Caminos a la revocación de mandato

Este domingo tendrá lugar, finalmente, la consulta de revocación de mandato, un proceso al que se llega después de cruentas batallas de la más diversa índole. Desde la asignación de presupuesto para ello en el Congreso de la Unión, hasta la difusión de la misma; del decreto que permitía a funcionarios la “verdadera interpretación” al tajante freno de la Suprema Corte a esa manera de hacer campaña desde el Poder Ejecutivo. Pero este 10 de abril lo único que contará es si todo el recorrido para incluir la revocación en la normativa electoral mexicana valió la pena. 

Entendamos que la revocación de mandato es el proceso presente y su circunstancia. La iniciativa para instaurarla viene del actual titular del Ejecutivo federal, el presidente Andrés Manuel López Obrador, y no de la ciudadanía, que en 2018 le dio un respaldo incuestionable en las urnas. Sus opositores han querido capitalizar este origen acusando la intención de permanecer en la Presidencia más allá del 2024, lo cual también haría que AMLO rompiera con la tercera de las llamadas transformaciones: el principio de sufragio efectivo no relección impulsado por Francisco I. Madero en 1910.

Pero tanto promotores de la consulta (y de tomar el proceso como una ratificación más que una revocación) como los detractores parten de la forma. Ninguno está interesado en el resultado del proceso para la ciudadanía; lo que pretenden es que el ejercicio sea una calificación para el Presidente, ya sea para medir su popularidad/capacidad de convocatoria, los otros intentan mostrar la capacidad de penetración de su discurso y de que pueden convencer al electorado de no participar en un ejercicio que de antemano consideran viciado. 

En este juego a las vencidas, las marchas a favor y en contra de la consulta hacen más por esconder la utilidad de este mecanismo que por promover la participación de la ciudadanía, y más que fomentar el fortalecimiento de ésta, buscan su desactivación a fin de sustituirla por la movilización de partidarios. Ambas partes están, pues, buscando hacer crecer sus estructuras, a fin de contar en el futuro con un voto controlado; de ahí que los argumentos para el debate sean mínimos y veamos más memes y prejuicios sobre la figura del Presidente que llamados a participar.

En realidad, la consulta de revocación de mandato es un instrumento muy valioso siempre que se maneje como ha quedado en la ley: tiene que hacerse a partir de una iniciativa ciudadana y, al poder aplicarse a cualquier funcionario electo, implica que exista una buena cantidad de personas dispuestas a ejercer otros derechos políticos: la vigilancia sobre las autoridades, la exposición de ideas y la asociación con otros individuos para promover la causa, y esto, la participación crítica fuera de los partidos, ha sido históricamente motivo de sospecha por parte de quienes se encuentran ocupando algún cargo. 

Debe tomarse en cuenta también que López Obrador no ha promovido la reforma que le habría ahorrado al país muchos problemas, porque habría dado claridad al resultado de las elecciones de 2006: la introducción de la segunda vuelta, como se tiene en varios países. En lugar de ello ha anunciado que emprenderá otra batalla por reformar el Instituto Nacional Electoral, pero eso es otro asunto.

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Edición: Mirna Abreu