Arcadio Poveda Ricalde: ''El milagro de la vida en una piedrita''

“La mayoría de la gente dice que es el intelecto lo que hace a un gran científico, están equivocados, es el carácter”. Albert Einstein

Durante una entrevista realizada en 2014, el periodista le hace la siguiente pregunta: Dígame, Arcadio ¿qué podemos sentir los simples mortales al observar el universo? El respondió: primero, una gran admiración; segundo, un enorme respeto por el milagro de la vida en esta piedrita que es la Tierra dentro de un vasto universo; tercero, y esto es lo que maravilla, que dentro de ella (la “piedrita”) se haya dado esta especie que es el género humano con una capacidad verdaderamente fantástica y que me abruma; la capacidad para estudiar y entender todo el universo”.

Un día como hoy de 1930 nació el brillante astrónomo, astrofísico y matemático yucateco, Renán Arcadio Poveda Ricalde. 

La familia Poveda Ricalde vivía entre las calles 65 y 72 del Centro de Mérida, en una bonita casa conocida como “La Jardinera”. A principios de los años 40 -cuando inició la Segunda Guerra Mundial- cambiaron su domicilio a Progreso debido a que don Arcadio, médico de profesión, fue nombrado director de la Unidad de Salud del bello puerto. En aquella época, en la que aún no llegaba la televisión a Yucatán, la distracción de los Poveda Ricalde era muy sencilla -y para mí, gozosa-: el doctor Arcadio, su esposa doña Eneida y sus tres hijos, Renán Arcadio, Eneida y Pilar; salían a caminar por la playa y observaban las estrellas. El pequeño Arcadio disfrutaba estos paseos en compañía de su padre haciéndole todo tipo de preguntas sobre los fenómenos celestes; su interés por el cosmos crecía a cada paso sobre la arena y bajo la luz de la luna. A su retorno a la ciudad de Mérida, en una de sus frecuentes visitas a la librería La Literaria, el ávido lector se emocionó cuando encontró algunos libros de divulgación científica en un rincón en el fondo de ésta. Como diría el mismo Arcadio muchos años más tarde, “aquel rincón se convirtió en el rincón de Poveda”.

En agosto de 1945, durante una comida familiar, Arcadio sorprendió a sus padres al darles una amplia descripción de la bomba atómica que había sido lanzada en Hiroshima al final de la guerra, de su funcionamiento y de las tremendas consecuencias que causaría. El doctor le dijo a su hijo: ¿por qué no escribes sobre esto? Arcadio entregó el artículo a su maestro de Ciencias en la secundaria y fue éste quien se encargó de publicarlo en un diario local. La bomba atómica. Su mecanismo, sería la primera de muchas publicaciones más.

En ese tiempo, el joven tuvo la fortuna de conocer al físico mexicano Carlos Graef Fernández, conversó con él y al final le dijo: dígame, don Carlos, ¿dónde puedo estudiar Física?  

En 1947 Arcadio se mudó a la Ciudad de México e inició sus estudios en la UNAM. Cursando el segundo año de la carrera fue invitado a la conferencia titulada El fenómeno de las Estrellas y el impacto que esta causó en él avivó su interés por la Astronomía.  

En 1951 se graduó como licenciado en Física Teórica y Matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Gracias a la beca otorgada por su alma máter y al apoyo de Guillermo Haro, director del Observatorio de Tacubaya, ingresó a la prestigiada Universidad de Berkeley. Arcadio fue el primero y en su momento único estudiante de Astronomía del maestro Haro.

El admirador de Albert Einstein se doctoró en Astronomía a la edad de 26 años. Su tesis sobre cómo determinar la masa de las galaxias esféricas y elipsoidales lo hizo acreedor al Premio Dorothea Klumpke que otorga la universidad de Berkeley; poco después este método ganó gran fama en el medio científico y fue conocido como el famoso Método Poveda, su gran descubrimiento.

Durante una época de estudiante en Berkeley, Arcadio conoció a Felisa Maimoni Biblarz, una joven colombiana de ascendencia polaca que era estudiante de Psicología en la misma universidad. 

En 1955 Arcadio y Felisa contrajeron matrimonio en Carmel, California. Esta unión dio vida a dos hijos: Laila y Renán. 

