Las palabras poderosas no pueden destruirse

Las distopías no son ficciones: son advertencias. El clásico de George Orwell 1984 nos alertó de los regímenes totalitarios, embriones aún de los sucesos que marcaron la vida del autor pero que décadas más tarde brotaron del suelo y se hicieron realidad.

Sociedades aterrorizadas, con la bota en el cuello de un Estado que lo controla todo y a todos. Un presente descrito a la perfección por Orwell, como si hubiera viajado a nuestro tiempo y regresado al pasado para describirlo a sus contemporáneos, que a pesar de la advertencia no aprendieron la lección. Pero no fue un viaje en vano, ya que hay algunos locos que lo siguen citando. 

En Fahrenheit 451 Ray Bradbury develó un mundo que se intoxicaba con la imaginación, que sentía aversión por la inteligencia. En consecuencia, esa sociedad decide declararle la guerra a la creatividad, representada en la palabra escrita, la presente y la pasada, la que habita en los libros. Estos recipientes de información comenzaron entonces a nutrir hogueras, voraces de papel. Bradbury deja un atisbo de esperanza en sus líneas, al delinearnos una poética resistencia: cada mujer y hombre, cada niña y niño se aprende de memoria trozos del alimento del fuego para salvarlo de las cenizas. La resistencia de los soñadores.

La obra de un escritor, decía Bradbury, está hecha de aquello que teme cuando apaga la luz por las noches.

Este último lunes de mayo, el rostro de la autora Margaret Atwood se iluminó de azul y violeta, al mostrar, en un vídeo, una nueva edición de su libro El cuento de la criada. Lo especial de este ejemplar es que no arde en el fuego, es una copia ignífuga, resistente a los esfuerzos de los bomberos vulcanos de Bradbury

En reciente artículo, Margaret Atwood recuerda que “a principios de los años ochenta del siglo pasado empecé a trastear con una novela que exploraba un futuro en el que Estados Unidos se hubiera dividido. En la historia, una parte del país se había convertido en una dictadura teocrática basada en los principios religiosos puritanos y la jurisprudencia de la Nueva Inglaterra del siglo XVII”.

“Aunque acabé por completar la novela … durante el proceso dejé de escribir varias veces porque me parecía demasiado inverosímil. Qué ingenua. Las dictaduras teocráticas no pertenecen sólo al pasado remoto: hoy existen varias en el planeta. ¿Qué nos garantiza que Estados Unidos no va a convertirse en una de ellas?”.

La nueva copia resistente al fuego de El cuento de la criada es una respuesta directa al creciente número de quemas de libros y prohibiciones en escuelas y bibliotecas de Estados Unidos, según informó la compañía que edita los libros de Margaret Atwood, Penguin Random House, en el sitio promocional unurnablebook.com.

Una de las prohibiciones recientes más controvertidas es el veto a la obra maestra Maus, de Art Spiegelman. Según reportes de prensa, una escuela del condado de McMinn, en el sureño estado de Tennessee, acordó por unanimidad hacer arder metafóricamente a Maus, novela gráfica sobre el Holocausto, de la lista de lecturas de primero de secundaria, alegando que contiene la “representación del cuerpo desnudo de una mujer” y expresiones malsonantes.

Las hogueras ya están ardiendo, aunque no nos demos cuenta; hay torquemadas con aversión a la inteligencia, erigiendo tribunales, levantando piras para juzgar a aquellos que no piensen como la mayoría. Aunque la historia —y las novelas de viajeros en el tiempo como Orwell, Bradbury y Atwood— nos han enseñado que las palabras poderosas no pueden destruirse, creo que mejor comenzamos a memorizar novelas y poesías. Pido Cien años de soledad. ¿Tú cuál salvarías del fuego? 

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Edición: Ana Ordaz