias en lo que se ha legitimado como conocimiento universal.
En Yucatán —y en muchas otras partes del mundo— existen archivos históricos que ahora se catalogan y estudian con perspectiva de género, lo que permite profundizar en biografías particulares en su contexto más amplio. Citando nuevamente a Esther Rubio: “es preciso insistir que esa comprensión sería parcial si solo se recurre a las genealogías masculinas, puesto que obviar las necesarias genealogías femeninas deja su labor incompleta”.
La arqueología cultural de la Casa de la Historia de Yucatán
Para Martha Ruiz, maestra en bibliotecología y encargada del archivo histórico en la Casa de la Historia de Yucatán, la toma de conciencia llegó cuando trabajaba en otro fondo audiovisual. Una artista llegó a pedirle información que Martha sabía que tenían pero que no estaba catalogada y entonces no podían entregar.
“Ellas siempre han estado en los archivos pero la catalogación tiene un sesgo de género que no permite incluir a las mujeres. Las dinámicas internas no dejan ampliar la información”, explica.
En el fondo de la Casa de la Historia es imposible obviar la categoría de género pues son las docentes quienes documentaron la historia de la educación en Yucatán a través de diarios escolares, libretas, listas de asistencia, cuadernos de trabajo, entre otros materiales. Son mil 221 documentos solo del Fondo de Educación Básica, el más antiguo es de 1888 y el más nuevo de 1953. El archivo tiene diez años de formarse y hace un año comenzó a reorganizarse. La cantidad general de los acervos completos que se han reorganizado de noviembre 2020 a agosto 2021 son aproximadamente 43 mil 500 soportes documentales, de todos los fondos.
La serie que llaman Escuela de Niñas está compuesta por libros que contienen matrículas con nombres de las alumnas, la ocupación de padres o tutores, fotografías, recortes de noticias sobre la escuela, calificaciones, notas personales en los márgenes de las hojas, e incluso objetos históricos de métodos de enseñanza.
¿Por qué es histórico este material? Una de las respuestas está en la lista de asistencia de una escuela en 1916 que contiene firmas de algunas representantes que participaron en el Congreso Feminista. El día del congreso, las maestras escribieron en sus libretas con puño y letra: “Faltó por asistir al Congreso Feminista”, en los nombres de las alumnas ausentes.
Un archivo que en su tiempo fue sólo escolar con el paso del tiempo se hizo significativo, gracias a que las maestras tuvieron una injerencia en el ámbito político y social.
Esthefanía Góngora, quien hace sus prácticas en el archivo y lleva el inventario, dice que es como estudiar dos tiempos simultáneos: la lucha de cierta época y la actual. “La perspectiva de género te ayuda a ver qué es lo que ha cambiado, qué se espera más adelante. A mí eso me impacta”, dice.
Martha apunta que en Yucatán no existe un archivo dedicado a los feminismos aunque hay suficiente material que se encuentra disperso.
Aunque el Congreso Feminista es uno de los referentes mundiales de la participación de las mujeres en el estado, no es el único acontecimiento trascendental. Martha Ruiz aclara que hay muchos procesos previos y posteriores al Congreso y mujeres cuyo rostro y biografía no son aún conocidos. Ellas resguardan esos fragmentos de historia esperando encontrar más información sobre sus vidas.
Una de las biografías en curso es la de Dominga Canto Pastrana, quien fue de las primeras directoras de escuelas para niñas que llevó una bitácora con recortes y apuntes de una escuela de Mejorada. También tienen el cuaderno escolar de Rita Cetina, fotos de alumnas de la Vadillo de hace cien años, el acervo de Effy Luz Vázquez López (la primera colección personal que tuvieron) quien fue pionera en temas de la educación visual; y material de Nidia Esther Rosado Bacelis, educadora y escritora que nació en 1918 y falleció en 2006.
Les es importante rescatar no solo datos duros y administrativos, sino otras formas de narrar la historia. Ponen atención a ciertas cosas que desde una visión tradicional podrían no ser importantes como la alumna que inició la primera liga de basquetbol femenil en Yucatán, Olga Amatton; o la carta que una directora escribió a Carlos Loret de Mola cuando era candidato. Está fechada a finales de los sesentas y muestra que desde entonces se hablaba de la necesidad de poner guarderías en las escuelas y derechos laborales para las maestras.
Esthefanía añade que antes de entrar a trabajar en el fondo, había escuchado en la escuela que su trabajo no podía mezclarse con ideas personales. Sin embargo, se daba cuenta de que al querer investigar sobre un tema se topaba con el argumento de que no hay información, aunque sí había, como le pasó a Martha.
“Cuando entré le platiqué a Martha que el tema de mi tesis era de organizaciones estudiantiles y me preguntó si encontré participación de mujeres y le dije que no. Luego nos topamos con Nidia Esther Rosado Bacelis, resulta que ella participó en movilizaciones estudiantiles entre 1922 y 1930. Fue maestra pero ¿y como estudiante, y como madre?, ¿qué se sabe?”, cuenta.
Martha agrega que el archivo personal de Nidia lo tiene ProHispen, al igual que el de Antonia Jiménez Trava, la primera abogada.
Lejos de “contaminar” la labor científica, la perspectiva de género amplía las interpretaciones históricas. Están rescatando una parte fundamental de la historia que se sigue contando de manera incompleta.
Por eso, su labor es un trabajo de paciencia. Pueden pasar semanas de investigación para que encuentren un fragmento valioso. Martha lo llama “arqueología cultural”, la búsqueda de piezas que han sido obviadas de manera intencionada, basadas en la mirada masculina.
