Y un cielo impasible despliega su curva...

10 de mayo: Ser madre

Una parte fundamental de la educación sentimental del mexicano es la imagen materna. Durante el porfiriato cobró popularidad el poema “Mamá, soy Paquito”, de Salvador Díaz Mirón, en el cual un niño, recostado sobre la tumba de su progenitora, le narra la situación de abandono en que vive. En los años 20 del siglo pasado, un periódico de la capital del país inició un concurso para distinguir a la madre más patriótica; aquella que hubiera dejado más hijos al país; esto en respuesta a la actividad del feminismo en Yucatán.

De hecho, a pesar de que la fecha es la misma, la celebración del día de la madre tiene diferencias de origen en el país y en Yucatán. Los primeros obedecieron a las ideas desplegadas en Excelsior, propuestas por Rafael Alducín y respaldadas por el secretario de Educación, José Vasconcelos, sobre una maternidad católica, mientras que en la entidad mencionada el festejo -y la instalación de un monumento en 1927 -fue una tarea de promoción de la Liga de Acción Social, que desde un inicio impulsó la idea de una maternidad como acción libre y voluntaria; ni imposición, ni cortapisa a la realización de la mujer en la sociedad.

En los años 80 del siglo pasado, la canción “Señora, señora” puso en la mente de millones de niños un ideal de maternidad: la que carga en su vientre “dolor y cansancio” y pelea “con uñas y dientes, valiente en tu casa y en cualquier lugar”.Pero entre la carta de modelos del pasado y la coexistencia de muchas maternidades, podemos decir que hoy por hoy, es que en esencia, ser mamá es desarrollar un vínculo poderoso con los hijos. Tan fuerte que cuando uno de ellos desaparece el dolor es transformador. Ahí están las Madres de la Plaza de Mayo, hoy abuelas; ahí miles de mujeres convertidas en buscadoras, llegando a zonas a las que la autoridad parece tener miedo de ingresar.

Pero también las madres ausentes, hoy especialmente las víctimas de feminicidio, dejan otra huella. Díaz Mirón nunca dijo cómo murió la mamá de Paquito. La época era de por sí convulsa, la difusión de las prácticas de higiene apenas comenzaba, y la esperanza de vida era mucho más reducida; pero desde entonces se hablaba de la madre era fundamental en la sociedad. Hoy es notorio, por todo el apoyo que requieren sus hijos, que esto es verdad.

Y mientras la educación sentimental recibida no llegue a la aceptación por parte de la sociedad de que la maternidad debe ser libre y voluntaria, que tener descendencia es una vocación más que una misión, tendremos un tejido social débil, con vínculos intergeneracionales muy débiles, motivados por una crianza vista como una obligación. Ser madre debe ser también un disfrute, la construcción de una relación sana redundará entonces en una sociedad sana.

Podemos fijarnos también en la derrama económica que dejará el festejo: que los restaurantes estarán a tope, que los músicos tendrán un día de mucha ocupación, que abundarán los regalos y esto será sano para los negocios; ojalá fuera tan fácil que en una sola jornada pudiéramos hablar de buenos índices de salud en todas las maternidades, pero eso es otra medición.

Edición: Fernando Sierra