El ahora doctor en Astronomía estaba decidido a viajar a Europa para realizar cursos de post doctorado: su avidez por el conocimiento era insaciable.

Laila Poveda Maimoni, licenciada en Administración y Mercadotecnia me platica:

Mi papá era muy cariñoso y a la vez muy estricto. Yo era pésima para las matemáticas y él no entendía por qué, pues para el era algo tan simple. Tenía muy buen sentido del humor, era muy amable y querido por la gente por su sencillez y carisma. Recibió en vida muchos honores y nunca se vanaglorió de ellos, siempre los vio como logros para México. Para él lo más importante era la divulgación de la ciencia y de la astronomía, hacerlas accesibles, disfrutarlas e interesar a los jóvenes. Le encantaba comer, uno de sus platillos favoritos eran los tacos de castacán. Un día, cuando ya estaba muy enfermo, comencé a platicarle sobre la última vez que fuimos a los helados Colón, de su champola favorita, de las cosas que tanto disfrutaba en Mérida y, aunque ya no hablaba, movía las manos y se le notaba muy emocionado.

Algunos años después de su retorno a la Ciudad de México, Arcadio fue nombrado director del Instituto de Astronomía de la UNAM, cargo que ejerció durante 12 años. Inició el proyecto para la construcción del Observatorio en San Pedro Mártir, Baja California, mismo que fundó y dirigió. En 1973 fundó el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior (Cicese) en Ensenada. 

Renán Poveda Maimoni, geógrafo y especialista ambiental, me cuenta: 

Una de las principales enseñanzas de mi papá fue darnos principios. Yo no era tan bueno para la ciencia y de adolescente trataba de impresionarlo de otras maneras: Recorría distancias enormes con mi bicicleta, iba desde Coyoacán hasta Satélite a ver a mis amigos y sí que lograba impresionarlo con eso (ríe). Algo que me marcó de su personalidad fue lo amigable que era con la gente, era muy querido y admirado, de esto me percaté una vez que lo acompañé al Observatorio de San Pedro Mártir en Baja California, ¡lo trataban como un rey! Pero a pesar de esto él siempre fue muy sencillo.

Mi papá tenía un tremendo sentido del humor, cualquier cosa lo hacía reír, me encantaba oír sus carcajadas. Recuerdo que tuvo una época en la que se obsesionó con el tema de asteroides y los hoyos negros, era fascinante porque le preguntábamos y preguntábamos, nos explicaba, pero llegaba un punto en el que tenía que empezar a usar fórmulas matemáticas para continuar y ahí nos perdíamos. A veces estábamos en un restaurante y (las personas de) las mesas de a lado se ponían a escuchar lo que decía, tenía una voz muy fuerte, la gente comenzaba a hacerle preguntas, era muy claro y didáctico al explicar. También le preguntaban si era músico o científico (ríe) porque llevaba el pelo largo. Le encantaban los museos y podía pasar horas ante una obra de arte.

En 1975 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes otorgado por el Presidente de la República.

A partir de los años 80 Arcadio se dedicó a la investigación, siempre en su segunda casa, la UNAM. En 1989 fue nombrado miembro del Colegio Nacional, una gran distinción.

En diciembre del 2000 Arcadio contrajo matrimonio con la sicoterapeuta Helga Korkowsky en La Hacienda Teya (Yucatán), quien fue su compañera hasta 2021, año en que falleció. 

En 2007 publicó El Cráter de Chicxulub y la Extinción de los Dinosaurios hace 65 millones de años, libro que escribió en coautoría con su gran amigo Fernando Espejo Méndez, poeta yucateco.

El 24 de marzo de 2022 se apagó una de las mentes más brillantes que México ha dado, Arcadio se despidió de este mundo vestido de guayabera y llevando en la solapa un broche de su entrañable Universidad, la UNAM.

Nos queda toda su obra escrita, años de estudio e investigación y un sinnúmero de reconocimientos -necesitaría otro artículo para escribirlos- pero, sobre todo, el orgullo de que el cielo yucateco y la brisa del mar de Progreso fueron la inspiración primera de quien sería un astrónomo de talla mundial.

Brille siempre en el firmamento nuestra estrella yucateca, Arcadio Poveda Ricalde.

[email protected]

Edición: Mirna Abreu