Reafirmando tradiciones

Es una pena en lo que se han convertido las festividades de fin de año. Llámese Solsticio de Invierno, Navidad o Felices Fiestas, vacaciones. La realidad es que lo que tendría que ser gozo y alegría, se ha transformado en una competencia feroz y la calca de las fiestas: menús, decoraciones, vestimenta, que están muy lejos de propiciar esos sentimientos en los habitantes del mundo. 

Las películas de Navidad se multiplican, diciéndonos cómo tendrían que ser las fiestas navideñas, aunque la escenografía no tenga nada que ver con nosotros y el pino sea de importación. Sobre todo, ahora, cuando las noticias hablan de la Bomba Huracán invernal que azota los Estados Unidos, dejando atorados a miles de personas en los aeropuertos y a millones en sus casas sin luz. Seguramente, con el evento programado de “cómo tendría que ser”, les ha de costar más trabajo cambiar el chip al plan B, C o X y disfrutar lo que hay.

El día 23, a la hora de estacionar, ahinitas, solían decir los abuelos, raspo al carro que se encontraba junto. El universo se confabuló para impedir ser degollada por una dama, con el apoyo de su marido, a la salida de la panadería. Aunque vi, que su enojo fue mayor, cuando, después de un feroz escrutinio, no logró encontrar vestigios del contacto. ¿Por qué está taaaan enojada? Me preguntaba llena de asombro, incapaz de hacer ni decir nada. Su frustración se desbordó ante la posibilidad de hallar a una culpable a quien cobrarle, tooooda su desdicha de la temporada. 

El 24, los grandes almacenes extranjeros, tenían cola de dos horas antes de su apertura. Me pregunto en calidad de qué, será el convivio de estos carentes de previsión y si, por el agotamiento, no pondrán una escoba detrás de la puerta, desde temprano, para deshacerse pronto de los invitados. 

La lluvia salvó a los animalitos del rumbo de sufrir los martirios anuales en los tímpanos e inseguridades. No hubo fuegos artificiales, y para mi sorpresa, en mi barrio, no se escuchó música estruendosa. Quizá en mi rumbo había otros como yo.

En los últimos tiempos, he estado reflexionando mucho al respecto de las manipulaciones que nos hacen endeudarnos, regalar, gastar lo que no tenemos, correr y correr, cumplir los compromisos y el menú prescrito; sacar a orear las elegancias de la naftalina y demás agobios. 

Así que decidí que en esta ocasión probaría algo diferente; me evitaría el periférico a vuelta de rueda, por la cantidad de accidentes provocados por la desesperación y la lluvia, comería algo rico y nada complicado para no estar haciendo colas interminables; mi meta navideña se limitaría exclusivamente a agradecer lo vivido durante el 2022,  y a recibir al Niño en mi corazón, a ese, al que de grande lo mataron por rebelde, por atreverse a enfrentar la hipocresía y abuso de los sacerdotes del templo y las instituciones de la época; que defendió a las prostitutas de ser apedreadas, dio espacio a las mujeres, en una sociedad ultra machista, que cuando los hombres rezan le dan gracias a Dios no haber nacido mujer; que consoló a los afligidos, exigió justicia y sanó el corazón de muchos; incluso hizo muy felices a unos recién casados al multiplicar su vino en la fiesta, claro, escuchando el consejo de su mamá. 

Me sorprendió la cantidad de comentarios que surgieron con mi respuesta de “me quedo en casita”, ante la pregunta de: ¿qué vas a hacer? “¿Cómo?” -preguntaban con cierto tono de angustia. “¿Vas a pasar navidad solaaaa? ¿No quieres ir a mi casa?” Nunca imaginé lo profundamente arraigada que se encuentra la festividad. Pero, sobre todo, si Navidad quiere decir nacimiento de un Niño, por qué me presionan a tener todo lo demás, olvidando el motivo de la fiesta. 

La verdad, me la pasé muy tranquila y contenta. En santa Paz. El Niño me envolvió con su amor y consoló mis sentires. Hice lo que realmente quería hacer y eso, poder elegir, es el mejor regalo que me pude dar y hoy se los comparto. ¡Feliz Navidad!

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Edición: Emilio Gómez