Francisco López Sacha
Leo Botas rusas, novela del escritor cubano-mexicano Agustín Labrada, que trae entre sus líneas ritmo e intensidad y está muy bien narrada en los recodos de la adolescencia.
Honestamente, no se parece a nadie, aunque tiene el aire de la literatura cubana contemporánea, que es por cierto un aire muy difuso, donde no siempre se distinguen los antecedentes.
Puedo decir que Agustín es tan buen narrador como poeta. Por ese camino, puede avanzar mucho más porque tiene la fibra y el olfato que todo narrador necesita para contar historias que interesen al lector.
Al fin, por cierto, se ha desnudado. Lo que yo no notaba en su poesía, lo noto ahora al describir el mundo perdido de Holguín, las peripecias de los jóvenes de su generación o como diría Alastair Reed, a propósito de La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa: "The painful confutions of adolescents", las dolorosas confusiones de la adolescencia.
Esa es una tierra que siempre da frutos porque aún somos nosotros mismos, con nuestros miedos y nuestras ambiciones, cuando la vida todavía no es la vida, cuando falta el amor.
Hay aquí un magnífico ejercicio de narrativa y una manera muy particular de colocar los conflictos de un adolescente cubano en los lejanos años setenta. Me agrada la forma en que Labrada ha resuelto la visión interna del personaje y el manejo tan delicado de una tercera persona que a veces es segunda.
No hay premura en el acto de narrar y eso es una ventaja muy consistente, sin embargo, creo que debería probar con párrafos más largos, tal vez las interioridades psicológicas merezcan una mayor cantidad de palabras.
Creo que ha construido una auténtica novela para jóvenes y ha dejado un testimonio de nuestra vida. Por aquí y por allá irá saliendo todo ese orbe que hemos vivido, hay que luchar por eso, hay que darle al futuro lo que el futuro merece.
Hay en Agustín, claramente, dos escritores, uno que ve la poesía de un modo y otro que ve la prosa de otro modo. En ambos casos hay madurez ya, incluso, me atrevería a decir que también hay estilo. Esa prosa tiene la candidez necesaria para convencer al lector, y tiene la autenticidad necesaria para conocer esos pasajes de nuestra adolescencia cubana.
A través de una carencia, Labrada expresa un pequeño mundo que, al final, ha sido el mundo de todos.
Edición: Fernando Sierra
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