Yucatán se debate entre dos pulsiones. La de mantener el camino y la del cambio. Esa ambivalencia parte al estado en dos. Según el más reciente estudio de la casa nacional de encuestas México Elige, el 47.1 por ciento de los yucatecos quieren mantener el rumbo, continuar como hasta ahora… el 52.9 por ciento quiere un cambio.
Obvio, quienes quieren un cambio, cualquier cosa que ello signifique, tienden a decantarse en sus preferencias políticas hacia Morena. Esos son los metafactores que nos enfilan rumbo al 2024. Esa es la arena sobre la que se juega.
Lo interesante es que ese cambio no es un “cambio” que busquen los jóvenes. La idea de que Yucatán necesita cambiar es más fuerte entre las personas mayores de 60 años. Eso pone, francamente de cabeza, a muchos argumentos inerciales sobre “la necesidad del cambio”.
Los jóvenes en Yucatán, los que tienen entre 18 y 34 años favorecen mantener el rumbo del estado. Eso habla de que las nuevas generaciones perciben nuevas oportunidades, viven nuevas diversidades y opciones, más allá de lo que élites conservadoras puedan dictar.
Si mantener el rumbo de Yucatán significa un ejercicio de modernización y diversidad multicultural, en un estado que crece, recibe nuevos habitantes, empresas, opciones de expresión lo mismo culinarias que de estilo de vida y demás, entonces los jóvenes identifican al rumbo del estado con un cambio estructural profundo. Los jóvenes quieren mantener el rumbo en una sociedad que crecientemente les parece más favorable a sus planes y anhelos.
Lo anterior cobra aún más sentido, cuando observamos que quienes más quieren “el cambio” son los adultos mayores viviendo en las zonas rurales del oriente y sur de Yucatán. Así, uno debe preguntarse ¿qué implica o es el cambio para esos ciudadanos? Posiblemente, es un ajuste de cuentas políticas históricas, un asunto de desigualdad de ingresos y, aún más probable, una identificación directa con el discurso del presidente de la República y su narrativa de que su partido político es “el cambio”.
Esto no es un tema menor. Explicar por qué los jóvenes quieren continuar como hasta ahora y por qué los adultos mayores y los adultos a secas prefieren -en una mayoría marginal- buscar “un cambio” sólo ofrece dos grandes alternativas: o tenemos jóvenes conservadores o la palabra “cambio” tiene una connotación de discurso e ideología política antes que su definición clásica.
Lo lógico -antes que pensar en una juventud conservadora, que por lo menos en Yucatán no se ve por ningún lado en el creciente interés y activismo de los jóvenes en temas ambientales, de diversidad y cultura- es asumir que Morena en Yucatán se ha apoderado del concepto del cambio, como expresión discursiva, como vocablo que se usa de forma espontánea. Si lo anterior es cierto, estamos frente a un factor muy interesante para tejer posicionamientos político-electorales frente a la ciudadanía. Lo que realmente vivimos en Yucatán no es el dilema mantener el rumbo vs. un cambio, lo que estamos viviendo son zonas pujantes que quieren continuar su proceso modernizador y zonas rurales menos dinámicas atrapadas en una narrativa.
Es un acertijo interesante que los jóvenes quieran seguir y que las canas quieran cambiar. El que resuelva esa ecuación tendrá mucho terreno político que ganar.
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