“Te haces la pregunta: ¿Los demás archivos estarán utilizando este mismo procedimiento?”, agrega Esthefanía.
La revisión y documentación histórica con perspectiva de género no es algo aislado, Martha Ruiz dice que hay ya procesos más complejos y aquí apenas se está comenzando. En Latinoamérica existen casos muy representativos de archivos feministas.
“Chile, Colombia, Argentina, están haciendo cosas muy interesantes de Derechos Humanos porque es un tema pendiente: el papel de los archivos para la justicia y la verdad. Chile tiene uno de los primeros fondos internacionales con perspectiva de género con el Archivo Mujeres y Géneros ”, explica.
En México, el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) tiene un grupo de difusión llamado Brillantinas_muac en Instagram: y está también el Observatorio Raquel Padilla Ramos que recopila, sistematiza y difunde fenómenos sociales con perspectiva de género. Hace unos meses, Martha participó en una mesa titulada “Malinche Malinche” con otras archivistas feministas de Latinoamérica. Poco a poco las archiveras feministas se reúnen y hacen sinergia.
La biblioteca que honra a Felipa Poot
En el edificio colindante al Bazar García Rejón, se encuentra el Centro de Documentación (Cedoc) “Felipa Poot”, un acervo especializado en documentar material de derechos humanos de las mujeres, género y políticas públicas. Tiene 5 mil libros especializados en género, teoría feminista y estudios de las mujeres. Todas las instituciones de las mujeres a nivel nacional cuentan con bibliotecas de este tipo, o deberían tenerlo.
En entrevista, Jimena de los Santos explica que además de tener material histórico, actualizan un acervo hemerográfico a partir del 2007. Todos los días revisan las noticias de medios locales y registran las notas que tienen que ver con las mujeres en categorías como política, salud, educación y violencia de género.
Jimena coincide en que existe mucha información sobre la historia de las mujeres pero no se ha leído con perspectiva de género. “No han considerado que lo que hacen las mujeres en la vida cotidiana, o en la política o en la participación pública, sea importante. Documentar esos aspectos en la vida de las mujeres es vital”, asegura.
El espacio público fue por mucho tiempo un espacio dominado por varones, aunque siempre hubo mujeres destacadas que lograron trascender a pesar de la época. Pero el espacio privado y doméstico también tiene un valor histórico que no se ha reconocido.
“Siempre hay que tener presente que ellas se han encargado de preservar la memoria no solo en el documento escrito, sino también en la memoria oral. Pienso en la investigación de Socorro Chablé sobre Felipa Poot y cómo fue reconstruyendo la historia a partir de conversaciones con personas que la conocieron”, dice.
Tanto ella como Martha Ruiz opinan que gran parte de la historia de las mujeres sigue resguardada en archivos familiares. Nombra a Dominga Canto Pastrana de quien leyó mientras hacía su tesis sobre la Siempreviva, la revista de mujeres fundada por Rita Cetina en 1870.
“La mencionaban como alumna destacada y encontré a un amigo historiador que es descendiente de Dominga le dijo que si había algo de ella (fotos, cartas, documentos) sus familiares lo destruyeron. Y eso pasa con muchas mujeres destacadas, tuvieron que sufrir la censura de sus propias familias. Hay un enorme potencial en esos archivos pero no podemos saber qué tanto porque buena parte fue destruida”.
Existen otros archivos personales como el de Rita Cetina que se encuentra en el Archivo General del Estado de Yucatán. Es un fondo personal que fue precisamente donación de su familia. Contiene 42 expedientes clasificados y catalogados, incluyendo papeles personales como su acta de bautismo, el acta de matrimonio de sus padres y sus textos publicados, además de un informe escrito a mano.
También hay otra colección privada sobre Judith Pérez Romero, directora y compositora musical, en la Escuela Superior de Artes de Yucatán. Jimena de los Santos enfatiza sobre el potencial que tienen los archivos familiares de las mujeres. Esto la ha llevado a pensar en qué cosas hay en su propia memoria familiar y en el de nuestras abuelas y tatarabuelas “porque tal vez son mujeres que la historia no va a considerar destacadas, aunque lo sean”.
La historia pendiente
La omisión histórica no ha sido solamente de género. Jimena recuerda lo importante que es recuperar y documentar la memoria de las mujeres mayas en Yucatán. ¿Dónde están las mujeres de la Guerra de Castas? Menciona como ejemplo la biografía de María Uicab, reina, sacerdotisa y jefa militar de los mayas rebeldes, que Georgina Rosado Rosado lleva rastreando y difundiendo muchos años.
“Hace falta un recuento de las manifestaciones de mujeres en estos años, ellas están vivas, podemos conseguir esa memoria reciente de los movimientos de mitad del siglo XX y actuales”, dice.
La doctora Esther Rubio Herráez explica que las biografías son un estímulo para la investigación y la docencia porque permite añadir aspectos humanos de la elaboración científica: “Las historias de vida narradas en toda su dimensión juegan un papel significativo en la comprensión de la ciencia como un tipo de actividad humana, como un proyecto dinámico colectivo, en el que participan personas cuya diversidad no es siempre reconocida, con la idea de preservar una pretendida neutralidad”.
Las entrevistadas creen que todavía pueden existir más acervos, bibliografía y testimonios sin registro, la otra parte de una historia que falta por contar. Los esfuerzos por encontrarla, analizarla y difundirla, ya están aquí.
*Todos los fondos mencionados en este reportaje están abiertos a consulta mediante citas previas.
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