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del

El paso del caracol

El camino es sinuoso, a pesar de que se desplaza con su maravilloso y reducido cuerpo
Foto: Dante Aguilera

Rulo Zetaka


 

“Por la semilla se llega al fruto,

al árbol

al infinito bosque que el viento hará cantar”

Roque Dalton


Minúscula se derrama una gota desde la hoja de una ceiba, rueda viento abajo y besa la tierra, se absorbe y empapa el suelo de la selva. Él observa con detenimiento el canto de la lluvia, desde su pequeño refugio, otra gota cae, una más se desliza acariciando el tronco hasta llegar al suelo donde la abuela entierra sus raíces.

El canto suena claro, sabe que, aunque lento en su andar, necesita empezar a movilizarse hacia el corazón de la montaña pues el agua siempre trae mensajes importantes. En su día a día Coral recorre el inmenso territorio circundante, todo a su ritmo, abre camino, come, presenta sus respetos a los árboles mayores y sigue abriendo camino. Por las noches, antes de descansar se reúnen a platicar sobre las señales del firmamento y los sueños que tuvieron la noche anterior.

Esa mañana, la de la lluvia, Coral se disponía a descansar bajo su gran roca porque no le gusta empaparse y ya le había dicho Ramón, la semilla que vive al lado de su roca, que iba a ser un gran día. Lo que es un gran día para las plantas tal vez no lo es tanto para los caracoles porque podría ser demasiada agua. Ramón empezó su camino hacia el cielo al mismo momento en que la lluvia comenzó a cantar. Coral aprovechó el gran día de su amigo para despedirse y encargarle cuidar su roca mientras la prístina semilla tomaba la primera ducha de su larga vida.

El camino es sinuoso, aún para un caracol que se desplaza con su maravilloso y reducido cuerpo, fue subiendo piedras, durmiendo bajo ramas de árboles pequeños, agradeciendo los cuidados de todos los seres que se encontraba en el camino y platicando con los viajeros que surcaban los cielos en la misma dirección que él, parecía que la lluvia les había hablado a todos en sus lenguas originarias y les convocaba al Corazón de la Montaña.


Ahí lejos, en el Corazón, se organizaba un gran encuentro de escucha y palabra, las compas, cómo se les conocía entre todos los seres que habitan la selva, emprendían un viaje en alas de unas aves extrañas, hacia Slumil K’ajxemk’op (La tierra insumisa). Decían que para conocer a otras compas que no habitaban selvas, sino ciudades, tan diferentes que hasta los caracoles tenían otro nombre, Ramón no tenía primos por allá y el agua a veces podía acariciar el aire y no solo los troncos de los árboles. Coral pensó que les llamaban para el encuentro, pero con el paso de los días se dio cuenta que la premura con la que cantó la lluvia no había sido un mensaje que tuviera la alegría del escarabajo, sino que urgía con la tenacidad de las abejas.

Cuando le faltaban un par de días de camino, los árboles empezaban a empalmarse más entre sí, escondiendo y protegiendo los pasos de todos los que pasaban por debajo, por las noches se escucha el crepitar del fuego, pero no proviene de un fuego donde conversan compas, pues se percibe mucho más grande, un calor inmenso que se acerca y amenaza. Dos noches así pasó Coral, preocupándose por el mensaje que iría a escuchar y sintiéndose lista para lo que se le pidiera realizar.

A las 0600 una cara conocida, de trapo negro, le dio la bienvenida. Dignidad había conocido a Coral algún tiempo antes, cuando se formaba para ser promotora de salud, le tocó acudir a Coral para entender el paso y las huellas del tiempo, así como la regeneración que sucede todos los días. La indicación fue rápida, pero ambas se abrazaron con el corazón a la distancia, tenían que reunirse en la plaza porque a las 0700 darían el mensaje.

En el templete había tres compas, dos de ellos recién llegados y con la mirada ensombrecida, el del sombrero, que era el tercero, es quien se acercó al micrófono. El mensaje que nos mandó era claro y contundente, como hace 27 años, el mal gobierno ha permitido hasta el límite la acción de grupos paramilitares que no viven en comunión con la montaña ni respetan nuestras colectividades, atacaron a los otros dos compas del templete y amenazan a todas las comunidades de los compas. 

Se reparten los encargos, en especial, a nosotros los caracoles se nos dio la tarea de mensajeros, ahora estamos visitando los corazones de quienes construyen otros mundos posibles para solidarizarse y apoyar cómo pudieran según sus tiempos y formas, para detener una nueva detonación bélica en contra de la montaña.


@RuloZetaka

 

Edición: Estefanía Cardeña


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