La potencia melancólica

Cuando uno construye una afición por el podcast puede venir de diversos orígenes, aunque yo destaco dos, el primero es la nostalgia de la radio y de la comunicación auditiva, y la segunda es que te enganches con alguna voz en particular, esa huella sonora de los podcasts que nos permite traer a la memoria un momento, un saber o una emoción indeleble. Esta invitación a la lectura empieza con esa huella digital, y dice más o menos así: Esto es radio ambulante, desde NPR, soy Daniel Alarcón.

La voz de Daniel Alarcón es emblemática para quienes escuchamos podcasts en la última década, el presentador y productor ejecutivo de Radio Ambulante se adhiere a la oreja sin siquiera pensarlo y de repente, uno hasta siente nostalgia de no escuchar su voz cuando concluye la temporada, pues el trabajo narrativo se volvió parte de mis mañanas de los martes. Antes de empujar ese proyecto, Daniel ya escribía y hoy les quiero compartir del primer libro que leí de él y cómo encontré su voz en el texto. Guerra a la luz de las velas (Alfaguara, 2007) es un libro de cuentos ganador de premios y publicado originalmente en inglés. A diferencia de los demás libros que he traído a esta columna, el libro de Daniel Alarcón no es una novedad reciente, pero se puede convertir en un redescubrimiento a la luz de su voz.

Nos encontramos con once cuentos que deambulan entre la migración y el anhelo de llegar a casa, aunque Lima, Perú es el lugar más recurrente, al recorrer las páginas se muestran nuevas capas de profundidad las cuales hacen visibles otros lugares: un pueblo perdido en las montañas, el caudal de un río, un barrio bajo, una universidad en Nueva York o las calles de una población en Estados Unidos. Es en los relatos que acontecen en Estados Unidos donde la cultura peruana vibra intensamente en la narrativa descolocada de su territorio, invitándonos también a pensar en cómo se construye el texto, y los anhelos de patria que hacen brillar las costumbres más mundanas por no suceder en el territorio donde se acuñaron.

Para alguien como Daniel Alarcón, impactado por la migración desde la primera infancia, los recuerdos de la ciudad capital de su país de origen duelen y se da la oportunidad de compartirnos ese sufrimiento en el texto pues los personajes deambulan por una ciudad que puede parecerse mucho a otras ciudades intermedias y capitales de Latinoamérica en los albores del siglo XXI, aunque la narrativa esté mayormente ubicada en el siglo XX. Los rincones polvorientos, las manadas de perros callejeros, los crímenes que tienen autor material e intelectual, pero carecen de castigo y las organizaciones de protestas sociales violentas caracterizan a Lima, pero también a lo que ahora recordamos y vivimos quienes habitamos Latinoamérica desde un contexto urbano. Somos una amalgama de resistencia ante la oleada de conflictos que amenazan nuestra subsistencia.

Ante esto permanece una percepción melancólica del mundo, un pasado doloroso que nos hace fortalecer quienes somos el día de hoy, el recuerdo del familiar ausente se entreteje con la fiesta de navidad, la canción de “cada vez que pienso en ti” referencia a un año nuevo odiado que vuelve a llegar trayéndonos estos recuerdos agridulces como ají, siendo el picante que le da sabor a nuestra vida. 

Creo que releer a Daniel Alarcón es acercarnos a una voz relevante de la época que vivimos, narrar a estos personajes que parecieran atormentados nos habla de en clave de cotidianidad, aún para quienes habitamos una pandemia y nos mantuvimos intramuros de nuestros hogares, sigue y seguirá sucediendo lo mas relevante de nuestra vida allá afuera, en las calles de nuestras ciudades que se derriten sobre el asfalto y como le dice Sonia a Miguel en el relato “sobre la ciencia de estar solo”: No hay nada más inútil que imaginarse una vida, el día de mañana es tan incierto como el año que viene y no hay de donde agarrarse, por lo cual, sólo queda, mirar atrás y redescubrir quienes somos para tal vez encontrar donde asirse.

@RuloZetaka

Edición: Ana Ordaz