El Día de Muertos ya llegó, la calaca su llegada anunció y para el janal pixán a todos los retirados tarea les dio; y como ahora presumen su Asociación, esto les encomendó:
La muerte a Martínez Puente,
que cocinara un "mucbipollo" le encargó
y el Almirante de risa se atacó,
pues el "pib" comprará
y así sus manitas no ensuciará
y una vez más a la muerte sorprenderá.
A Tobilla Rodríguez,
para consuelo de los difuntos,
unos tamalitos le ordenó,
y le advirtió que si no hacia vaporcitos
o tamales de espelón,
sin importar que fuera administrador de la API,
se lo llevaría al panteón.
A Lanz Gutiérrez, que hiciera un dulce de calabaza le encomendó,
pero el Almirante a la muerte rápido le contestó:
"mi retiro a penas llegó,
así que me disculpas, pero tu dulcecito a otro encárgaselo mejor";
y de inmediato la flaca le replicó:
tú ya perteneces a esta Asociación,
así que, o haces el dulce o te llevo al panteón.
Como la calaca sabe que Méndez González
por ser "fifí no come manteca de puerco,
mejor que pusiera el vino en el altar le encargó,
pues los difuntos de buen licor disfrutarán,
ya que los "fifis", de excelentes botellas saben degustar
y después de esta borrachera
los difuntos felices a sus tumbas regresarán.
Las ánimas benditas felices están,
pues la bienvenida al "hanal pixán", Silva Hernández les dará,
diciéndoles: coman y chupen, que nada les costará
y por ello la muerte se lo llevará;
¡Yo doné un aire acondicionado a la Asociación!, gritará,
pero como la calaca no está retirada,
carcajeándose le dirá: a mí me vale tu donación
mejor ponle aire acondicionado a tu tumba en el panteón.
Navarro del Toro estaba muy tranquilo en su cantón
y de repente la muerte lo visitó,
pero ¡oh, gran sorpresa", la calaca se llevó
al ver que iba estar muy pelón llevárselo al panteón,
por eso la muerte mejor lo sentenció
a donar dos aires acondicionados para la Asociación.
Al capitán Rivas Uicab la muerte lo regañó,
le dijo que no fuera tan serio,
que disfrutara la vida porque ésta se va y no regresará,
que para estar serio, tiempo en la tumba le sobrará,
así que, a gozar la vida lo mandó
antes de que se lo lleve al panteón.
Gabriela seguía trabajando sin cesar,
cuando la muerte la fue a visitar
y le dijo: cuándo te vas a retirar,
en la Asociación te necesitan
para que con los retirados empieces a trabajar,
así que si no quieres en una tumba terminar,
ya te debes retirar.
Martínez Baylón la mano levantó
y la muerte le dijo sin reparo,
"mira, mi amigo, si el tabicazo que te dieron no te mató,
mejor llévatela tranquilo y no me hagas enojar
porque si no, al cementerio vas a parar";
y Baylón le contestó: "si allá también hay cerveza
organizamos un reventón".
Cano Morado quiso intervenir
y la muerte no lo dejó hablar
pues en seco lo paró,
diciéndole que de administrar su hotel se encargara
y dejara que las ánimas ahí se hospedaran
y las atendiera bien para que contentas a su tumba regresaran
y con la Procuraduría del Consumidor no se quejaran.
Marina sigue trabajando por su cuenta,
por eso la muerte la condenó
a darle apoyo a los retirados o acabar en el panteón,
y ella a la muerte le contestó:
"yo soy psicóloga y los retirados locos están,
porque eso de juntarse en una Asociación,
mejor llévatelos a todos juntos al panteón.
Lulú, dentista en la Armada fue,
martirizando marinos siempre se la pasó,
por eso la muerte la visitó y le pidió:
"mira mis dientes, me los puedes arreglar sin dolor?
porque si me enojo a una tumba vas a ir a parar";
Lulú a los dientes arregló a la calaca
y ésta salió sonriente
por eso al panteón no se la llevó.
Salinas y Torres, los dos expertos en comunicaciones,
de sus añoranzas platicaban,
de aquellos tiempos cuando en clave Morse se comunicaban,
tan entretenidos estaban
que no vieron cuando la "catrina" se acercaba
y en su plática se metió y a ambos sentenció:
si en las reuniones de la Asociación no ponían buena música,
juntitos se los llevaría al panteón.
Arreola estaba chupando cuando la muerte se le acercó
y le susurró: "mira, chaparrito, me caes bien,
por eso al camposanto no te voy a llevar,
pero te voy a poner una condición,
que sigas llegando tarde y bien pedo a las reuniones de la Asociación,
y si no cumples bien mi mandato,
vengo por ti para llevarte a mis aposentos;
Y Arreola le contestó: "por eso no tengas preocupación,
yo llegaré bien pedo a la siguiente reunión.
A Ramón Ramírez, la muerte le preguntó
"mi amigo, tú eres futbolista"
y éste pronto le contestó:
"estás equivocada, calaca, yo soy oficinista",
¡Ah caray!, la muerte replicó, este mortal,
ahora sí me sorprendió,
pero como de la calaca nadie se burla,
prepárate para llevarte a tu tumba;
y Ramón le contestó que no podía llevárselo todavía
porque era el secretario del Almirante Tobilla;
la muerte fría se quedó y a Ramón le comunicó:
"dile al Almirante que pronto lo visitarán
los integrantes de la Asociación,
que los trate bien o a ti y a él me los llevo
para administrar el panteón.
La muerte ya cumplió su misión
de hacerle una visita a los integrantes de esta Asociación,
ya se va contenta de regreso al inframundo a descansar,
pero para su tarea completar, a Daniel Uicab esto le encomendó:
como es un buen escritor y maestro de Lectura y Redacción,
lo sentencio diciéndole, que si esta calavera no salía en un diario de circulación,
le jalaría las patas y se lo llevaría al panteón,
pues esta calavera es digna de una gran publicación,
ya que es la primera que se hace en esta Asociación.
Antes de retirarse a sus aposentos
la muerte informó
que a Watla Silva se llevó,
pues cumplió ya su misión
de crear su Asociación.
Y hoy vemos en el panteón
un epitafio muy triste
que al leerlo, el corazón
de pena se nos reviste:
"Aquí yace y hace bien,
él descansa... y nosotros también".
Edición: Ana Ordaz
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